viernes, 31 de diciembre de 2010

Dance me to the end of love

No voy a hacer balance, ignoro el déficit o superávit. No voy a hablar de los propósitos cumplidos e incumplidos. No recuerdo casi ninguno, la verdad. Creo que ya los había olvidado en verano. No, en la cabeza tengo otras imágenes, momentos importantes. Qué sé yo.
Me acuerdo de una tarde con María por las calles de Granada, bajo una tenue lluvia. De una librería en la que entramos para guarecernos un poco. De un libro que le regalé. Recuerdo que luego estuvimos en un bar y en un momento dado me dijo: «qué guapo te pones cuando sonríes», y yo pensé: «menos mal que es alcohólica». Me acuerdo también de una madrugada en la que, cuando terminamos de follar, se veía ya claridad en el cielo a través de la ventana empañada y me dio por pensar la cursilada de que había estado otras veces en Granada, pero nunca me había parecido tan bonita antes de esa mañana con María. Y despertar con ella y verla medio dormida, despeinada, farfullando vete a saber qué y yo recordaba entonces el largo camino hasta su cama desde aquella presentación literaria en la que la vi por primera vez. Y me decía: esta chica podría ser importante en mi vida. Me acuerdo también de una vez que me dibujó un corazón en el lado derecho del pecho. Un corazón lógico, razonable, para que hiciera de contrapeso del otro. Quizá no funcionó porque ella, como buena zurda, lo dibujó con la mano izquierda.
Recuerdo también la noche en la que me llamó Alba para decirme que me quería. Yo ya entonces sabía que no era cierto, pero de todos modos era bonito. Y aquel beso cuando hacíamos cola frente al cajero. Un beso perfecto: como si lo hubiéramos ensayado, aunque era todo lo contrario. Un impulso perfecto. Y era como si nunca hubiera pasado nada malo entre nosotros, como si lo natural fuéramos ella y yo juntos. Y aquella tarde en Cómpeta, que era como viajar a lo que podría haber sido.
Me acuerdo también de una vez con Babeth, en la Plaza del Dos de Mayo. Vestida de negro, con su abrigo rojo. Me parecía que nunca la había visto más guapa (era mentira: siempre me parece más guapa cuando está desnuda). Y la recuerdo riéndose: «es que me miras mucho». Hubo un momento en que se quejó en broma de los hombres diciendo: «es que lo queréis todo», y yo estuve rápido de reflejos y le contesté: «claro que lo quiero todo; por eso te quiero a ti». Pero no fue la última vez que la vi, eso fue en una pizzería en la que yo desviaba la mirada al espejo que había detrás de ella para no volverme loco de tanto observarla y desearla.
Me acuerdo también de Susana y el concierto de Sonic Youth. Del cascabel que llevaba en el tobillo. De aquella noche en la playa. De lo mucho que le tomaba el pelo por la homeopatía. De la mañana en la Oficina de Objetos Perdidos (de aquel beso repentino e irónico por acordarme de sus apellidos) y el desayuno bajo aviones de maniobras.
Eso es lo que recuerdo del año. No sé, creo que eso ha sido lo importante.

jueves, 30 de diciembre de 2010

El insomnio

La otra noche, a eso de las cinco de la mañana, estoy en la cama en una lucha a muerte. Es el insomnio o yo. Y gana el insomnio. Me siento en la cama, enciendo la luz y me digo: bueno, intentemos aprovechar el tiempo. Cojo una libreta y escribo. Sería bonito contar que descubro la cura del cáncer, pero me parece feo mentir a estas alturas. No, lo que hago es terapia. Hagamos una lista de las cosas que nos afectan, pienso (sin preguntarme por qué uso el plural mayestático). Empiezo con algo sencillo: el cambio climático. La verdad es que esto no es muy serio, porque, admitámoslo, no se puede decir que el cambio climático sea de las cosas que me quitan el sueño. Ya lo arreglarán los políticos, o me moriré antes, o qué sé yo. No es que vaya a solucionar el tema sentado en la cama, vamos. Así que paso a otra cosa: las ballenas. Pero las ballenas están pasadas de moda, me digo. ¿Cuándo estaban de moda? ¿En los ochenta? ¿De verdad soy tan viejo? No, no lo eres, volvamos a las ballenas. Y al Amazonas. ¿Y qué hay de la lluvia radiactiva? ¿No se ocupará Bob Geldof de todo esto? Y Bono, claro. Así que tachemos también estas cosas. Qué lista tan lamentable llevo. ¿Y para esto me he dejado vencer por el insomnio? Oye, no te hagas el machote, no te has dejado ganar: el insomnio te ha dado una paliza. Vale, sí, pero era una forma de hablar. Ya, ya, una forma de hablar, a mí me vas a engañar. Cállate y sugiéreme algo, que no me ayudas en nada. ¿Por qué no escribes su nombre? ¿Su nombre? No te hagas el tonto. No, si no me lo hago, ¿pero es totalmente necesario? Yo diría que sí, por eso te cuesta tanto hacerlo. No es eso, es superstición, magia negra, qué sé yo. No me seas irracional ahora, hombre. No sé, ¿y si la dibujo desnuda? Sí, eso podría servir. Bien. Pues no te quedes ahí parado y empieza de una vez. Vale, vale, espera un momento... mira, ¿qué te parece? No, ella tiene las tetas más grandes.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Cavalleria rusticana

Escucho el Intermezzo de Cavalleria rusticana, como si esto fuera una peli de Scorsese, que no lo es. Vendría muy bien que en determinadas situaciones sonara una música épica de fondo; sobre todo a la hora de perder, que perder con música épica haría que la derrota fuera más dulce. Porque no es lo mismo silbar, no.

martes, 28 de diciembre de 2010

Obviedades

—La verdad es que me gustabas más como novia que como ex.
—¿Sí?
—Sí. Como ex resultas algo fría y distante.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Los amores envenenados

Una casa de la alta burguesía. En el sofá está sentado el SEÑOR PASCUAL. Entra el señor PICAPORTE.
PICAPORTE: Buenas tardes, señor Pascual.
SEÑOR PASCUAL: Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarle?
PICAPORTE: Soy Picaporte Pretaporter y he venido a pedir la mano de su hija Ana.
SEÑOR PASCUAL: ¿Cuál es Ana? Tengo tres hijas y mi memoria ya no es la que era.
PICAPORTE: Es la más joven y pizpireta.
SEÑOR PASCUAL: Ah, sí, buena elección. ¿A qué se dedica usted, caballero?
PICAPORTE: Soy francés.
SEÑOR PASCUAL: ¿Eso está bien pagado?
PICAPORTE: Más que ser español, pero menos que ser alemán.
SEÑOR PASCUAL: ¿Y hay posibilidades de ascenso?
PICAPORTE: No tengo parientes alemanes.
SEÑOR PASCUAL: Vaya. Entenderá usted que no puedo dejar que mi hija se case con el primer buscavidas que llama a la puerta, ¿verdad? Tengo un imperio que proteger aquí: el negocio familiar que levantó mi abuelo, que era ebanista. Mire qué muebles. Un hombre se define por los muebles que tiene, decía mi abuelo.
PICAPORTE: La verdad es que no entiendo mucho de muebles.
SEÑOR PASCUAL: Muy mal: un hombre sin muebles es un hombre sin raíces, siempre a la fuga. Hacen falta muebles para asentarse.
PICAPORTE: Me compraré un armario ropero hoy mismo.
SEÑOR PASCUAL: Los tenemos a muy buen precio. Siéntese aquí, que voy a traer el catálogo.
El SEÑOR PASCUAL sale, PICAPORTE se sienta en el sofá. Entra ANA.
ANA: ¡Picaporte!
PICAPORTE: ¡Ana!
Se miran, sin saber qué más decirse. Pasan cinco minutos. El público se impacienta.
ANA: ¿Qué haces aquí?
PICAPORTE: Voy a comprarle un armario a tu padre.
ANA: ¿De verdad has venido para eso?
PICAPORTE: Y para pedir tu mano.
ANA: Eres un machista, le das más importancia a la adquisición de un objeto que a mí.
PICAPORTE: Es tu padre, que me pone nervioso.
ANA: No le hagas caso, sólo piensa en muebles y en casarnos con potentados a las tres.
PICAPORTE: ¿A las tres de la tarde?
ANA: ¡A las tres hermanas!
PICAPORTE: Ah, ya decía yo. Le he contado que soy francés, pero creo que no le ha impresionado.
ANA: Mi padre sabe que no es una profesión seria. ¿Y si Alemania os invade de nuevo? Demasiados riesgos. ¿Por qué no le has dicho, por ejemplo, que eres suizo?
PICAPORTE: Me he dejado llevar por el patriotismo.
ANA: Un momento de patriotismo y me quedo soltera de por vida.
PICAPORTE: No dramatices, algo se podrá hacer. Seguro que puedo convencer a tu padre con mi magnetismo natural.
ANA: Mi padre no cree en el mesmerismo.
PICAPORTE: ¿Y si huimos juntos?
ANA: Sería inútil, mi padre nos perseguiría por todo el mundo como si fuéramos muebles fugados. No, la única alternativa que tenemos es asesinarlo.
PICAPORTE: ¿Seguro que es la única? Me parece algo drástico.
ANA: ¿Es que acaso no me amas?
PICAPORTE: Claro que te amo.
ANA: ¿No matarías por mí?
PICAPORTE: Supongo que sí...
ANA: Bien, está decidido. Lo haremos así: os traeré unos cafés. No te eches azúcar, que estará envenenado.
PICAPORTE: Te pones muy guapa cuando conspiras.
Sale ANA. Entra el SEÑOR PASCUAL, con el catálogo en la mano.
SEÑOR PASCUAL: Creo que tengo justo lo que necesita: un armario elegante a la par que urbano. Madera de fresno. Huele al Canadá.
PICAPORTE: ¿Urbano y canadiense?
SEÑOR PASCUAL: ¿Ve? Será como tener Montreal en casa. O mejor: cada vez que abra el armario, será como asomarse a Montreal. Seguro que le gusta. Ya sabe, allí también hablan francés.
PICAPORTE: ¿Y es muy caro?
SEÑOR PASCUAL: Seguro que podemos llegar a un acuerdo. Ya me entiende.
Entra ANA, con una bandeja. En ella lleva dos humeantes tazas de café y un azucarero. Deja la bandeja sobre la mesita y sale.
SEÑOR PASCUAL: ¿Cuántas cucharadas de azúcar?
PICAPORTE: Ninguna, gracias, me gustan las cosas amargas.
SEÑOR PASCUAL: Claro, como mayo y junio de 1940. No sea soso, ¿cuántas cucharadas quiere?
PICAPORTE: Es que soy diabético.
SEÑOR PASCUAL: Francés y diabético, ¿no? Perdone mi insolencia, ¿pero qué pensaba usted aportar al matrimonio con mi hija Ana?
PICAPORTE: Enséñeme cómo toma el café un verdadero hombre, por favor.
El SEÑOR PASCUAL se echa siete cucharadas de azúcar, para impresionar a PICAPORTE. Ambos beben con cara de asco, pero no dicen nada.
SEÑOR PASCUAL (hablando con dificultad): Yo necesito... que mi hija se case... con alguien que sepa... llevar el negocio. Un sueco... por ejemplo... que también... entienden de muebles.
El SEÑOR PASCUAL intenta levantarse del sofá, pero se desploma en la mesa, muerto. Entra ANA.
ANA: ¡La bruja ha muerto!
PICAPORTE: ¿Qué?
ANA: Perdona, siempre he querido decir eso, desde niña.
PICAPORTE: No importa. El plan ha funcionado, querida, somos libres.
ANA: Libres y con un negocio boyante de fabricación y exportación de muebles.
PICAPORTE: Yo no entiendo nada de muebles.
ANA: Ya aprenderás, mi amor, ya aprenderás.
El telón empieza a bajar, pero se queda a medio camino. Entra un GUARDIA CIVIL.
GUARDIA CIVIL: ¡Quieto todo el mundo!
PICAPORTE: ¿Qué sucede?
GUARDIA CIVIL: Quedan ustedes detenidos por asesinato.
ANA: Tiene que ser un error. ¡No hemos cometido ningún crimen!
GUARDIA CIVIL: Ahí hay un cadáver.
ANA: Sí, mi pobre padre. Estaba mal del corazón y le ha dado un ataque.
GUARDIA CIVIL: No me mienta, lo hemos escuchado todo. Tenemos micrófonos por todo el teatro. Hemos venido lo antes posible, pero hemos llegado tarde, está claro.
ANA: ¡Ha sido Picaporte, él me obligó!
PICAPORTE: ¡Ana!
ANA: ¡Y además es extranjero!
GUARDIA CIVIL: Todo eso díganselo al juez.
Entran dos guardias civiles y se llevan a ANA y PICAPORTE. El GUARDIA CIVIL habla ahora al público.
GUARDIA CIVIL: En cuanto a ustedes, lo han visto todo y no han hecho nada para evitarlo. Se han limitado a estar ahí sentados en silencio. Son cómplices de asesinato.
Entran más agentes de la Guardia Civil y detienen al público.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Je ne sais pas

Y me voy inventando los motivos. Improviso. Lo mismo con las instrucciones para entenderme. Instrucciones para ser Míchel Noguera. Insomnio. Sarcasmo. Desesperación. Este descreimiento general. Yo qué sé. Por qué vendrán a preguntarme cosas a mí. Si yo quería ser atracador de bancos y no autor secreto. Seguro que se vive mejor.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Cuento de navidad

Llevo ya un rato esperando para entrar en el servicio de este bar. Me pregunto si se habrá muerto el que ha entrado. O si se estará metiendo coca. O si tendrá problemas de próstata, que esto no es normal. Una pareja espera a mi lado y la chica entra en el de mujeres aprovechando que lo dejan libre. El chico me da conversación; me parece que es homosexual, así que la chica será una amiga. Luego sale ella y entra en el de mujeres él. Ahora es la chica la que me da conversación. Es muy guapa. Sería bonito que fuera el espíritu de las navidades futuras, pienso.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Pop

Y sigo persiguiendo la sombra de una ausencia. Persiguiéndote. Cuando nunca estás. Cuando nunca estás aquí.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Estas líneas

Digamos que fuera está el mundo, con todos sus problemas. Fuera de estas líneas, están la navidad y las calles decoradas con luces (la otra noche seguí las luces, pero no me llevaron a ninguna parte). Está también Assange. La lotería. Los controladores aéreos. El fútbol. La televisión. Obama. No hay sitio en estas líneas para nada de eso. Sólo para ti. Y no te estoy llamando gorda.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

La literatura sentimental

Me escribe una editorial para decirme que mi obra es muy interesante, pero no. Y, de pronto, la literatura me recuerda bastante a alguna mujer.

martes, 21 de diciembre de 2010

Las voces

—Doctor, a veces oigo voces.
—¿No será la radio?
—No me toma usted en serio.
—Perdone, no he podido evitarlo. Me ha parecido una réplica tan ingeniosa...
—No sé yo si en el Juramento Hipocrático entran las réplicas ingeniosas, pero en fin. Como le decía, a veces oigo voces.
—¿Cómo son?
—Suele ser una voz masculina.
—¿Bajo, barítono o tenor?
—Pues no lo sé, no entiendo de esas cosas. Además, no me canta nada.
—Si no le canta, creo que podemos descartar definitivamente la radio.
—¿No la habíamos descartado ya?
—Nunca se sabe. Veamos: dice que suele ser una voz masculina, ¿no? Eso significa que, en ocasiones, escucha una voz femenina.
—En efecto.
—¿No serán los vecinos?
—¡Doctor, escucho las voces en mi cabeza!
—Vale, vale, era sólo para estar seguro. ¿Qué le dicen las voces?
—Cosas como que llevo la bragueta abierta. O los cordones desatados. O la corbata mal anudada.
—¿Y es verdad o no?
—A veces es verdad. Otras, no. Es como si lo hicieran para reírse de mí.
—¿Por qué? Si le avisan, es que tienen buena intención. Y cuando no es cierto lo que dicen, ¿se le ha ocurrido pensar que quizá simplemente se hayan equivocado? En un exceso de celo, ya sabe.
—No se me ha ocurrido verlo así, no.
—Por lo que a mí respecta, no tiene un problema psiquiátrico. Es más, tiene asesores de imagen invisibles que se preocupan por usted. Ah, qué no daría yo por una voz que se preocupara por si voy bien peinado, me señalara una mancha en la camisa o me avisara cuando no me pongo calcetines del mismo color. Uno va tan distraído...

lunes, 20 de diciembre de 2010

La política

Voy en el autobús intentando leer, pero no me dejan. Me distraen un venezolano y un argentino que discuten de política. Concretamente, no se ponen de acuerdo en qué políticos son los más ladrones: cada uno dice que los de su país. Se me ocurre que es otra forma de patriotismo.

domingo, 19 de diciembre de 2010

La ilusión

Todo lo que tú tocaste, yo lo convertí en magia.

sábado, 18 de diciembre de 2010

La herida

Que soy una herida abierta ya lo sabemos, pero llega un momento en el que no sientes nada. Es como la muerte, supongo. La muerte tras la larga agonía del anhelo. O algo así. Yo ahora estoy aprendiendo. Así que cierro la puerta y te dejo dormir.

viernes, 17 de diciembre de 2010

La máquina del tiempo

—Así que quiere usted viajar en el tiempo.
—Qué comienzo tan abrupto.
—Es para ir directamente al meollo del asunto, a la acción.
—Pero es descortés. Podríamos presentarnos antes, al menos.
—No es importante para el relato.
—Es importante para la sociedad. La educación, las buenas maneras. Se están perdiendo los valores, ya lo decía el padre Edelmiro. Era el cura de mi pueblo, ¿sabe? Un pueblo pequeño, de los que también están desapareciendo. Éramos cien habitantes, si la memoria no me engaña.
—Está usted dando información irrelevante para los lectores. Así no avanza el relato.
—Que le den al relato. ¿Tan importante es? ¿Acaso tenemos que deshumanizarnos por el bien del relato? Yo quiero presentarme y hablar de mi pueblo si me apetece.
—Vale, vale. Me llamo Tobías y me dedico al negocio de los viajes en el tiempo.
—Tobías es nombre de perro.
—Interesante y amable observación. ¿No será Toby?
—Una vecina mía tenía un perro llamado Tobías. Era un perro moteado, de mirada triste. Se parecía a usted.
—Le aseguro que no soy el perro de su vecina.
—Bien, porque no me gusta hablar con perros. Yo me llamo Antonio.
—Encantado. Ahora que ya nos hemos presentado: está usted interesado en viajar en el tiempo, ¿no es así?
—En efecto. Soy una persona llena de inquietudes y esta mañana, al mirarme en el espejo, me he dicho: de hoy no pasa, tienes que viajar al pasado.
—Muy loable. ¿Y a qué época le gustaría viajar?
—Al vigésimo cumpleaños de mi prima Margarita.
—¿En serio? ¿No preferiría, qué sé yo, viajar a la Roma de Julio César?
—No. Quiero viajar al vigésimo cumpleaños de mi prima Margarita.
—¿Puedo preguntarle por qué?
—Porque quiero acostarme con ella. Aquella tarde, en la fiesta de cumpleaños, todos bebimos mucho, ¿sabe? Y ella acabó en la cama con el tío Alberto. Siempre he lamentado no haber intentado nada aquel día.
—Así que quiere ir atrás en el tiempo para follarse a su prima.
—Eso es.
—Bien. Aquí tiene una magdalena.
—No, gracias, no tengo hambre.
—Le estoy dando la máquina del tiempo, hombre.
—¿Una magdalena proustiana? Qué típico.
—No empiece de nuevo a quejarse del relato. Será una magdalena proustiana, pero funciona. Sólo tiene que mojarla en el café y se verá transportado al pasado.
—¿No era en el té?
—No, era café.
—¿Seguro?
—Bueno, el líquido es lo de menos. Como si quiere mojarla en leche.
—¿Puede ser de soja?
—Qué asco.
—Oiga, que es muy sana.
—Podría remojarla en brandy, que además ayudaría a meterle en situación, pero usted verá.
—¿Me la tomo en ayunas o durante las comidas?
—Cuando usted quiera. Lo esencial es mojar.
—Desde luego, ésa es la idea.
—Vaya final atroz. Y pensar que era usted quien se quejaba del relato.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Teletipo

Me cansan las niñas que aman a Bukowski.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La foto

El otro día recorté de una revista la foto de una mujer desnuda, que es algo que no hacía desde la adolescencia. Ni siquiera lo hice con la idea de masturbarme después. Era un reportaje en el que diversos fotógrafos hablaban de sus cámaras preferidas. Y allí estaba ella: la chica, sentada en la cama, mirando a la cámara con ojos retadores (y pechos también retadores), bajando con una mano el ínfimo tanga que cubría su pubis. Por alguna extraña razón, debajo de la foto había un texto del fotógrafo explayándose en las virtudes técnicas de la cámara, pero ni una palabra de la modelo. El mundo no tiene sentido, pensé. Y la chica de la foto me miraba. Y yo la miraba a ella. Creo que su cuerpo me recordó a una antigua amante. Ahora la foto está en la mesa de noche y la miro siempre antes de acostarme. Es como si nos dijéramos algo, aunque no se me ocurre qué.

martes, 14 de diciembre de 2010

Gente feliz

Estoy viendo un videoclip de gente feliz. Los videoclips de gente feliz parecen anuncios de algo, como si quisieran venderte pantalones o coches o bebidas. El caso es que la canción es pegadiza. Así es como se meten en tu cerebro, claro. Casi dan ganas de adoptar la sonrisa impostada y bailar espasmódicamente sin motivo aparente. Uno llega a la conclusión de que si los nazis no ganaron la guerra fue por falta de videoclips de gente feliz.

