Era un buen poeta, pero su timidez le impedía recitar en público. Temía el rechazo, el juicio severo, la crítica. Por eso, para estar en un entorno confortable donde no se juzgara a nadie, iba a las reuniones de alcohólicos anónimos y se hacía pasar por uno de ellos. Decía que escribía poemas como forma de terapia y preguntaba si podía leerles alguno. Ellos le animaban a ello, le daban palmaditas en la espalda y luego, invariablemente, aplaudían a rabiar sus versos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario