martes, 30 de abril de 2013

La negociación

—Buenos días, somos los extraterrestres —dice una voz por el teléfono.
—¿Cómo dice?
—Tenemos rodeado su planeta, salgan ahora mismo con las manos en alto.
—Pero esto es altamente irregular.
—Claro: es el elemento sorpresa.
—No sé si estoy autorizado a evacuar la Tierra, tengo que consultar con mi superior.
—Consulte, consulte.
—De acuerdo. Oiga —contesta al cabo de unos minutos—, dice que no puede ser, que no tenemos presupuesto ni medios.
—Eso es inaceptable.
—Resulta que harían falta cohetes espaciales, ¿sabe? En cantidades ingentes. Además, no tenemos jurisdicción sobre el resto de terrícolas.
—Vamos, que me está diciendo usted que tendremos que sacarlos nosotros.
—Lo lamento mucho, señor, pero así es.
—Bueno, no es culpa suya. Consultaré con mi superior el curso a seguir y ya me pondré en contacto con usted. Muchas gracias.
—A usted.

lunes, 29 de abril de 2013

Así tenía que haber sido Rocky Balboa

Rocky Balboa malvive a sus sesenta años con una pensión mínima del estado, pues invirtió todo su dinero en negocios ruinosos. Por si esto no fuera bastante desgracia, todos esos golpes en la cabeza le han pasado factura. Así, vive en la creencia de que él personalmente acabó con el comunismo. Yo mismo tiré el Muro de Berlín a puñetazos, le dice a su avergonzado hijo, que no quiere saber nada de él. A veces va al cementerio y habla con la lápida de Adrian, su difunta esposa, aunque él cree que sigue viva y simplemente trabaja allí. Todo esto influye para que le parezca buena idea enfrentarse al joven campeón mundial de los pesos pesados, pero le deniegan la licencia de boxeo debido a su avanzada edad y estado mental. Sin embargo, Rocky no se rinde y lanza un poderoso alegato en el que asegura que Ivan Drago iba para presidente del Sóviet Supremo y él le paró los pies. Esto no cambia el dictamen de la comisión de boxeo, pero sí lo consigue la intervención de un representante de la Asociación Nacional del Rifle, que se queja: «Si no nos dejan boxear con sesenta años, lo próximo será prohibirnos los fusiles de asalto». Rocky se prepara concienzudamente para el combate. Se siente joven, podría pasar por un hombre de cincuenta y cinco. Por fin, el gran combate se celebra. La expectación es máxima y los nostálgicos aclaman al campeón de los años ochenta, aquella época de inocencia. Suena la campana, Mason 'the line' Dixon avanza y asesta un puñetazo tremendo al viejo boxeador, que, como es natural, cae al suelo, muerto. Pero no importa, ahora boxeará con Jesús, afirma un famoso predicador en su programa de televisión.

domingo, 28 de abril de 2013

The wire

El amor es un juego de espías, piensa ella. Por eso, aprovechando que su marido está en la ducha, le revisa el teléfono móvil. No encuentra nada sospechoso, pero esto no es concluyente: quizá es un experto en la cautela. Así que decide cambiar los números de sus contactos femeninos por el suyo. De ese modo, reflexiona, ella recibirá los mensajes intempestivos que su marido pueda mandarles a esas furcias que tan bien oculta por ahora.

sábado, 27 de abril de 2013

Las chicas espaciotemporales

—Hola —dice la chica—, ¿vienes mucho por aquí?
—De vez en cuando, algún sábado. ¿Y tú?
—Yo vengo siempre que quiero, que para algo soy una chica espaciotemporal.
—¿Perdona?
—Me cuelo por las rendijas del espacio-tiempo y aparezco aquí. Ya lo decía la canción: «hago chas y aparezco a tu lado». Fue la primera pista que tuve de que había otro mundo, ¿sabes? Sólo había que investigar cómo acceder a él.
—Eh... ¿y cómo descubriste el sistema?
—Sólo hay que girar muy deprisa sobre una misma, como un derviche turco. Bueno, y cerrar los ojos. También ayuda tararear alguna canción apropiada. A ser posible, que esté sonando en ese momento. Y nada más, sólo girar y girar hasta agotar el tiempo y subvertir las leyes de la física.