lunes, 13 de diciembre de 2010

El futuro es sólo una promesa

Estaba yo el otro día en casa de unos amigos emborrachándome convenientemente cuando llegó una pareja amiga del anfitrión. Él tenía aspecto de vendedor de seguros o de biblias, ella parecía una chica intelectual razonablemente estable. Quizá era por las neuronas que iba perdiendo mientras trasegaba la cerveza, pero me dije: esto es lo que te vendría bien a ti, Míchel; una buena chica. ¿Cuánto hace que no estás con una buena chica? Es más, ¿alguna vez ha sucedido eso? Sí, las locas que te recitan poesía francesa están muy bien, sobre todo cuando tienen tetas grandes y firmes y un culo que resiste impactos directos de misiles nucleares, pero tienes que empezar a pensar ya como un economista. La economía sentimental, hombre. Una chica como la que está sentada en el sofá es un valor seguro. No te rompería el corazón y luego alegaría condición de musa. No. Seguro que incluso censura actitudes así. Por qué no, al fin y al cabo estoy inventándome todo esto mientras bebo. Aunque quizá el sexo con ella sería algo soso, porque hay que reconocer que las locas follan mejor que nadie y... no, hombre, no empieces de nuevo. Siempre igual.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El vagón de metro

Frente a la estación de tren, viendo desde lejos el vagón de metro que han puesto de exposición para que la gente se haga una idea de lo que tendrá cuando finalmente llegue el metro a la ciudad. Y la gente entra en ese vagón que no va a ninguna parte y yo pienso que es una metáfora perfecta.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Alba

Hoy Alba y yo haríamos diez años. Esto de las efemérides es un poco idiota, que nos quedamos con ciertas cifras por significativas cuando en realidad es un convencionalismo. ¿Por qué es más importante diez años que nueve? O que once. Cifras redondas para aceptar el paso del tiempo. Para llevarte la mano a la frente de forma efectista y decir: es increíble. Efemérides como memento mori.
Pero es cierto que es muchísimo tiempo. Es como si hubiera pasado en la vida de otro. O como si fuera una novela que leí hace mucho y que no recuerdo bien. No consigo recordar quién era yo entonces, cómo era la vida con menos cinismo. No recuerdo quién era yo, pero sí me acuerdo de muchas cosas con ella. Esa sensación tonta de felicidad sólo de verla, por ejemplo. Esas conversaciones delirantes en el tren. Esas tardes en la playa. Escribir para ella. Cuando íbamos al laboratorio de su facultad a revelar fotos y yo sólo quería meterle mano. Que empezara a leer En busca del tiempo perdido porque escribí un relato en el que una chica leía a Proust en el desayuno. Aquello de «yo ladro». Cuando le decía que me enseñara las bragas. Cuando cumplió veinte años, que se quejaba en broma de que los atentados del 11 de septiembre le habían robado protagonismo. Aquellas veces que follamos sin que se quitara el sujetador porque le había dejado los pezones irritados y no se fiaba de mí.
A veces también me acuerdo de cuando me porté mal con ella. De veces que hice que llorara por tonterías. Como una vez, al principio, cuando ella acababa de cortar con su anterior novio (para estar conmigo) y lo nuestro lo manteníamos en secreto. Recuerdo que estábamos hablando por teléfono y me dijo que al día siguiente iría con su madre a no sé dónde, a lo que le propuse vernos justo después para ir juntos a la universidad. Ella me dijo que no por temor a ser descubierta por su madre y yo me enfadé por orgullo idiota y me mostré muy frío el resto de la conversación. Luego me arrepentí, la llamé de nuevo y estaba llorando (aunque al final quedamos al día siguiente a la hora que yo quería, así que la moraleja es que hay que tratar mal a las mujeres). Discusiones idiotas que uno ahora no entiende.
En realidad, la presencia de Alba en mi vida es menos importante que su ausencia. Al fin y al cabo, sólo estuvimos juntos dos años y pico. Luego decidió irse siete años con otro y tener un hijo con él. Yo con ella sólo tuve esos dos años y la mitología que construí en soledad. Mitología de la que forman parte cosas como la primera vez que la vi: llevaba una falda ajustada con la que se veía obligada a subir los peldaños a saltitos (creo que ella tenía quince años). O las conversaciones de película de Woody Allen después de la ruptura, como aquella vez que íbamos por la calle y me dijo: «aunque ahora esté con otro, tengo muy claro que voy a acabar contigo». Y yo le contesté: «no, si yo también tengo claro que vas a acabar conmigo, guapa».
Qué sé yo. Madurar es aprender. Aprender que el pasado es una historia que ya no te sirve para nada.

viernes, 10 de diciembre de 2010

La voz

La voz, que bien podría ser Dios o Satanás, le ordena al hombre que se levante de la cama y se enfrente a la vida, que le está esperando. Esto no es justo, piensa el hombre, que la vida está armada y es peligrosa y él sólo es oficinista. La voz lee los pensamientos del hombre y le acusa de cobardía y desacato. Él se pregunta si no podría haberle tocado una voz más simpática, aunque le ordenara asesinar a sus familiares o algo por el estilo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Las alucinaciones visuales

—Perdona, pero tu escote lleva mirándome toda la noche.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Las alucinaciones auditivas

Voy caminando por la calle y me detengo de vez en cuando, pues tengo la impresión de que alguien me llama. Y no cualquiera, sino una mujer bonita, como tiene que ser. Escucho claramente que pronuncia mi nombre con el deseo propio de estos casos (de las alucinaciones auditivas, se entiende). Así que me detengo, como digo, y miro en derredor, pero no hay nadie, lo he soñado; o quizá no era a mí, sino a cualquier otro que andaba por la misma calle.

martes, 7 de diciembre de 2010

Inventarse el amor está demodé

Ya no tengo edad para estar enamorado así. No es serio. Ya está bien de inventarse el amor a partir de retazos. Ya sé que ninguna chica me gusta más que tú, pero uno no puede mantenerse con sarcasmo, aunque sea divertido decirte que me obligas a ir de cama en cama y preguntarte cuándo vas a hacer de mí un hombre decente. Y es cierto que las otras sólo son metadona —con algo tendré que combatir el síndrome de desamor—, por eso no consigo olvidar que no puedo volver a las noches pasadas contigo. Pero ya está bien de todo esto, que no voy a llegar a viejo si sigo de esta manera, con este día a día de fabulaciones para sobrellevar el vacío, cuando yo lo que quería era sentarme al final del camino y declararme feliz por haber vivido tanto junto a ti.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Petulancias

Si te tiro los tejos es sólo porque quiero lo mejor para ti.

domingo, 5 de diciembre de 2010

El yeti

Un relato que he escrito para el número de diciembre de la revista Pezespada:

http://www.revistapezespada.com/2010/12/el-yeti-por-m-noguera.html

sábado, 4 de diciembre de 2010

Como un amor adolescente

Estoy mirando ahora una foto de una época en la que yo aún no sabía que ella existía. Y no sé qué siento, pero es muy extraña la vida.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Ministerio de Literatura

Ministerio de Literatura. Un escritorio y una SECRETARIA sentada ante el ordenador. Entra un ESCRITOR.
ESCRITOR: Buenos días.
SECRETARIA: Buenos días. ¿Tiene usted cita?
ESCRITOR: Hace meses que no, pero si usted quiere... Vayamos a tomar algo.
SECRETARIA: Lo que quiero decir es si tiene usted cita para ser recibido hoy.
ESCRITOR: Ah, ya me parecía raro. Pues tampoco. ¿Es necesario tenerla?
SECRETARIA: No, pero desgrava. No importa, hoy es un día muy tranquilo y el ministro puede recibirle. Pase.
El ESCRITOR pasa al despacho del MINISTRO, en la otra mitad del escenario.
MINISTRO: Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?
ESCRITOR: ¿Buenas tardes? Hace un momento era «buenos días».
MINISTRO: Me temo que no puedo ayudarle en eso: vaya al Ministerio del Tiempo. Pero no del tiempo meteorológico, sino del otro. Cierre la puerta al salir.
ESCRITOR: ¿Qué? No, no, mi problema es otro.
MINISTRO: Vaya, normalmente el ardid de las buenas tardes funciona. En fin, ¿qué quiere entonces?
ESCRITOR: Venía a pedir una subvención.
MINISTRO: Acabáramos. Nunca entran sobornadores por esta puerta, siempre escritores en busca de subvención.
ESCRITOR: Creo que podría desarrollar mi obra si se me apoyara desde las instituciones.
MINISTRO: Ya, claro. ¿Y qué hace usted? ¿Es poeta maldito?
ESCRITOR: El que más.
MINISTRO: ¿Sí? ¿Cuántas veces se emborracha a la semana?
ESCRITOR: Hum. Siempre. Ahora mismo estoy ebrio.
MINISTRO: No vaya de farol conmigo.
ESCRITOR: Está bien, estoy sobrio, pero es por falta de apoyo. Si el estado me respaldara, yo podría pasarme el día bebiendo y montando grescas. En estos momentos me veo obligado a llevar un malditismo a tiempo parcial.
MINISTRO: Ya tenemos muchos malditos, creo que no hay presupuesto para más.
ESCRITOR: Vaya. ¿Entonces no puede ayudarme de ninguna manera?
MINISTRO: ¿Qué le parecería ser escritor secreto? Es una subvención menor, pero también tendrá menos gastos que como maldito.
ESCRITOR: Pero es que yo quiero llamar la atención.
MINISTRO: Y la llamará. Después de muerto, claro.
ESCRITOR: No es lo mismo.
MINISTRO: ¿Y usted qué sabe? ¿Acaso ha estado muerto antes?
ESCRITOR: No. Pero es que esperar...
MINISTRO: Amigo, son tiempos difíciles. Para todos. Yo le recomiendo que acepte la oferta. Quién sabe, quizá el año que viene algún maldito se haya muerto; piense que no tienen una larga esperanza de vida. Sea secreto un año. O dos.
ESCRITOR: Vale, creo que le haré caso.
MINISTRO: Así me gusta. Hable con mi secretaria, que le dará unos formularios.
El ESCRITOR sale. El MINISTRO coge un palo y unas pelotas de golf, las deposita en el suelo y amenaza al público con golpearlas en su dirección, consiguiendo desalojar la sala en cuestión de segundos.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Al margen

No se puede vivir al margen del mundo. Yo lo intento, pero siempre acaban embarcándome en alguna situación que habría sido mejor evitar. No importa: es material, pienso. Material para qué. Material del que no escribir, quizá. Recuerdo ahora a los hombres hechos y derechos que he visto arrastrarse por ti. Y yo esperando mi turno, cuando me consideraba mejor que todos ellos. Pero conozco la norma: sentir siempre el amor como una pena, nunca como una alegría.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Hay cosas que no me apetecen nada

