sábado, 27 de marzo de 2010

Desapariciones

Pero esto es como un truco de magia en el que desaparezco después de decir: nada va a cambiar mi amor. Ella sonríe (ya no le sorprenden estos arrebatos míos) y contesta: nada va a cambiar, mi amor.

viernes, 26 de marzo de 2010

Primavera

—Ya es primavera.
—Sí, otra vez. Qué aburrimiento.
—¿Cómo dices?
—Todos los años es la misma historia.
—¿Y qué te gustaría? ¿Que después del invierno llegara el otoño?
—No estaría mal, sería original. También podría ser un día primavera e invierno al día siguiente. Así, sin avisar. O un año con tres primaveras y un otoño. O uno con dos primaveras y dos veranos.
—Eres muy raro.

jueves, 25 de marzo de 2010

Entre la vigilia y el sueño

Y me tiro toda la noche corrigiendo poemas que, en fin, no hay quién los salve, pero hay que intentarlo por el gesto estético o por el qué dirán o por vete tú a saber qué. Luego, por la mañana, voy en el tren dando cabezadas de pie con el fruto de tantas horas de trabajo absurdo bajo el brazo.
Finalmente acabo entregándoselo a un agradable funcionario que lo sella todo y guarda los poemas en un cajón. Para el jurado. Ya le llamaremos. Circule.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Poemas chungos y otros ejercicios de latrocinio

Todo lo que tienes de bonita
lo tienes de mentirosa.
Pero quién se va a quejar por unas cuantas mentiras
cuando esas tetas son de verdad.

martes, 23 de marzo de 2010

Historias cortas

—Todo está inventado.
—También nuestro amor.

lunes, 22 de marzo de 2010

Los amantes

ELLA: Yo no te convengo. Sólo te hago daño. No te siento nada bien.
ÉL: Eso no es verdad. Me sientas muy bien; lo que me sienta mal es tu ausencia. Ya sabes: la droga es buena, lo que es malo es el mono.

domingo, 21 de marzo de 2010

Los amigos

HOMBRE A: Paco se retrasa.
HOMBRE B: Como siempre.
HOMBRE A: Yo ya estoy cansado de esperarle.
HOMBRE B: Y yo.
HOMBRE A: Mira, ese hombre de allí también parece estar esperando a alguien.
HOMBRE B: Sí. Oye, podríamos llevárnoslo a él.
HOMBRE A: Buena idea. (Dirigiéndose al hombre) Oiga, perdone.
HOMBRE C: Dígame.
HOMBRE A: ¿Está usted esperando a alguien?
HOMBRE C: A unos amigos. Pero se retrasan. Siempre llegan tarde.
HOMBRE B: Podría usted venirse con nosotros. ¿Cómo se llama?
HOMBRE C: Rafa.
HOMBRE A: ¿Le importa que le llamemos Paco?
HOMBRE C: Bueno, lo vería un poco raro.
HOMBRE B: Paco es mejor nombre.
HOMBRE C: ¿Seguro?
HOMBRE B: Sí. Hágame caso, que yo entiendo de esto.
HOMBRE C: Ah, siendo así...
HOMBRE A: Una cosa más: háblenos un poco de sus gustos.
HOMBRE C: Pues no sé, lo normal. Me gusta pasear. Las bicicletas en verano. La disciplina inglesa. El andar de los cangrejos.
HOMBRE B: A mí me vale.
HOMBRE A: Y a mí. Bien, vamos al bar, que el partido ya habrá empezado.
HOMBRE C: Es bonito hacer nuevos amigos.

sábado, 20 de marzo de 2010

Tienda de animales

—Buenas tardes. Quería comprar unas moscas musicales.
—¿De qué tipo?
—Me gustaría que tocaran alguna sinfonía con su revoloteo.
—Lo siento, no me quedan. Pero tengo unas que rapean.
—No es lo mismo.
—También tengo unas que imitan el zumbido de un frigorífico estropeado.
—Moscas comunes. Ya tengo en casa.
—Entiendo. También tengo cucarachas submarinas, si le interesan.
—¿Y qué hacen?
—Bucean. Es un espectáculo digno de verse.
—Creo que las cucarachas me disgustan incluso bajo agua.
—¿Y unas luciérnagas aromáticas? Brillan en la oscuridad y huelen a vainilla.
—¡Oh, qué práctico! Me llevaré media docena, por favor.
—¿Se las envuelvo para regalo?
—No, gracias, me las llevaré puestas.

viernes, 19 de marzo de 2010

El paseo

La calle, la noche, la luz de las farolas que van iluminando mi errar. El quedo rumor de mis pasos, que no me llevan a ningún sitio. Mi sombra, que fielmente me sigue.