viernes, 26 de abril de 2013

La vida desencadenada

Mi abuelo padece la enfermedad de Alzheimer y vuelve a creerse un adolescente. Me toma por un compañero de correrías y siempre me está pidiendo que demos una vuelta por ahí, pero en secreto, no sea que se entere su padre, que es muy estricto y le castigaría. Este fenómeno de regresión me fascina, pues me da por pensar que todo eso de la madurez no es más que un fraude. Resulta que no evolucionamos moldeando con la experiencia nuestra forma de ser, sino que saltamos de una personalidad definida a otra personalidad completamente distinta y nuestras antiguas vidas quedan almacenadas en algún lugar oscuro de la mente. Encadenadas en el inconsciente y porfiando por volver a ser, por retomar el control.

jueves, 25 de abril de 2013

La nomenclatura

Como alcalde vuestro que soy os prometí ser siempre sincero y la verdad es la siguiente: la crisis está siendo durísima para Pinares de Entretiempo. Por eso hemos tenido que tomar decisiones audaces, pues sólo con audacia se puede salir de una situación tan complicada como la nuestra, que estábamos al borde del abismo. Ya habréis escuchado los rumores y son ciertos: hemos aceptado la oferta de una importante multinacional para cambiarle el nombre al pueblo. Durante cinco años (renovables), nos llamaremos Pinares de Coca-Cola. Y el gentilicio de los habitantes será «refrescante». Todo esto, claro, implicará cambiar carteles, el escudo de la villa, etcétera. Pero creemos que es una solución muy beneficiosa para todos y, seguramente, atraerá al turismo.

miércoles, 24 de abril de 2013

El desconocimiento

Soy el mejor de los escritores desconocidos. Aunque todos los autores secretos decimos eso, ya que tampoco nos conocemos entre nosotros.

martes, 23 de abril de 2013

Al principio, Sonia pensó que yo era alguien importante

Al principio, Sonia pensó que yo era alguien importante. Creía que era respetado, publicaba libros y estaba metido de lleno en el mundillo. Seguramente fue este malentendido lo que propició nuestro primer encuentro. Imagino que, cuando por fin descubrió que no era nadie, pensó algo como: bueno, no es famoso, pero es divertido. No fue la única ocasión en que se formó una imagen de mí que se alejaba de la realidad: cómo eres tan lanzado, tan descarado, me preguntó una vez. Qué dirían mis amigos si vieran esto, pensé. Un tipo cuya timidez sería legendaria si en general no pasara desapercibido. Pero sonreí y me dije: me gusta esta chica. Me gusta esta chica y su forma de verme.

lunes, 22 de abril de 2013

Al final, él apagó la tele

—¿Otra vez estás viendo viejas jugadas de Michael Jordan? No sé qué tiene de interesante ver a un montón de tipos corriendo de un lado para otro y dando saltos para meter un balón por un aro.
—No lo entiendes. Mira qué agilidad, qué movimientos tan gráciles. Es como ver ballet. Y la lucha, la lucha sin cuartel. Es un guerrero, un guerrero bailarín.
—Eso es un poco gay.
—¿Qué?
—Bailarines, hombres que pelean, el sudor... Qué quieres que te diga, a mí me parece bastante homoerótico todo.
—Nada de eso. Es una cuestión de habilidad, de maestría en una disciplina deportiva.
—Es una cuestión de aplaudir al macho alfa que impone su dominio a la manada, claro que sí. No sé, entendería que te gustase volver a ver tus hazañas de vez en cuando, ¿pero las de otro hombre? Pensaba que tenías más autoestima.

domingo, 21 de abril de 2013

La bella muerte

Yo quiero suicidarme, dice el artista. Quiero que mi muerte sea una obra de arte de la que todo el mundo hable. Y en realidad es difícil, ¿sabe? Porque la muerte es muy desagradable. Esos olores, esos fluidos, ese cadáver en la habitación. Por suerte, el público sólo sabrá de ella de lejos y así podrá imaginarla como un objeto estético más que inspirará a artistas venideros.