Hay cosas que no me apetecen nada. Como este silencio. Como estas leyes Jim Crow contra mí. Como este exilio. Pero... Pero algo, que ahora no se me ocurre nada. Quizá mañana.

martes, 30 de noviembre de 2010

Flechazos

Me enamoré de ti porque nadie dice «fóllame» mejor que tú.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Vodevil

—No hay sitio en este silencio para los dos.
—¿Por qué no?
—¿Lo ves? Acabas de hablar.
—Tú lo has hecho antes.
—No seas rencoroso.
—Oye, eres cruel e injusta.
—Soy mujer, no es culpa mía.
—Excusas.
—¿Pero no me quieres?
—Sí, pero porque soy hombre, no es por elección.
—Bueno. Pero somos felices.
—¿Lo somos?
—Sí. A mi manera.
—Ah.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Los problemas del humor

Esto de estar deprimido viene fatal para escribir humor, porque al releer lo escrito no sabes si es que no tiene gracia o si simplemente no te ríes porque estás deprimido.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Una declaración de amor

—Oye, tengo que decirte algo.
—Dime.
—Me gusta verte, pero se me hace muy duro.
—¿El pene?
—¿Qué?
—Que si lo que se te hace muy duro es el pene. Al verme.
—No, no es eso.
—¿Entonces no se te pone duro? ¿No te excito?
—Sí me excitas, joder, pero no me refiero a eso. Te estoy hablando de amor.
—Ah, ¿pero tú crees en esas cosas?
—Claro. Estoy enamorado de ti. Y no te tengo. Por eso se me hace tan duro verte.
—¿De verdad no me estás hablando de tu pene?
—Te estoy hablando de una presión en el pecho que no me deja ni respirar.
—Una presión en la entrepierna, será.
—Te estoy diciendo que te quiero.
—¿Pero quieres follarme o no?
—Eh, claro, sí que quiero.
—¿Entonces? ¿Por qué no hablas de forma clara? ¿Qué es todo eso del amor y las presiones en el pecho? No me hables de entelequias e imponderables. Dime algo que pueda entender, algo que podamos compartir. ¿Qué puedo contestar yo a una declaración de amor? Eso es algo personal, algo íntimo que sientes tú, pero que de ninguna manera puedes transmitirme. Nadie puede entender el amor de otra persona. Pero dime que quieres arrancarme el vestido y reventarme a pollazos. Dime que quieres ponerme a cuatro patas y clavármela de un golpe. Dime que no vas a dejarme dormir en toda la noche, que vas a follarme hasta que salga el sol. Eso puedo entenderlo, eso puedo imaginarlo.
—Pero yo…
—Por favor, calla ya. Y fóllame.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Ante la nada

Últimamente le tengo aversión a la página en blanco, así que voy postergando el enfrentamiento con ella. Y sé por qué le tengo aversión: porque pelearse con ella no soluciona nada. Antes tampoco lo solucionaba, pero creía que sí. Pensaba que era una forma de enmendar la vida. Un rato. Un trozo de la vida. No sé, quizá no se pueda explicar de forma adecuada, pero digamos que era una sensación que funcionaba.

jueves, 25 de noviembre de 2010

En este momento

En este momento puedo decir que me he vuelto loco. Bueno, eso puedo decirlo en cualquier momento, pero ahora sería verdad. O puede que no. No sé, esto de la locura es algo muy confuso y nunca sabes qué pensar.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El amor en los tiempos de internet (3)

—¿Qué llevas puesto?
—Una camiseta rosa y un pantalón corto verde.
—Ajá.
—La verdad es que estos colores no combinan mucho.
—Pues desnúdate.

martes, 23 de noviembre de 2010

Recuerdos

Y recordar se parece a estar vivo, pero es mejor, porque puedes añadir notas a pie de página en las que de alguna manera te justificas. O bien en ellas desmientes el recuerdo. O directamente aprovechas para contar algo que no tiene nada que ver con el asunto.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Un momento perfecto

Ah, pues es verdad que es una laguna, dice ella cuando por fin llegamos. Pues claro, ya te dije que no era un estanque, contesto yo. Y nos sentamos en los escalones de madera para poder admirar el paisaje, aunque yo estoy más pendiente de ella, que esto ya lo tengo muy visto. Ella, que lleva poca ropa porque hace bastante calor (acaba de empezar septiembre), se sienta en mi regazo. Yo la beso y pienso en que podríamos follar ahí, pero no sólo hay patos en la laguna, también hay alrededor de ésta algunas familias que podrían no tomarse bien un espectáculo porno. Y el sol va bajando en el cielo, se va oscureciendo el lugar y se nos va acabando la cerveza. Y ella me habla de ir juntos a Santander o a Perú, que son sus lugares preferidos en el mundo. Y es un momento perfecto, pienso, pero sé que en realidad esto no significa nada, pues los momentos perfectos sólo sirven para guardarlos en el recuerdo, no para el futuro.

domingo, 21 de noviembre de 2010

La costumbre

Lo cierto es que ya no quiero conocer a nadie. No quiero volver a contar la misma anécdota. No. Ya la he contado muchas veces. Ya no la voy a contar mejor que aquella vez. O quizá sí, pero me aburre. Ya conozco muy bien mi vida, estoy harto de escucharla. Es agotador demostrar por enésima vez que soy un tipo genial. Háblame de ti. O mejor follemos directamente y conozcámonos luego, que ya habrá tiempo para que nos aburramos el uno del otro.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Salvoconductos

Un paso fronterizo para entrar en el recuerdo. Un soldado. Un turista.
SOLDADO: Alto, ¿se puede saber adónde va?
TURISTA: Quería visitar el país.
SOLDADO: ¿Tiene salvoconducto?
TURISTA: ¿Vale uno falso?
SOLDADO: Si es bueno, sí.
TURISTA: Échele un vistazo, me ha costado bastante.
SOLDADO: Es de buena calidad, lo ha hecho un experto falsificador, sin duda.
TURISTA: Ya le digo, me ha costado tres meses de sueldo.
SOLDADO: Pues le vale para estar tres días en el recuerdo.
TURISTA: No es mucho.
SOLDADO: ¿Viene por negocios o por placer?
TURISTA: Por placer. Para encontrarme con una mujer que he olvidado.
SOLDADO: ¿Es guapa?
TURISTA: No me acuerdo, pero espero que sí, para que valga la pena el esfuerzo.
SOLDADO: Bueno, siempre puede aprovechar para ver a los amigos de la infancia.
TURISTA: Eran todos unos cabrones. Mi infancia fue un infierno.
SOLDADO: Todos decimos lo mismo, pero no es verdad. Se era tan feliz de niño. Todo era un juego. No como ahora, que me paso el día en la garita, vigilando que no entre nadie ilegalmente para recordar.
TURISTA: ¿Vienen muchos?
SOLDADO: Demasiados. Y con las excusas más estúpidas. «Déjeme pasar un rato, que me he dejado algo en el recuerdo». Claro, claro. «Sólo voy a pasar a saludar, enseguida vuelvo». ¿Es que acaso tengo cara de tonto?
TURISTA: Claro que no, tiene usted una mirada despierta.
SOLDADO: No me haga la pelota, que ya le he dicho que puede pasar.
TURISTA: Ah, perdone. La costumbre.
SOLDADO: Tres días, ni uno más. No vaya a decir luego que se le olvidó, que la policía secreta no tiene sentido del humor.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Ante la tiranía

Me gusta eso que dices de que el olvido es un golpe de estado al individuo, aunque podría contestarte, únicamente por joder, que el olvido es sólo un golpe de estado a la memoria. Y que la memoria es una dictadura, así que el olvido es una revolución. Una revolución íntima y silenciosa.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Dimes y diretes

Después de una noche de amor. Nos levantamos tarde y almorzamos aún más tarde, como si la vida no nos esperase. De pronto, dice ella:
—Recuerdo que la noche en la que nos conocimos hubo un momento en el que tú y yo estábamos hablando... y no me acuerdo de lo que te dije, pero me miraste como si hubiera sido una tontería muy grande, giraste la cabeza y te pusiste a hablar con mi prima.
—¿Yo hice eso? —le pregunto.
—Sí —y se ríe.
Y por eso hay que tratar mal a las mujeres, niños.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Capítulo 2240

Te diré que no entiendo ni la mitad de las tradiciones. No son lo mío, no veo qué tienen de importante o especial, no respeto ninguna. Salvo la de pensar en ti, claro, que es una tradición que sigo de manera natural, sin pretenderlo, como si la llevara escrita en los genes.

martes, 16 de noviembre de 2010

Ante el recuerdo

Llamaron a la puerta. Era una señora vestida de negro que se presentó como el recuerdo. Un recuerdo triste, me dije enseguida. Un recuerdo de luto. La dejé pasar, que estaba siendo una tarde muy aburrida. Se sentó en el sofá y sacó un pañuelo con el que empezó a secarse las lágrimas. Me preguntó por mis planes de pasado. Me encogí de hombros. Me preguntó luego si ya no pensaba en ella. Me encogí de hombros. Me preguntó entonces si es que no sabía hacer nada más que encogerme de hombros. Yo, en un alarde de originalidad, me encogí de hombros. Ella respondió a esto lanzándome una mirada fulminante y llamándome nihilista. Ahora tendrías que estar haciendo algo de provecho, dijo, como escribir tus memorias. Yo le contesté que estaba esperando a tener Alzheimer, pues así tendría menos que escribir y sería una tarea más cómoda.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Revisionismo

Pensándolo bien, querida, si recuerdo a la perfección la lencería que llevabas en cada uno de nuestros encuentros tiene que ser porque hemos follado muy pocas veces.