jueves, 18 de marzo de 2010

Retablo de miseria y amor

Falta un minuto, quizá dos, para las cinco de la mañana. No he dormido nada, mis ojos son faros que cortan la noche eterna y blablablá (todas esas tonterías). Todas las chicas bonitas descansan ahora. En brazos de otros, seguramente. Pero no importa: tengo en el bolsillo unas promesas de indulgencia y evasión y cientos de poemas que todavía no soy capaz de recordar. Tal vez mañana empiece.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Mal de altura

—Y me falta el aire, ¿sabes?
—Eso va a ser asma. Ve al médico.
—Sólo me pasa cuando estoy contigo.
—El esfuerzo sexual, claro; no estás acostumbrado. Pobre.
—Es imposible decirte algo bonito, ¿sabes?

martes, 16 de marzo de 2010

Los marasmos cotidianos

Todos los hombres que podría ser, pero que no soy. Todos los mundos que podríamos inventar. Todas las noches de espera a la luz de las farolas, cuando podríamos estar «haciendo el amor y la guerra en habitaciones sórdidas de pensiones baratas», que decías tú. Todo lo que quizá, tal vez, a lo mejor, quién sabe.

lunes, 15 de marzo de 2010

El silencio

Muebles de IKEA, vida pequeñoburguesa. Los meses que pasan y no te tengo. Y la calle está llena de lluvia y de recuerdos que esperan que alguien los arranque de la tela de la realidad. O algo parecido.

domingo, 14 de marzo de 2010

Las pulgas estalinistas

Soñé que nuestro perro tenía pulgas estalinistas y que creaban distintos gulags en su piel, dijo ella. Él no supo que decir a esto, pero revisó al perro, para que estuviera tranquila. No, sus pulgas son normales y corrientes, contestó al fin. ¿Corrientes porque corren y escapan?, preguntó ella. Piensa que podrían estar huyendo de las estalinistas, añadió. Él respondió que mejor sería ir mañana al veterinario, que seguro que entendía más de totalitarismos pulgosos que ellos.

sábado, 13 de marzo de 2010

Sobre la omnipresencia (2)

Si vamos apretados en el transporte público es porque Dios está en todas partes.

viernes, 12 de marzo de 2010

Sobre la omnipresencia

Si Dios está en todas partes, entonces es imposible encontrar sitio para aparcar.

jueves, 11 de marzo de 2010

El momento

Sí, estoy un poco cansado de tanto desencanto, pero no es nada, se me pasará pronto: basta con que pase algo con lo que engañarse un tiempo o bien recibir cierta cantidad de dinero (la suficiente para invertir en adicciones); en definitiva, que pase algo inesperado, que lo esperado es terriblemente previsible y aburrido.
Todas las historias terminan mal, lo importante es empezarlas bien.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Mi Stalingrado

Ya ves, aún estoy despierto en mi Stalingrado, pegando tiros al azar, aunque el azar los devuelve todos y qué buena puntería tiene. En el infierno será ya de día, pero yo no he conseguido dormir. Sólo estoy esperando a que deje de llover para salir a buscar ese amor en el que ya no creo, porque hubo un tiempo en el que era el poeta más romántico de todos, cuando creía en cosas que ya he olvidado pero que me invento igualmente. Pero ya ves, aquí estoy, sentado a oscuras, haciendo anagramas con tu nombre, los únicos poemas que soy capaz de escribir esta noche. Pero no hay manera de decir adiós, sólo despedidas a la francesa y mutis por el foro.

martes, 9 de marzo de 2010

El fin del mundo

—El jueves vamos a celebrar el fin del mundo —dice Martínez—. ¿Te apuntas?
Yo hago como que no he escuchado nada y sigo trabajando. Trabajando en el buscaminas, claro.
—Habrá furcias —insiste—. Y fulanas, que empieza por la misma letra.
Levanto la vista y miro la hora. Todavía queda mucho para terminar la jornada.
—Piensa que es una vez en la vida. El fin del mundo, quiero decir. Lo de las furcias se puede hacer hoy también. Yo siempre tengo tiempo para furcias.
Asiento y emito un gruñido, pero no desiste.
—Mi padre me decía que nunca llegaría a nada, pero aquí me tienes. Voy a asistir al fin de los tiempos en primera fila, mientras que él no puede ver nada en la oscuridad de su tumba. ¿Quién es el fracasado ahora, papá?
—¿A qué hora es el fin del mundo? —me rindo.
—En la tele han dicho que a las once y media, pero puede retrasarse un poco. Por eso empezamos la fiesta a las nueve. Por cierto, que fiesta, fin, furcias y fulanas empiezan por la misma letra.
Yo suspiro. Ya podría ser el fin del mundo ahora.