sábado, 20 de abril de 2013

El malentendido como nueva lengua

El hombre moderno es un hombre con prisa, prisa en llegar a un lugar que no conoce, pero que sabe cuándo será: mañana. Hay que darse prisa en llegar a mañana; sobre todo, hay que impedir que lleguen otros antes que nosotros. Es un hombre, por tanto, sin tiempo para descansar. No hay pausa, hay que seguir en esta carrera sempiterna contra la inmovilidad. Con tanta prisa, sin embargo, es muy común que se cometan errores y malentendidos, pues no hay tiempo para explicaciones adecuadas. Es por esto que una profesión en auge hoy en día es la de traductor de malentendidos. Este cuerpo de funcionarios se encarga de quedarse rezagado para enmendar los desmanes cometidos por el hombre moderno en su prisa, explicando al detalle lo sucedido por el bien de la concordia social. Hay quien critica a los traductores de malentendidos acusándoles de típicos funcionarios vagos que se empeñan en no seguir el ritmo de los tiempos y retrasarnos puesto que, al fin y al cabo, dicen, no necesitaremos que nadie nos explique nada en el futuro, mañana, cuando finalmente lleguemos.

viernes, 19 de abril de 2013

Los pies

La chica tenía los pies muy grandes y esto era problemático. ¿Cómo disimularlos? Probó con faldas muy largas, pero iba arrastrándolas, se ensuciaban enseguida y trastabillaba todo el rato al pisarlas. Probó entonces con faldas muy cortas, para atraer la atención a sus muslos y no a sus pies. Pero las miradas lascivas de los hombres la intimidaban. ¿Qué hacer? Estaba claro que no existía Dios, pues la habían diseñado mal: ella podría haberse movido por el mundo con unos pies menores sin que en ningún momento peligrara su equilibrio. Pero no. Si al menos le hubieran dado unas tetas grandes, pensó, entonces habrían estado justificados los pies.

jueves, 18 de abril de 2013

La guerra del teatro

Altavoz y Clochard estaban de nuevo desempleados, pues el país había abandonado el provechoso belicismo para dejarse llevar por esas modas pacifistas que tanto perjudican a los héroes de guerra. Así, se pasaban el día en casa cazando cucarachas con el arcabuz, deporte que no era todavía olímpico. Un día, sin embargo (de bienes), se presentó en casa un emisario del gobierno. Quería encargarles una misión peligrosa, lo que de inmediato interesó a ambos amigos (más a Altavoz, que disfrutaba arriesgando el pellejo): tenían que infiltrarse en un país enemigo y espiar las diversas actividades que allí se cometieran. Para ello, se enrolarían en una compañía de actores itinerante.
—Pero Clochard es tartamudo —adujo Altavoz—; ¿cómo va a hacerse pasar por actor?
—Podría hacer papeles mudos —contestó el enviado del gobierno—. O bien ser figurante.
Decidieron finalmente que sería mejor tapadera que Clochard fuera maquillador y bebieron toda la noche para celebrar el acuerdo. Al día siguiente, fueron contratados por la compañía teatral Luces de Bohemia y Moravia, que tenía una larga tradición admitiendo borrachos en sus filas, y partieron enseguida al extranjero. Entre ensayo y ensayo, Altavoz se enamoró de una bellísima actriz. Se llamaba Violeta, lo que le fascinaba. Tiene el nombre de un color, pensó. Luego se preguntó por qué no habrá chicas que se llamen Azul, por ejemplo. Aunque sí las hay llamadas Blanca. Chicas de colores, pero no las suficientes.
Mientras Altavoz se dedicaba a seducir a Violeta, Clochard redactaba detallados informes de las actividades de la ciudadanía enemiga. Era gente extraña, sin duda. Se empeñaban en hablar en otro idioma, en tener otras costumbres (muy raras), en rendir homenaje a otra bandera. A toda esta gente habrá que fusilarla algún día por traidora, apuntaba.
Un día, cuando preparaban la representación de El pato silvestre en la capital enemiga, estalló la guerra. Altavoz fue informado de esto en la cama de Violeta y de inmediato salió de entre las sábanas dispuesto a batirse contra el enemigo, con su pene como única arma si era necesario. Pero Clochard pidió calma, lo que siempre era muy efectivo, pues el tiempo que tardaba en pedirla ya sosegaba los ánimos. Había que actuar con cautela y regresar a su país con toda la información recopilada y, si era posible, con la compañía de actores en perfecto estado. Pero cómo regresar. Este debate fue interrumpido por la llegada de un alto funcionario del gobierno enemigo, que impuso un cambio en la función de esa noche: representarían una obra patriótica, explicó, para elevar el espíritu de la nación en estos momentos terribles en que nuestros jóvenes pierden la salud en el campo de batalla. Se cuadró y les dejó con el nuevo libreto, que era inadmisible: en él se hacía mofa y escarnio del país de Altavoz y Clochard. No podemos representar esto, dijo con firmeza Altavoz. Entonces seremos fusilados, gimió Violeta. Mejor fusilados que traidores, afirmó Altavoz, aunque Clochard meneó la cabeza en señal de desaprobación, ya que tenía planes para el futuro.
Finalmente, acordaron representar la obra patriótica, pero con matices. Salieron al escenario y llevaron a cabo un remedo de Romeo y Julieta en el que Altavoz pertenecía a un país y Violeta al otro. Al final, ambos morían trágicamente por culpa de una guerra absurda que, seguramente, era cosa de judíos, masones y comunistas. ¡Podíamos haber sido felices juntos, pero se impuso la conspiración judía mundial!, clamó Altavoz antes de expirar en brazos de Violeta. Bajó el telón, pero el público sólo murmuraba. De pronto, se levantó el Káiser en su palco y, con lágrimas en los ojos, empezó a aplaudir con fuerza. Todo el público se apresuró a imitar a su monarca. Los actores salieron a saludar y enseguida se firmó la paz entre las dos naciones, recibiendo Altavoz, Violeta y Clochard varias condecoraciones militares, así como importantes premios teatrales.