domingo, 14 de noviembre de 2010

La infinitud

El soldado entra en su casa, que en realidad es un decorado. Su mujer, que en realidad es una actriz, le besa con pasión. Él le toca el culo, aunque en realidad no estaba en el guión. El tramoyista, que en realidad es el novio de la actriz, en venganza ilumina mal al soldado a partir de este momento.
SOLDADO: Cariño, traigo un hambre atroz.
Abre el macuto, saca el hambre y la deposita en la mesa.
MUJER: ¿Qué demonios es esto?
SOLDADO: Un hambre atroz.
El hambre lanza dentelladas a diestro y siniestro. La mujer, temerosa, se aparta de la mesa.
MUJER: Enseguida traigo algo de comer.
El soldado, en una demostración gratuita de los hábitos machistas, se repantiga en una silla mientras su mujer se afana en la cocina. Fuma tres cigarrillos en cada mano. Pone las botas embarradas sobre la mesa (pero lejos del hambre, que sigue mordiendo el aire). Canta a eructos la Marsellesa. Por fin, antes de que el público abandone la sala, viene la mujer con una olla, que pone ante él.
SOLDADO: ¿Qué es?
MUJER: Es un estofado infinito, como en los cuentos.
SOLDADO: Eso no puede ser, va contra las leyes de la física.
MUJER: Te equivocas. La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma. En este caso, se transforma en estofado.
SOLDADO: Eso es una tontería.
MUJER: Calla y come.
El soldado come a dos carrillos. El hambre va encogiéndose cada vez más en la mesa, boqueando con dificultad, hasta desaparecer cuando el soldado queda saciado.
SOLDADO: Mujer, es increíble: sigue habiendo la misma cantidad de estofado. Es un milagro.
MUJER: No, es pura física.
Por un agujero en el espacio-tiempo, entra un funcionario.
FUNCIONARIO: Buenas tardes. ¿Qué contiene esa olla?
SOLDADO: Estofado.
MUJER: Nada.
FUNCIONARIO: ¿En qué quedamos? ¿Estofado o nada? Tiene que ser una cosa u otra. A no ser que se trate de un delicioso estofado de nada, como el que preparaba mi difunta madre.
MUJER: Qué miedo.
FUNCIONARIO: Lo preparaba antes de ser difunta.
MUJER: Ah.
FUNCIONARIO: No intenten liarme. ¿Qué hay en la olla?
SOLDADO: Es un delicioso estofado. Mire.
FUNCIONARIO: Ya veo. No será un estofado infinito, ¿verdad?
MUJER: Por supuesto que no; somos gente sencilla.
FUNCIONARIO: Eso está bien. Porque saben ustedes que está prohibido usar alimentos infinitos, ¿no? Sólo está permitido en los cuentos.
SOLDADO: No conocemos las leyes, pero las obedecemos.
FUNCIONARIO: Bien. Supongo entonces que no les importará que pruebe el estofado. Sólo para cerciorarme.
El soldado y su mujer se miran, nerviosos.
SOLDADO: Claro, siéntese, está usted en su casa.
El funcionario se sienta a la mesa, saca una cuchara del bolsillo y prueba el estofado. De pronto, se le ilumina el rostro (mérito del tramoyista).
FUNCIONARIO: Sabe... sabe a infinito.
Se levanta y vuelca la olla, vertiendo su contenido en el suelo. Como se trata de un estofado infinito, pronto la habitación se llena de caldo, patatas, carne, verduras. Los personajes desaparecen para siempre en el estofado, pero antes se escucha de nuevo la voz ominosa del funcionario.
FUNCIONARIO: Esto es un uso ilegal de la ficción.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Ante el amor

No voy a decir las palabras malditas. No voy a decir que te quiero. No es conveniente. Pero creo que eres la chica más bonita del mundo y que la vida vale la pena porque tú te estás paseando por ella con aire distraído, deteniéndote sólo para mirarte en los escaparates (lo que explica que tardes tanto en llegar a los sitios).

viernes, 12 de noviembre de 2010

Ante el espejo

Leo cosas que escribí en el pasado y me descubro de nuevo. Qué bueno es este tipo, me digo. Y enseguida sé que no puedo igualarme. Mi antiguo yo es mejor. Es más joven y, por lo tanto, más ingenuo. Cree en cosas de las que yo me río. Que el esfuerzo tiene recompensa. Que van a reconocer sus méritos. Que la felicidad es posible. Qué idiota. Una energía envidiable, una prosa cojonuda, pero qué poco sabe de la vida.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Rabia

Estoy lleno de odio, lo que es un problema. En los noventa era todo más fácil, que estábamos llenos de desesperación adolescente, algo mucho más manejable y que además estaba de moda entonces. El instinto homicida, por el contrario, nunca ha estado bien visto (salvo, quizá, en los años treinta).

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Noviembre (2)

Las chicas van muy tapadas, es normal que haya más suicidios en esta época del año. Y todavía no ha llegado el invierno.

martes, 9 de noviembre de 2010

Noviembre

Es noviembre y el cielo está gris y pixelado. O eso o me falla la vista, que también podría ser. Estoy aquí para decir que tuve un accidente. No hubo daños personales, pero sí materiales: perdí cosas escritas y por escribir. No recuerdo casi nada. Supongo que es mejor así. Soy un señor zen en las afueras del desierto. El desierto de tu amor, que suena a canción pop. Me gustaría decir que esto —perderlo todo— me ha enseñado a ser mejor persona, pero sería mentir. No he aprendido nada. Las lecciones vitales me las invento sobre la marcha, como siempre, pero yo también sé que son mentira.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Nota para mis plagiarios

Mis textos no os van a servir para follar. Creedme, lo sé bien.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Ray Bradbury

Estoy sentado en el tren junto a una anciana inglesa que es clavada a Ray Bradbury. Si no fuera porque lleva falda y lee una novela barata de amoríos, pensaría que es él. Aunque podría ir de incógnito, se me ocurre de pronto. Quizá está documentándose para su próxima novela, que irá de extraterrestres que invaden la Tierra adoptando el aspecto de autores de ciencia ficción que se visten de mujer y leen novelas rosas en el transporte público. Pero qué tontería, me digo de pronto, si Ray Bradbury tiene noventa años; seguro que ya no escribe nada más.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Gente desconocida

Ayer tenía una llamada perdida en el móvil. El número era de un teléfono fijo, de Burgos. A quién conozco yo en Burgos, pensé, pero no se me ocurría nadie. Igual un amigo está de viaje y en Burgos se ha acordado de mí, me dije. Pero quién. Y por qué se acordaba de mí en Burgos. Qué había en Burgos que hacía pensar en mí. «En las calles oscuras y terribles de Burgos me acordé de ti». Aunque vete a saber cómo son las calles de Burgos, pues nunca he estado. Luego empecé a fantasear con que había sido una atractiva burgalesa que se dedicaba a llamar a números aleatorios en busca del amor. Bueno, amor u oferta equivalente. Y yo no había contestado. Había dejado pasar esa oportunidad. Esa oportunidad que ya no volvería, puesto que la chica luego habría llamado al siguiente número aleatorio. Ya no pasearía por las calles oscuras y terribles de Burgos junto a ella. Ya no sería yo el elegido. Pensé en llamar al número que aparecía en la pantalla del móvil y salir de dudas, pero me dio miedo que al final todo fuera más vulgar que lo imaginado, así que lo dejé estar.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Y el tocomocho sentimental

—Era una chica tan guapa, ¿sabes? Pero tenía una costumbre muy molesta.
—¿Cuál?
—Siempre se enamoraba de cualquiera que no fuera yo.
—Vaya, yo conocí a otra que hacía lo mismo.
—¿No enamorarse de mí?
—No, de ti se habría enamorado, seguro, pero por joderme a mí.
—Ah, si me la hubieras presentado...
—Ya.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Por estas cosas no me contratan

FORMULARIO A RELLENAR POR EL ASPIRANTE

Capacidades y competencias sociales: Mis habilidades sociales, como las de Atila, son recordadas durante generaciones.

Capacidades y competencias organizativas: Me rijo por las leyes matemáticas e inmutables del Universo.

Capacidades y competencias técnicas: Como todo chaval que creció viendo MacGyver y El Equipo A, tengo una gran facilidad para adaptarme al medio o adaptar el medio a mí.

Capacidades y competencias informáticas: Partí de un Spectrum y desde entonces sólo he ascendido.

Capacidades y competencias artísticas: «Oye, nena, yo soy un artista», que cantaban los Siniestro Total. Años de experiencia en el uso de la coma de Oscar Wilde.

Otras capacidades y competencias: Todas.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Me acuerdo

Me acuerdo de un San Valentín en el que una intensa lluvia nos pilló a Alba y a mí sin paraguas. Llegamos empapados a su casa, nos quitamos la ropa y nos metimos en la cama. A lo nuestro le quedaba poco más de un mes.

Me acuerdo de estar en la biblioteca de la Universidad de Castellón, leyendo mientras esperaba a que Babeth saliera del trabajo. Y las horas se me hacían eternas.

Me acuerdo de María hablando medio dormida por la mañana y no recordando luego lo dicho. Y acusándome, entre risas, de inventarlo todo.

Me acuerdo de una noche con Susana en la playa, con gaviotas amenazantes. Y un desayuno al día siguiente con el estruendo de cazas de combate sobre nuestras cabezas.

Me acuerdo de cosas así de vez en cuando, no sé muy bien por qué.

martes, 2 de noviembre de 2010

Recaer

De pronto te imagino de espaldas, levantándote la falda. Y sé que me voy a enamorar como si fuera la primera vez. O la última, no lo tengo claro.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Las horas perdidas

Y me acuerdo de algo que había decidido olvidar, pero es que al final el recuerdo siempre se impone, sobre todo si es un recuerdo que puede derribar el precario equilibrio que uno se había dedicado a construir cuidadosamente. Y ya es imposible dormir.

domingo, 31 de octubre de 2010

Las estrellas

—¿Ves esa estrella tan brillante de ahí? Es Sirio.
—Ah, sí. Israel le quitó los Altos del Golán, ¿verdad?
—No, no, eso fue a Siria.
—Bueno, he fallado por una letra.

sábado, 30 de octubre de 2010

El amor en los tiempos de internet (2)

Él: ¿Qué llevas puesto? Ten en cuenta que estoy deprimido.
Ella: Tendría que mentirte para animarte.
Él: Pues miénteme.
Ella: No llevo nada.
Él: Así me gusta.
Ella: ¿Ves qué bien te conozco?
Él: Sí.
Ella: Si fuese prostituta, sería tu favorita.
Él: Lo cierto es que se me está poniendo dura y todo; qué tonta es la mente.
Ella: ¡No, ahora no, que me tengo que marchar!
Él: Bueno, pues huye. Abandóname aquí con mi soledad y mi pene erecto.
Ella: Lo del pene erecto no inspira compasión.
Él: Ya. Pero tampoco te quedarías si lo tuviera flácido.

viernes, 29 de octubre de 2010

Gran salto adelante

—Vamos ahora a la Torre Eiffel.
—Vale. Vayamos con cuidado, no nos caiga un suicida encima.
—¿Un suicida?
—Claro, ya sabes: a los suicidas les encanta tirarse desde edificios emblemáticos. Por el simbolismo, supongo. Empire State Building, Torre Eiffel, las Torres Gemelas en su día... Y de puentes. En general, les gustan las alturas. Es ver un sitio elevado y no pueden contener el impulso de arrojarse desde él.
—Vaya.
—En algunos países es más complicado suicidarse. Imagina que vives en Holanda, en mitad del campo, y no tienes lugar desde donde saltar. Y no puedes cavar un hoyo profundo para tirarte en él, que seguro que encuentras agua.
—La dura vida del suicida.

jueves, 28 de octubre de 2010

Reset

Empezar de nuevo. Con alguna frase que recordaba, más o menos. La escribo y me la envío por correo. A partir de aquí edificaremos algo nuevo. Poco a poco. Como si fuera la primera vez.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Susana