lunes, 8 de marzo de 2010

Terremotos

—Arrepentíos —dice un cura que aprovecha la catástrofe para hacer proselitismo—. Dios os ha castigado por vuestra falta de fe, por no obedecer sus mandamientos. Aceptad a Cristo como vuestro salvador y éste os protegerá de toda desgracia.
—Perdone, pero entonces Dios trabaja como la mafia —protesta un hombre que busca entre las ruinas de su casa.
—¿Veis, hermanos? Es por culpa de estas actitudes heréticas que Dios nos castiga —grita el cura.
La gente responde apedreando al hombre.

domingo, 7 de marzo de 2010

Discrepancias

—Menos mal que nunca te tomo en serio.
—Sí, menos mal...

sábado, 6 de marzo de 2010

Paisaje imaginario 2000

Un desierto de arenas blancas por el que voy andando sin rumbo fijo. Buitres en el cielo, escorpiones bajo las rocas. Un escritorio en medio de esta nada y un señor sentado detrás de él.
—Buenos días —digo yo.
—Buenos días —me contesta él.
—Creo que me he perdido.
—En casa como en ningún sitio, ¿no?
Yo me miro los zapatos por si llevara unos de rubíes como en El mago de Oz, pero no es el caso.
—Es que me siento un tanto perdido en este desierto —contesto algo tontamente.
—Ya. Pero yo no soy el administrador, sólo soy el recepcionista.
—¿El recepcionista del desierto?
—No es un desierto cualquiera.
—¿Es un desierto de aburrimiento?
—No cite a Baudelaire, que no son horas —contesta con desgana—. Mire, no perdamos más el tiempo. Le están esperando.
—¿Quiénes?
—Ellas.
—Qué críptico es usted. ¿Y qué quieren ellas?
—Hablar con usted de dos mil días, seis años, yo qué sé. Sólo soy el recepcionista, le repito.
—Vale, perdone. ¿Y dónde me esperan?
—Siga en cualquier dirección hasta que encuentre un oasis.
—¿Un oasis de horror?
—Que no cite a Baudelaire, coño —protesta el hombre.
Nos despedimos y camino por el desierto, que sigue lleno de arena, escorpiones bajo las rocas y buitres en el cielo, hasta que al rato llego a un pequeño oasis, un diminuto vergel en medio de esta desolación. Junto a un manantial de cristalinas aguas, me encuentro sentadas a A y B, que llevan vaporosos vestidos blancos.
—Hola —digo yo, puesto que no se me ocurre nada mejor.
—Así que dos mil textos para pasar la noche —dice B.
—Así que seis años en esto —dice A.
—¿Tanto tiempo ha pasado ya? Si era sólo un entretenimiento sin importancia —contesto yo.
—¿Y ahora qué? —preguntan las dos.
—Pues más de lo mismo, imagino. No tengo planes para nada. Aunque podríamos aprovechar ahora que estamos los tres aquí y follar.
—Siempre igual, Míchel —se ríe A.
—Pues el caso es que no llevamos nada debajo del vestido —afirma B.
—Ya me había dado cuenta. Qué bien os sienta el blanco con esta luz.
—Claro, todo esto es tu fantasía —dice B acercándose a A y besándola—. ¿Ves?
—Perdona, estaba distraído y no me he fijado bien. Hazlo de nuevo.
Se ríen las dos. Entonces aparece Ad, también vestida de blanco, y dice:
—Míchel, eres un guarro.
—No es verdad, soy puro candor.
—Sólo te interesan el sexo y la literatura —responde N, que sale de algún sitio y se sienta con las otras.
—Y el alcoholismo —dice L.
—Ir de maldito —añade S—. Sólo venías a verme las noches que no te apetecía coger el autobús para volver a tu casa.
—Todo esto no es más que mala prensa —me defiendo yo.
—A mí me dijiste que querías colaborar conmigo —dice M—, pero sólo querías metérmela.
—No es verdad. Yo seguía interesado en el proyecto después de que nos acostáramos. De hecho, te quería para algo más. Te quería de musa.
—Claro, así tenías una rubia, una pelirroja y una morena, ¿no?
—La perfección.
—Yo soy mejor musa que esposa, Míchel —interviene A.
—Yo también. Las relaciones serias se me siguen dando fatal —dice B.
—Yo siempre seré Madame Bovary —dice Ad.
—Yo soy bipolar —dice P.
Y empiezan a hablar todas a la vez, reprochándome cosas o dando excusas para no estar conmigo o comentando anécdotas entre ellas. «Bah, mujeres», mascullo, y me marcho. Todavía me queda mucho desierto por andar.