miércoles, 17 de abril de 2013

Marianne Jensen

Ayer estaba escuchando una versión de So long, Marianne y pensé que tuvo que ser muy bonito (y triste) para ella escuchar la canción original por primera vez. Pero también tuvo que ser raro oír la primera versión de otro cantante. ¿Por qué ese tipo que no conozco de nada canta sobre mí?, se preguntaría. Porque has dejado de ser una persona, Marianne. Ahora eres un símbolo y representas a muchas mujeres. Todos tenemos nuestra Marianne (algunos, varias) y tienes que entenderlo. Ya no es una canción sobre ti, salvo cuando la cante Leonard Cohen (y tampoco, que cada uno estará pensando en esa persona a la que, por un motivo u otro, dijo adiós).

martes, 16 de abril de 2013

Nosotros descubrimos internet

Y era un erial, se lo digo yo. Había que esperar largos minutos para bajarse una foto de Laetitia Casta y masturbarse se convertía en una actividad paciente. Y no se podía hablar con mujeres, era como un club masculino, un club en el que algunos hombres se hacían pasar por féminas en los chats para reírse de ti. Sin embargo, nos quedamos. Éramos jóvenes y optimistas y no nos asustaban las duras condiciones de vida. No es que le viéramos un especial potencial a la cosa, pero de alguna manera nos convencíamos de que saldríamos adelante e incluso, con suerte, llegaríamos a prosperar.

lunes, 15 de abril de 2013

La aventura de lo real

En otra realidad, todo salió según el plan: publiqué antes de los treinta, en una pequeña editorial que confió en mí. Ahí iba yo, paseando con orgullo en ese universo paralelo. Días de (pequeña) gloria. La satisfacción de encontrar mi libro en alguna oscura librería. Mamá, soy escritor. Yo haciéndome el interesante con alguna chica: porque mi libro esto, porque mi libro aquello. Ahora el libro estaría ya descatalogado y sería imposible de encontrar, lo que me parecería genial, pues pensaría: en el futuro será una obra de culto de lo más solicitada y se subastarán ejemplares por cantidades desorbitadas de dinero y blablablá (la imaginación desaforada tiene estas cosas). Pero esto es así en una realidad alternativa, repito. En la realidad oficial las cosas han salido de otro modo y ni siquiera voy a conseguir el objetivo de publicar antes de los treinta y cinco. No he convencido a nadie. A nadie le ha parecido lo bastante bueno mi rollo. O interesante. O comercial. Recuerdo ahora una cosa que hacía cuando me sentía solo en mis años de adolescencia y primera post-adolescencia: escribía y pensaba que, en fin, el talento podía salvarme. Porque yo era especial, claro. Artista. Y mi sufrimiento valía más que el de los demás, que para algo estaba mejor destilado. Qué consuelo más tonto, pero efectivo, encontraba en aquello. Ya no puedo engañarme con trucos baratos; he aprendido a tratarme como si fuera un borracho que aborda a los transeúntes para contarles delirantes hazañas: Claro, claro, ¿y después qué? Habrá que ir pensando en conseguirlo antes de los cuarenta, aunque sea por seguirme la corriente.