Me gusta Susana, aunque no se lo digo mucho. Me gusta cuando se ríe de algo que ha dicho ella misma. Me gusta cuando pasea su cuerpo cimbreante por la habitación, vestida sólo con una camiseta. Me gusta cuando conduce como una loca a través del tráfico y se le sube el vestido y no se da cuenta. Me gusta su forma de hacerse la ofendida cada vez que le tomo el pelo. Me gusta oír el cascabel que lleva en el tobillo; sobre todo por la noche, mientras me voy quedando dormido lentamente y ella se remueve entre las sábanas. Me gusta Susana, aunque no se lo digo mucho porque estas cosas hay que callárselas siempre.

martes, 26 de octubre de 2010

Querer

Me lo preguntaba con tono tan acuciante que, por primera vez, noté que me invadía el desaliento; y, aún más que el desaliento, esa desesperación que se apodera de nosotros cuando nos damos cuenta de que, pese a nuestros esfuerzos, nuestros méritos y toda nuestra buena voluntad, nos topamos con un obstáculo insalvable.
PATRICK MODIANO, Calle de las Tiendas Oscuras


«¿Pero qué quieres de mí?», me preguntó ella.
«Pero qué no quiero de ti», pensé yo.

lunes, 25 de octubre de 2010

El desayuno continental

—«A veces cuando me aburro pienso en maneras de morirme» —dice ella.
—Yo prefiero leer —contesta él.
—Idiota. No es mío, es de Roger Wolfe.
—¿El qué? ¿El aburrimiento? ¿La muerte?
—El verso. Era un verso lo que he dicho.
—Ah.
—¿Te apetece un desayuno continental?
—¿Continental?
—Es como llaman en Inglaterra a un desayuno servido al estilo europeo.
—Pero es que estamos en Europa.
—Qué vulgar eres —dice ella, con hastío.
—Perdona, es que me pones nervioso. Eres muy bonita.
—Lo sé. No importa; vamos a desayunar.
—Bien.
—¿Sabes una cosa? A veces tengo mucho miedo por las noches.
—¿Eso también es de Roger Wolfe?
—No, joder, eso lo digo yo.
—Me temo que no he leído mucha poesía y me confundo con facilidad.
—Ya. Te estás untando mantequilla en la mano.
Él se mira la mano y ve que con los nervios no ha cogido la tostada, que sigue en el plato.
—Yo siempre desayuno así —improvisa.
Ella le mira con incredulidad. Él intenta disimular y se unta más mantequilla en la mano. Luego se la lame. Ella le mira con los ojos muy abiertos. Él empieza a sudar copiosamente, como si estuviera pensando: «dios, qué estoy haciendo». En su huída hacia adelante, se vierte aceite y sal en la mano mientras sonríe como un maniaco y sopesa la idea de arrojarse por la ventana, pues quizá entonces olvidaría ella todo este lamentable incidente del desayuno continental.

domingo, 24 de octubre de 2010

Bueno

La vida es una mierda, pero no me quejo.

sábado, 23 de octubre de 2010

Ayer, hoy, mañana

Te llamaba sólo para quejarme de lo lejos que está el pasado y para decirte que no te he olvidado, aunque puede que te inventara, no lo sé. Puede que el pasado fuera sólo un espejismo que hemos dejado atrás. Ya, ya lo sé, no es culpa de nadie. Hay que seguir. Mañana será otro día. Mañana. Mañana.

viernes, 22 de octubre de 2010

Algunas mujeres

Algunas mujeres me recuerdan quién soy
y otras hacen que me olvide.

martes, 19 de octubre de 2010

La pausa necesaria

Estos son los años que he invertido en nada. La vida que he dejado atrás. El camino que me ha alejado de todo lo que amaba.

lunes, 18 de octubre de 2010

Demoliciones controladas

He empezado por abajo la destrucción de mi vida.
Es tan sencillo.
No hay apenas cimientos.

domingo, 17 de octubre de 2010

Y el tercermundismo literario

Uno manda un relato a un concurso como quien manda una carta de amor. Y ya sabemos en qué quedan las cartas de amor.

sábado, 16 de octubre de 2010

El amor en los tiempos de internet

Él: Hola.
Ella: Hola.
Él: Me gustas mucho.
Ella: Si no me conoces.
Él: Digo físicamente. He visto tus fotos.
Ella: Ah.
Él: ¿Qué haces?
Ella: Veo vídeos de gatos.
Él: Ah.
Ella: Sí.
Él: ¿Qué llevas puesto?
Ella: El pijama.
Él: ¿Cómo es?
Ella: Rosa.
Él: ¿Es sexy?
Ella: No sé.
Él: ¿Me pones la webcam?
Ella: ¿Para qué?
Él: Para ver tu pijama.
Ella: No es tan interesante.
Él: Vaya.
Ella: ¿Quieres ver un vídeo de gatos?

viernes, 15 de octubre de 2010

El último adiós

—Buenos días, somos de la funeraria.
—¿Y qué quieren?
—Llamábamos para saber si tiene pensado morirse próximamente.
—¿Cómo dice?
—Verá, el negocio no va todo lo bien que quisiéramos, así que intentamos llevar un presupuesto más estricto. Más científico, por así decirlo. Bueno, ¿se va a morir o qué?
—¡Oiga, no son maneras!
—Perdone, pero es que tenemos que ahorrar también en las llamadas, de ahí que vaya directamente al grano. Dígame: ¿Por qué no quiere morirse? ¿Tiene algo contra nosotros? ¿Qué queja tiene de nuestros servicios como empresa?
—No es que tenga algo contra ustedes, es que no quiero morirme.
—Todos tenemos que morir.
—¡Pero no ahora!
—¿Por qué no? Es un momento tan bueno como cualquier otro. ¿Es que ha quedado con alguien?
—De hecho, estoy esperando visita. Vienen unos amigos a casa a tomar algo.
—Perfecto. Puede recibirlos muerto.
—No creo que sea lo más educado.
—Imagine el impacto que tendrá en sus vidas. Le recordarán siempre.
—¿Y de qué me sirve eso a mí?
—Amigo, no hay nada más glorioso que la gloria, si me permite la redundancia. ¿Se le ocurre algo mejor que ser siempre recordado por sus amistades? Con cariño y estremecimiento. Piense en la escena: sus amigos se encuentran la puerta del piso abierta, entran y le ven sentado en el sillón, difunto y en batín.
—No tengo batín.
—Pues en pijama, aunque el efecto dramático no es el mismo. Póngase una copa de brandy en la mano, para compensar.
—No creo que me dé tiempo a morir. Tienen que estar al llegar.
—¿No tiene matarratas en casa?
—No.
—Podría dejar el gas abierto, pero entonces tendría que cerrar la puerta. Vaya problema.
—¿Qué hacemos entonces?
—Ya lo tengo: concéntrese y trate de tener un infarto.
—¿Así, de repente?
—¿Tiene una idea mejor?
—Pues...
—Probemos. Llámeme si no se muere.

jueves, 14 de octubre de 2010

En realidad

—En realidad, funcionamos de forma parecida: yo estoy con otras porque no quieres estar conmigo y tú estás con otros porque no quieres estar conmigo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

...

Nadie te conoce mejor que yo, que te he inventado un millón de veces.

martes, 12 de octubre de 2010

Casting

—Así que quieres que sea un personaje de tu novela.
—Eso es.
—¿Tendré mucho diálogo? En un relato estuve todo el rato sentada en la barra, esperando que el narrador se acercara a mí, pero al final se marchaba sin decirme nada.
—Serás un personaje importante.
—Quiero ser rubia. Nunca he sido rubia en ningún texto.
—Hecho.
—¿Qué hay de mi motivación?
—¿Qué?
—Ya sabes. ¿Qué haré en la novela y por qué?
—Básicamente, le harás la vida imposible al protagonista.
—¿Cómo? ¿Pequeños sabotajes cotidianos?
—Más o menos. De forma romántica.
—Ah, es una novela de amor.
—Es una novela de amor.
—¿Narrada en primera persona?
—Narrada en primera persona.
—Vale, acepto. ¿Cuándo empezamos?
—Tengo pensado ponerme a escribir a partir de este fin de semana.
—Bien. Sólo otra cosa: no voy a acostarme contigo.
—Pero las musas y los autores...
—Yo no. Ya no.
—Vaya.

lunes, 11 de octubre de 2010

Logística

Tanta tristeza y a mí se me está acabando el sarcasmo.

domingo, 10 de octubre de 2010

Quatuor pour la fin du temps

El desierto. Un HOMBRE se guarda arena en los bolsillos. Lo hace una y otra vez, afanosamente. Aparece un PROFESOR. Lleva un salacot.
PROFESOR: Buenas tardes.
HOMBRE: Buenas tardes.
PROFESOR: ¿Qué hace?
HOMBRE: Calor.
PROFESOR: No, me refiero a qué hace usted.
HOMBRE: Recojo arena. Para después.
PROFESOR: Qué enigmático es usted; parece ruso.
HOMBRE: No me consta serlo. ¿Y usted? ¿Qué se le ha perdido por aquí?
PROFESOR: El tiempo.
HOMBRE: Qué respuesta tan típica.
PROFESOR: Es culpa del autor, que es perezoso.
HOMBRE: No me diga.
PROFESOR: Sí. Pero porque no cobra lo suficiente.
HOMBRE: Eso se lo ha hecho decir el autor.
PROFESOR: Sí, lo confieso. Pero el autor merece un trato mejor.
Saca una pancarta que dice: «Libertad para el autor». Se escuchan tímidos aplausos entre el público. Tres aplausos, para ser exactos. Y una tos.
HOMBRE: Bueno, ya basta. ¿Conoce la salida del desierto? Ya no me cabe más arena en los bolsillos.
PROFESOR: Cualquier dirección lleva fuera del desierto. Eventualmente.
HOMBRE: Como filósofo es usted pésimo.
PROFESOR: No he dicho que sea filósofo.
HOMBRE: Pero lleva usted un salacot. Como Hegel.
PROFESOR: No recuerdo que Hegel llevara salacot.
HOMBRE: Vale, da igual. ¿A qué se dedica entonces?
PROFESOR: Invento leyendas africanas.
HOMBRE: ¿Leyendas africanas?
PROFESOR: Sí, están muy solicitadas en las conversaciones de café europeas. Yo las invento y luego las vendo. Al fin y al cabo, ¿qué sabe la gente de tradiciones africanas? Pero a los intelectuales de salón les encanta pontificar.
HOMBRE: Ya veo, hace usted un servicio a la sociedad occidental.
PROFESOR: Sí. La última que he escrito va de Dios y un elefante, ¿quiere que se la cuente?
HOMBRE: No, gracias; yo soy más de leyendas asiáticas.
PROFESOR: Qué calamidad, de ésas no sé nada.
HOMBRE: Mejor.
Aparece de pronto una hermosa MUJER vestida de manera provocativa.
MUJER: ¡Soy la salida del desierto!
El público, esta vez de forma unánime, se levanta y abandona la sala, dirigiéndose a la taquilla para exigir la devolución de su dinero.