viernes, 5 de marzo de 2010

Capítulo 1999

Vale, hemos llegado hasta aquí, que es mucho más lejos de lo que pensábamos, querida, y si bien es cierto que la vida no nos ha tratado con especial dureza (si hacemos la media entre los dos, por supuesto), sucede que pasan los años y no te tengo, y los años no van a volver, ni las oportunidades perdidas, ni las noches que hemos desperdiciado en no estar juntos. Pero también podemos esperar a que se acabe el mundo, claro.

jueves, 4 de marzo de 2010

El mundo como realidad

Y ella repite que hay otra realidad, pero dónde, pregunto yo, dónde está esa otra realidad. Y ella me observa con rostro serio y me pide que no mire esta noche debajo de la cama. Y yo, claro, al principio obedezco, pero me tiene intrigado con esto y no consigo conciliar el sueño. ¿Qué habrá debajo de la cama? ¿Un cadáver? ¿Un monstruo que me arrastrará a la oscuridad? La vieja pesadilla infantil. Así que al final miro debajo de la cama y no encuentro nada, sólo polvo y unas zapatillas viejas. Cuando se lo cuento a la mañana siguiente, se ríe y me dice que no entiendo nada, que precisamente la idea era que no mirara debajo de la cama.

miércoles, 3 de marzo de 2010

El mundo como voluntad

Y volver a la vida es volver a ti, dice con la boca pequeña. Porque ya no hay tiempo para estas cosas, para estos desmanes amorosos, para estas confesiones trasnochadas. La locura es todavía notoria, pero algún día aprenderemos a amar.

martes, 2 de marzo de 2010

El mundo como representación

Suena música en una habitación en silencio. Aparece un hombre que dice:
—Si suena música, no puede estar la habitación en silencio.
El autor rectifica. Suena música en una habitación. Aparece el hombre de antes. Dice:
—La vida, qué estafa. Si lo hubiera sabido antes, habría escogido otra cosa.
Entra una chica. Que el lector imagine a la chica más guapa que conozca y se hará cierta idea.
—No está tan mal —dice la chica—. La vida, ya sabes. Hay cosas peores.
—¿Cómo qué? —pregunta el hombre.
—No lo sé, el autor ha dejado en blanco esa línea de mi guión.
—Igual quiere que guardes un silencio interesante.
—U ominoso.
Se miran en silencio durante un buen rato, de forma grave e intensa.
—Me está entrando miedo —dice él.
—A mí también —contesta ella.
—¿Y si hacemos otra cosa?
—Miremos el guión.
El guión dice que se besen, pero no están de acuerdo. No han sido formalmente presentados y no quieren que el lector se lleve una idea equivocada.
—Yo me llamo Martina —se presenta ella—. ¿Y tú?
—Gustavo.
—Como la rana. Vaya nombre.
—La culpa es del autor, que me tiene manía.
—Claro.
—¿Nos besamos ya?
—Es pronto, no sé nada de ti —dice ella.
—Me gustan las tardes de lluvia y los perros mecánicos.
—¿Los perros mecánicos?
—A mí no me mires, viene en el guión.
—Ah, es verdad. Aquí dice que son lo último en tecnología japonesa.
—Tengo ochenta. Los colecciono.
—Una jauría mecánica. ¿Y son dóciles?
—Sólo cuando los desenchufo. Bueno, ¿qué llevas puesto?
—¿Es que tienes problemas en la vista? Llevo este vestido azul.
—Me refiero a debajo.
—Oye, te estás pasando de la raya.
—¡Que lo dice en el guión!
—Oh, pues es cierto: «él le pregunta qué lleva debajo; ella le abofetea».
—Creo que esa parte nos la podemos saltar —dice él.
—¿Seguro? Dicen que abofeteo muy bien.
—Las mejores bofetadas son las que sólo se insinúan.
—Eso te lo acabas de inventar, no viene en el guión.
—El autor me dijo que improvisara.
—No es justo, ¿por qué yo no puedo improvisar y tú sí? —se queja ella.
—Creo que lo hace para compensar lo de Gustavo.
—Vale, sí, tiene sentido.
—Bueno, ¿nos besamos ya?
—¿No quieres saber antes algo de mí?
—Ya me lo cuentas luego.
Se besan con pasión. Él le mete la mano por debajo del vestido. Cae el telón.

lunes, 1 de marzo de 2010

La vida

«Dinero, dinero, dinero», dice el niño. Yo miro a su madre sin entender nada y ésta me lo explica: «nada, que su abuela le ha dado dinero para que se compre una pelota y por eso lo repite tan contento». Yo asiento. Un momento después, el niño se acerca corriendo a unas chicas mientras sigue gritando: «dinero, dinero, dinero». Yo no puedo evitar decir: «vaya, tu hijo va a llegar lejos en la vida».