domingo, 14 de abril de 2013

Te llamo para recordarte

—Te llamo para recordarte —dice ella.
—Qué tontería —contesta él—. Si me llamas es precisamente porque me recuerdas.
—Pero no bien. Hay un vacío, una imagen desvaída que, creo, se parece a ti, pero cómo saberlo. Es como un cuadro que hay que restaurar y por eso te llamo, para devolver el recuerdo a su estado original.
—Imposible, yo tampoco soy el mismo de entonces.
—¿No?
—Claro que no: he cambiado, como todo el mundo. Y también tengo un recuerdo difuso de mí, seguramente muy poco fiel a la realidad. A ti por, el contrario, te recuerdo muy bien, aunque tampoco serás ya la misma, claro. Pero recuerdo bien la que eras; mucho mejor que el que fui, desde luego.

sábado, 13 de abril de 2013

La huella

Yo quería dejar huella en la vida de alguien, pero siempre fui de puntillas, por no hacer ruido. Me creía un ninja que se movía silenciosamente por la existencia de la gente, lo que era sin duda una equivocación: había que pisar con fuerza, como el caballo de Atila y que luego fuera fácil seguir mi sendero de destrucción. Pero lo entendí todo mal.

viernes, 12 de abril de 2013

El encuentro

—Buenas tardes, señorita. Soy extranjero en este país y no conozco la legislación amorosa, pero la amo. No sé si será un delito.
—Un poco: así, sin presentarnos.
—Nuestros nombres no son importantes, son tan sólo etiquetas. Y es mejor un amor sin etiquetas, ¿no cree?
—Las etiquetas son muy prácticas a veces: para saber la talla, por ejemplo.
—Le garantizo que doy la talla. Soy un tipo versado en las artes amatorias. Cinturón negro en coito, décimo dan.
—No sé yo si ese título está homologado por la federación internacional.
—Iba a ser un deporte olímpico, pero el Vaticano votó en contra. También Arabia Saudí.

jueves, 11 de abril de 2013

101 días de 2013

Aquí, en la periferia de la literatura, en mi chabola mental. Hace un rato ha pasado un pájaro, yo lo he saludado. Desde aquí a veces se ve la ciudad, cuando la polución lo permite. Imagino en ella a los escritores de verdad: conduciendo cochazos de lujo, con estrellas de cine al lado y drogas de diseño en la guantera. Quizá el cuerpo de algún crítico en el maletero. Vete a la gran ciudad, hazte un nombre, susurra una voz en mi cerebro. O quizá haya sido esa rata de allí que me mira de forma insistente.

miércoles, 10 de abril de 2013

El hombre bala

Soy hombre bala y no sé hacer otra cosa. La vocación me viene de familia, pues mi padre también fue hombre bala y mi madre trabajaba como ayudante de un lanzador de cuchillos. Era lógico que se encontraran y de ese encuentro nací yo. Es común creer que esta disciplina se aprende por transmisión familiar, pero hay que formarse correctamente si uno quiere destacar en este arte. Yo estudié mucho: parábolas, física, leyes gravitatorias internacionales, etc. Me licencié con honores en Balística Humana por la universidad de Krupp. De nada me sirvió, claro, pues el mundo conspiraba contra nosotros. Primero, los pacifistas dijeron que había que abolir los cañones porque eran una imagen belicista y fálica. Probamos entonces con catapultas, pero no era lo mismo y encima seguían quejándose de que lanzar gente por los aires no era algo apropiado para los niños. Decidimos entonces hacer sesiones sólo para adultos, pero el público quería ver por los aires a alguna mujer ligera de ropa, no a un avezado hombre bala. Por otra parte, cada vez iba menos gente a los circos. Éramos fósiles de otra época, pero nos negábamos a verlo. Pronto estábamos todos en el paro (prueben a presentarse en la oficina de empleo y digan que buscan trabajo de hombre bala). He intentado desempeñar oficios criminales para subsistir: aprovechando la oscuridad, mis compinches dirigen el cañón contra un balcón al que me disparan para desvalijar el apartamento. Pero es todo demasiado aparatoso, siempre nos para la policía por llevar un cañón por la calle y no tener licencia de armas.