sábado, 9 de octubre de 2010

Intermedio

—Anoche soñé contigo. Estuvo muy bien. En mis sueños siempre eres cálida.

viernes, 8 de octubre de 2010

Volver a ti

Volver a ti y otros actos de veteranía kamikaze. Volver a la chica que no está en mi vida, sino en la de otros. Un amor fundado en la ausencia, en el ansia; no en el día a día, como se construyen los amores normales. Un amor fundado en el silencio, en el vacío, en el anhelo. La destrucción sostenible. «Yo me destruyo para saber que soy yo y no todos los demás», que decía Artaud. Yo ni siquiera me destruyo para eso. No. Lo hago porque es mi elección ante el resto. Me destruyo para hacerlo yo y no que me destruyan otros.
Porque me dejo la vida en momentos acabados, en amigos que se marchan, en amores que no llegan. El pasado que no tuvimos, los besos que no te di.
Sólo hay melancolía en todas partes, el amargor en la lengua, la quemazón en la piel. Y de nada vale poner todo esto por escrito. La literatura no puede salvar a nadie. La vida no está entre las cien paredes de una novela.
No hay más que una desolación eterna.
Y las noches perdidas y los fracasos tempranos.
Y la reconstrucción mental de la amada. Pasear contigo a todas horas por estas calles oscuras y solitarias de la imaginación, que es todo lo que puedo permitirme. El monólogo interior que es siempre el amor. El monólogo interior que es siempre el desamor. El monólogo interior que es siempre la vida. Una historia que nos contamos para poder seguir viviendo. Pero tú eres verdad. Nada más es verdad. «I never thought I'd need so many people», cantaba Bowie. Yo lo cambio: nunca pensé que sólo te necesitaría a ti.

jueves, 7 de octubre de 2010

Borrar

Porque no quiero olvidar, escribo, pero es mentira. He dedicado mi vida entera a olvidar.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Capítulo 2200

Amarte es estar de rodillas
y yo ya empiezo a tener una edad.

martes, 5 de octubre de 2010

Guerra de sexos

—Hay un ratón en el cuarto de baño —dice ella.
—¿Y qué quiere?
—Déjate de bromas y acaba con él.
—¿Yo? ¿Y qué sé yo de capturar ratones? ¿Te crees que he hecho un curso o algo así?
—Pero eres el hombre.
—¿Y qué?
—Que es tu labor. Los hombres cazáis, lo lleváis en la sangre. Desde las cavernas.
—Bueno, sí, pero no es un mamut, es sólo un ratón.
—Más a mi favor: la tarea será más sencilla.
—Vale, vale, ya voy. Eso sí, que conste que lo cocinas tú.
—Imbécil.

lunes, 4 de octubre de 2010

Romanticismo

Estando en la cama, le cuento unas anécdotas sentimentales de un par de amigos y dice: vaya, sois todos unos románticos. Yo la miro y le pregunto: ¿cómo que todos? Bueno, ya sabes, me responde. No, no sé, digo, ¿yo también soy un romántico? Claro, se te nota, contesta ella. Como si fuera la marca de Caín o algo así, pienso yo.

domingo, 3 de octubre de 2010

La autarquía sentimental es una consecuencia de inventarse el amor

Busco en el periódico una página en blanco, que sería la lista de los escritores secretos más importantes. Pero no la encuentro. Yo que quería mirarla e imaginar mi nombre en ella, escrito con tinta invisible. Y fantasear con las entrevistas que no me hacen. Soñar titulares como: «La autarquía sentimental es una consecuencia de inventarse al amor». Todo el mundo parece idiota en un titular. Incluso en las entrevistas ficticias. «Noguera nos habla de Boris Vian y sexo anal». Reportajes fotográficos en revistas de tendencias. Yo con un pantalón de Custo, aunque no sé si Custo es un diseñador, una tienda, una marca o qué. «Este otoño se llevan las chaquetas de ante y las novelas existencialistas».

sábado, 2 de octubre de 2010

La eternidad (2)

No hay más eternidad que en tus besos, que regateas siempre.

viernes, 1 de octubre de 2010

Je me souviens (3)

Me acuerdo de tu vestido rojo. Y recuerdo también que no llevabas nada debajo.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Abrí los ojos

Abrí los ojos y sólo había desolación. Eso sí, urbanizable.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

La eternidad

La eternidad empieza en este momento, en este lugar, lo que es una tontería, puesto que la eternidad no puede empezar, ya que si lo hiciera no sería eterna, sino conmensurable, pasajera, como este momento, este lugar, que es una eternidad limitada, contenida, sostenible, una eternidad de bolsillo.

martes, 28 de septiembre de 2010

El hombre lobo

A las siete de la tarde, Pedro Temblor salió de su casa con destino incierto. Había soñado que era un hombre lobo, pero un hombre lobo domesticado; es decir, había soñado que era un hombre perro. Un homo lupus familiaris. De pronto se notaba poseído por un hambre canina (y por un hirsutismo que iba en contra de los cánones de belleza metrosexual). Olisqueó los culos de las desconocidas con las que se cruzaba, lo que provocó agrias quejas por parte de éstas (y de algún marido que otro), y finalmente salió corriendo detrás de un coche que pasaba por allí.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Poltergeist

—Buenas tardes, ¿ha llamado usted porque tiene un problema con un fantasma revoltoso?
—Así es. Pase, pase. Verá, el fantasma no me deja dormir, se pasa el día entero haciendo ruido. Y cuando le recrimino su actitud, me arroja cosas.
—¿Qué cosas? ¿Ectoplasma?
—No. Libros, platos, alguna lámpara. Objetos comunes.
—Entiendo; tiene usted un poltergeist.
—Ya sabía yo que tenía que ser alemán.
—Los poltergeist son una raza difícil. Con mucho temperamento. Las almas en pena, por el contrario son dóciles y sumisas.
—¡Si lo hubiera sabido antes! Pero es que estaba muy bien de precio.
—Ya. Y son muy monos al principio. Luego se desatan y ya es difícil corregir su comportamiento.
—Pero algo se podrá hacer. Usted es el entrenador de fantasmas, no hay nada que se le resista.
—Bueno. Primero vamos a intentar ponerle la correa.

domingo, 26 de septiembre de 2010

La economía

—Hasta aquí llegó la crisis —dice el hombre, señalando un punto en el suelo—. Fue un martes y hacía frío. Algunos testigos declaran que se detuvo porque resbaló con una piel de plátano, pero no está confirmado.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Los cuerpos melancólicos

La sombra en la pared de los cuerpos melancólicos en el silencio abracadabrante de esta tarde de septiembre. La vida también es esto, pero sólo a veces.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Mirones

Cuando me despierto, me dice que tuvo que bajar la persiana porque había un hombre en el balcón de enfrente mirándola.
—Así que te ha visto las tetas gratis, ¿no? —le pregunto.
—Supongo, que no creo que me tapara con los brazos estando dormida.
—¿Cómo era el hombre? ¿Era un señor mayor?
—Ni idea, ya sabes que sin lentillas no veo nada.
—Igual era una gaviota.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Poemas del asilo de Mondragón

Estoy gastando los días en volver a inventarme el amor. Me acerco a muchas chicas pensando que se parecen a ti, pero siempre me equivoco. No son más que espejismos que persigo porque tengo que entretenerme de alguna manera.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Lecciones capitalistas para los jóvenes samuráis

Aquí, en la Academia de Jóvenes Empresarios, educamos a los alumnos en estas verdades irrefutables:
1 - El mercado es una guerra constante.
2 - El consumidor es el enemigo. Pero no queremos exterminarlo, sino derrotarlo e imponerle reparaciones de guerra de por vida.
3 - El estado es como la ONU: puede entorpecer nuestra labor (levemente, pero sigue siendo una molestia) o apoyarnos. Desacreditaremos al estado cuando no respalde nuestras actuaciones y lo usaremos para legitimarnos cuando esté de nuestra parte.
Esto sería un resumen de nuestro plan de estudios; sobre estos pilares edificamos nuestra doctrina, pero hay mucho más. Por ejemplo, los alumnos tienen que aprender a convertir los medios de información en medios de propaganda. Memorizar que nuestra causa es más que justa: es sagrada. Y asimilar que el cliente jamás tiene la razón, aunque haremos que éste crea que sí.

martes, 21 de septiembre de 2010

De tranquillitate animi

—Yo ya no busco la felicidad, sino la tranquilidad, ¿sabes? La tranquilidad de espíritu. Vivir intranquilo es malvivir.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Si el futuro era esto

Si el futuro era esto, que me devuelvan el dinero, se dice uno. Pero tampoco es que invirtieras mucho. Simplemente pasa, sin que uno intervenga demasiado. Una mañana te levantas y ya ha terminado el verano. Una mañana te levantas y ya ha pasado un año. Una mañana te levantas. Así, sin más. Envejecer es esto (bueno, y encontrarte canas en el vello púbico).

domingo, 19 de septiembre de 2010

De nuevo

Sueño que no estoy despierto y que la vida está empezando a cada momento, en cada segundo, en cada bocanada de aire.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La infancia como ensayo

Recuerdo una vez que me peleé en el colegio. Sucedió que un niño me golpeó porque no le gustaba mi forma de respirar o algún otro oscuro motivo. Yo, no encontrando réplica ingeniosa a tal tropelía, respondí también con la violencia física. Estábamos atizándonos con suma dedicación cuando se materializó junto a nosotros un profesor que enseguida detuvo el improvisado combate. Después nos conminó a estrecharnos la mano. Me pareció raro, era como si el profesor creyera en la magia, como si pensara que una vez efectuado ese ritual quedaría olvidado el encono. El otro niño me tendió la mano, con la mirada torva. Yo entonces pensé que por qué demonios debía la víctima darle la mano a su agresor, que qué clase de pantomima era ésa. No cambiaba nada, era un acto hipócrita. Así que me metí las manos en los bolsillos, en un gesto deliberado de justicia universal (bueno, algo así), aunque el profesor pensó que tenía delante a un rebelde, un alborotador, un trotskista infantil o algo peor. Meneando la cabeza, declaró que se sentía decepcionado por mi actitud. A mí me pareció el colmo de la injusticia.
Eso sí, con los años no me ha quedado más remedio que aprender a dar la mano.

viernes, 17 de septiembre de 2010

El nuevo hombre

Hay que acabar con la cultura. Por otra parte, hay que acabar también con la naturaleza. Hay que no ser, básicamente. Construirse un nuevo ser a partir de la nada. Escribirse con tinta invisible. Modelarse con aire. Después hay que encajar en la realidad, que siempre tiene grietas por las que colarse.