martes, 9 de abril de 2013

La mañana

Aprovechando el insomnio, salgo a pasear bajo la luz del amanecer. Me cruzo con personas que corren como si huyeran de alguna desgracia. El fin del mundo es madrugador, pienso. Pero no es así, es gente que hace deporte. Corren de forma sostenida para huir de los kilos de más, la mala salud, la vida estática de las estatuas. Todo eso ha quedado en la cama, parecen pensar mientras sudan. Nómadas de una hora en lucha contra el sedentarismo. Si yo pudiera dejar en la cama el insomnio y dormir mientras deambulo por las calles, pienso.

lunes, 8 de abril de 2013

El desvelo

Tiene el insomnio, aunque sea contradictorio, algo de ensoñación: la realidad aparece extraña, con los bordes difusos y uno se mueve en ella como dentro de melaza. También tiene mucho de fracaso, de no saber hacer bien las cosas, pues la idea era dormir, dormir mucho, incluso, y sin embargo la habitación se va llenando de luz sin que uno pueda hacer nada para remediarlo.

domingo, 7 de abril de 2013

Poemas para alcohólicos

Era un buen poeta, pero su timidez le impedía recitar en público. Temía el rechazo, el juicio severo, la crítica. Por eso, para estar en un entorno confortable donde no se juzgara a nadie, iba a las reuniones de alcohólicos anónimos y se hacía pasar por uno de ellos. Decía que escribía poemas como forma de terapia y preguntaba si podía leerles alguno. Ellos le animaban a ello, le daban palmaditas en la espalda y luego, invariablemente, aplaudían a rabiar sus versos.

sábado, 6 de abril de 2013

Verano

Treinta y ocho grados en la calle. Fiebre. Un perro ladra repetidas veces. Al rato, otro perro le contesta. Atiendo al diálogo de los perros oculto tras las persianas. Luego saco un refresco del frigorífico y me lo paso por la frente. La televisión está encendida, pero sólo emite estática. Fiebre en la calle, nieve en el televisor. Vuelvo a sentarme a esperar que pase algo. En un cajón tengo una foto de ella dormida y siempre la miro en silencio, como si temiera despertarla.

viernes, 5 de abril de 2013

El hombre que creía ser Paul Auster (6)

Ha sonado el teléfono esta mañana, pero no era Siri, sino mi agente. Quería advertirme de un suceso extraño: alguien se hace pasar por mí en internet. Al parecer, firma con mi nombre extrañas crónicas que los lectores toman por la vida real de Paul Auster. A mí todo esto, la verdad, me ha encantado. Siempre me ha interesado el tema de la identidad, si somos quienes somos o si en realidad somos el vecino y nos hemos equivocado de casa. Le he preguntado a mi agente si no podríamos contratar a esa persona para hacerse pasar por mí en eventos. De esa forma, le he dicho, ahorraríamos en seguridad y, en ocasiones especiales, podríamos hacer presentaciones en dos sitios distintos a la vez.

jueves, 4 de abril de 2013

La estabilidad institucional

Se tambalean las instituciones en este país, dicen los medios. «Lo que es un engorro para todos», declara un político; «sobre todo para los becarios, que no hacen más que derramar el café».

miércoles, 3 de abril de 2013

Por aquí se rompe España (2)

«Por aquí se rompe España», dice un honrado labriego mientras señala el suelo. «A mí me viene muy bien, pues así no tengo que roturar las tierras».

martes, 2 de abril de 2013

El lector anónimo

Con el espíritu del escritor primerizo, me pasé el otro día por una librería para disfrutar de la visión de Órbita 76 en sus estantes, pero habían vendido el ejemplar que tenían. Me pregunté entonces por ese lector anónimo. Quién sería, qué motivo le había llevado a adquirir el cómic, si nos conocía de algo o simplemente le había convencido la obra. Lo imaginé yendo por la calle con el cómic bajo el brazo, orgulloso de su compra. Seguro que era una buena persona, pensé, llena de virtudes.

lunes, 1 de abril de 2013

Ya se han acabado los mejores años

Ya se han acabado los mejores años. Lo han dicho en la tele, hace un momento. Han decidido anunciarlo de pronto, como quien se quita una tirita de un tirón para que duela menos. Todos teníamos planes y de repente hay que abandonarlos. Dicen que ya no pasará nada, que ocupemos nuestro tiempo de la mejor manera posible, que nos distraigamos de alguna manera, pues no queda nada por vivir. Podrían haberlo comunicado con antelación, pero no querían alarmar a nadie. Es mejor así, dicen, cuando ya es tarde.