jueves, 16 de septiembre de 2010

El centro de la Tierra

Me disponía a dormir, como cada noche (soy así de poco original), pero antes pasé por el cuarto de baño a lavarme los dientes. Estaba enfrascado en esa tarea (y mirándome en el espejo y echando de menos la juventud perdida) cuando me pareció escuchar una voz diciendo: «Hola, ¿hay alguien ahí?». Pensé que sería esquizofrenia y que, por lo tanto, era mejor no responder (si ignoras a la enfermedad mental, quizá ésta pase de largo), pero la voz insistió:
—Oiga, respóndame, que le estoy escuchando; sé que está ahí.
Suspiré (rociando de pasta dentífrica el espejo), me enjuagué la boca y finalmente dije:
—Buenas noches. ¿Qué tal está usted?
—Bien, gracias. Pero acérquese al retrete, que no le escucho bien.
Obedecí, aunque no me parecía buena idea. Si me vieran mis conocidos, pensé, hablando con la taza del váter.
—¿Me oye ahora mejor? —pregunté.
—Sí, gracias. Ya no hacen los retretes como antes, maldita era digital. La recepción de los últimos modelos es pésima.
—No lo sé, es la primera vez que me comunico a través de uno. A todo esto, ¿con quién tengo el placer de hablar? No será el diablo, espero.
—Qué ridiculez. No me diga usted que cree en el diablo —contestó, severa, la voz del retrete.
—En este momento estoy dispuesto a creer en cualquier cosa.
—Pues no soy el diablo, no. Soy un mero bibliotecario en el centro de la Tierra. Pero la gente ya no lee, ¿sabe? Siempre está vacía la biblioteca. Así que a veces me acerco a la tubería a escucharle en sus tareas. Me gusta pensar que no estoy solo, que hay alguien en el mundo exterior que también se aburre, como yo.
—Protesto; yo no me aburro, tengo una vida plena.
—No es cierto, se le nota siempre aburrido. Arrastra los pies con desgana, se lava los dientes con parsimonia. A veces, habla usted solo. Para mí resulta de lo más interesante, pero está claro que usted se aburre.
—Vale, lo admito. Pero es que estoy tan solo. Tenía una mujer, pero me abandonó por un inspector de hacienda.
—Lo sé, lo escuché en su día.
—Fue todo tan traumático. Desde entonces, vivo en la absoluta soledad. Y es tan aburrido jugar al Trivial solo, no se lo imagina usted.
—Sí que me lo imagino, ya le he dicho que suelo escucharle. Y falla usted tantas preguntas.
—Es usted cruel. Además de un mirón.
—Un oyente, seamos fieles a la realidad. Pero perdóneme por mi falta de tacto.
—No se preocupe. Dígame sólo una cosa: ¿cómo es el centro de la Tierra?
—Está muy mal iluminado. Quizá por eso no viene nadie a la biblioteca.
—Vaya.
—Sí.
Nos quedamos en silencio un rato. A mí me habían entrado ganas de mear, pero quizá era de mala educación hacerlo en ese momento, así que decidí mear luego en el jardín.
—Creo que me voy a la cama, tengo bastante sueño —dije al fin.
—Está bien. Yo tengo que barrer, que se acumula el polvo. Ya hablamos.
—Hasta mañana.
Y tiré de la cadena.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Aquí, ahora

No, si me encanta hacer planes contigo y estoy convencido de que sería muy bonita la vida junto a ti, pero las mujeres tenéis el corazón volátil (como la nitroglicerina) y el amor, o algo parecido, os dura cinco minutos o menos.

martes, 14 de septiembre de 2010

Astronautas

El universo es infinito y está en permanente expansión. Esto viene fatal para explorarlo, pues es una tarea que nunca puede terminarse, argumento que utilizó el ayuntamiento cuando pedimos una subvención para nuestra asociación vecinal de astronautas: «El ayuntamiento no puede destinar más presupuesto para proyectos interminables; bastante tenemos con las obras públicas», dijeron. Así, nos vimos abocados a trabajar sólo con inversiones privadas, lo que en nuestro caso consistía en una hucha para donativos que pusimos en el bar de Manolo. Con tan exiguos recursos, nuestra exploración espacial tenía que ser limitada, austera, humilde. Mandábamos astronautas al otro lado de la ciudad (en autobús, que era más barato) y volvían con muestras de esa parte del universo: chicles, colillas y adoquines.

lunes, 13 de septiembre de 2010

En resumen

No hay nada para mí en ti. Así que ya no lo busco.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Después del final

Uno siempre deja la cabeza donde no debe. Principalmente, en el pasado. Pero también en la ficción. El recuerdo y la ficción, que suena a título de novela existencialista. Por otra parte, ya es de noche.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Improvisando planes

Voy al banco a sacar dinero y me encuentro a una antigua compañera de estudios. No sabía que trabaja aquí, será porque vengo poco. La miro; sigue tan guapa como entonces. Yo, como estoy loco, enseguida pienso que podríamos atracar el banco juntos y llevar una vida de romántica criminalidad. Unos Bonnie y Clyde españoles, huyendo siempre de la justicia. Podríamos atracar más bancos, pero tendríamos que cambiar el modus operandi, pues no creo que la contrataran, por aquello de ser una fugitiva. Sería todo tan bonito, pienso. Pero ella no me reconoce.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Bigotes

—¿Tiene usted experiencia como señor con bigote?
—La verdad es que no, pero he leído mucho al respecto.
—Sepa que es una gran responsabilidad. Somos los últimos seguidores de una milenaria tradición, pues se cuenta que ya llevaban bigote en Babilonia. Incluso, que algunos hombres prehistóricos se afeitaban la barba con piedras, pero se respetaban el bigote, para que los demás les admiraran.
—No me diga.
—Sí le digo. El bigote no es sólo una división de la cara. También es una frontera entre el individuo y el resto. Yo me defino por mi bigote. Y hay tantos: nietzschiano, hitleriano, bismarckiano, hindenburguiano. Los germanos siempre han entendido de mostachos, son un pueblo eminentemente bigotudo.
—Claro, es necesaria una disciplina adecuada.
—Por supuesto. Un bigote es un asunto serio. A pesar de Cantinflas, Chaplin y Groucho Marx.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Joie de vivre

La tristeza será más elegante, pero prefiero pasar la tarde contigo en la cama.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

El calor

Hace demasiado calor, así que estamos inmóviles en la cama, dejando que pase la tarde. Dos cuerpos entrelazados en un tenue sopor, como leones en el Serengueti (o algo menos tonto). El ventilador emite un leve rumor, como una radio encendida en otra habitación. Qué bien vendría un ventilador en el Serengueti, pienso, pero no digo nada, para no socavar mi reputación como intelectual universal y todo eso. Hay que esperar a que baje el sol para salir a la calle. Hay que esperar tranquilamente. Cantan gaviotas al otro lado de la ventana, lo que está muy bien, pues sería bastante molesto que cantaran dentro de la habitación.

martes, 7 de septiembre de 2010

Muy lejos

Noguera, Noguera, Noguera, dicen los fantasmas de mi corazón (¿o eran los demonios?), ¿qué vamos a hacer contigo? No sé, ¿hamburguesas?, contesto yo, pero no les hace nada de gracia, no: me restriegan en la cara mis desvelos, mi literatura a fondo perdido, mis sarcasmos a deshoras, las noches de locura. Vale, respondo yo, todo eso está muy bien, pero no me afecta, ya que soy un inconsciente. Cantadle las cuarenta a alguien responsable, que yo me asomo al abismo pensando que es una atracción de feria más.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Capítulo 2170

Arreglando el mundo o lo que queda de él. Desayunamos en la Plaza de la Merced mientras sobrevuelan nuestras cabezas unos cazas. Hacen un ruido atronador, pero que no espanta a las palomas. Y me acuerdo de las gaviotas insomnes de anoche en la playa.

domingo, 5 de septiembre de 2010

La Oficina de Objetos Perdidos

Aquí, en la Oficina de Objetos Perdidos, lo que más tenemos es tiempo, aunque nunca vienen buscando eso. Nunca viene algún anciano preguntando por su juventud perdida, con lo bonito que sería devolvérsela y pedirle que tuviera cuidado y no la perdiera de nuevo. No, sólo tenemos tiempo para pensar, horas muertas de espera hasta que finalmente aparece alguien para preguntarnos por cosas más banales. Y se me ocurre que en esto pierdo la vida, que es un objeto irrecuperable.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Relato homeopático





(Está diluido en el blog)

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La vida es bella, ya verás

«La vida es bella, ya verás», decía José Agustín Goytisolo en aquel poema que escribió para su hija: Palabras para Julia. Uno se pregunta si ese poema quedó revocado aquella mañana de marzo, cuando Goytisolo se arrojó al vacío desde la ventana de su casa. Quizá no. Quizá quería decir: «la vida es bella, hija, pero no para todos. Para ti, sí; para mí, no». La familia, claro, dijo que no fue un suicidio, sino un accidente. Poco importa. Todo suicidio es, en realidad, un accidente.

martes, 31 de agosto de 2010

Mercadeo de almas

—Buenos días, ¿le interesa Dios? Ahora con un quince por ciento más de perdón.
—No sé, me han dicho que es un tanto cruel y vengativo.
—Eso era antes, ahora tenemos una fórmula nueva y mejorada.
—¿Y qué ofrecen? Un imam me ha dicho que tiene setenta y dos vírgenes para mí.
—¿Para qué quiere usted vírgenes pudiendo tener mujeres experimentadas?
—¿Entonces tendré mujeres experimentadas en el paraíso cristiano?
—Depende. ¿Experimentadas en la oración? Sí. ¿Experimentadas en el sexo? No muchas, la verdad.
—Pues no sé si me compensa.
—Piense que el Cielo es un lugar maravilloso. Y con unas vistas fabulosas a la Eternidad.
—¿Puedo probarlo?
—¿Cómo dice?
—Que si puede probarlo para ver si me convence. Ya sabe, dar una vuelta en él o algo así.
—No se puede.
—¿Por qué no?
—Hay que esperar a estar muerto.
—Pero yo quiero algo más inmediato. ¿De verdad tengo que esperar tanto para la salvación y el paraíso?
—Sí, tiene que ser después de muerto. Considérelo como un seguro de vida.
—¿Entonces muero yo y mi familia va al Cielo?
—No, no: usted muere y va también usted al Cielo.
—¿Pero cómo? Si estoy muerto, no puedo cobrar ese seguro de vida religioso. Es evidente. Es más, seguro que es ilegal.
—No se preocupe. Usted firma con nosotros un seguro de vida del que resulta beneficiaria su alma, que es inmortal. Es ella quien va al Cielo.
—¿Y yo me quedo aquí? ¡Pues vaya trato!
—No, no. Su alma es también usted.
—¿Qué? ¿Me está diciendo que tengo doble personalidad?
—No exactamente. El alma es la parte inmortal de la persona. Sobrevive al cuerpo, que es lo que dejamos atrás. Así, en realidad, es usted el beneficiario. Es usted quien va al Cielo, pero liberado del cuerpo.
—Es todo un poco confuso.
—Un poco, lo admito.
—Dice usted que el alma es inmortal. Bien, entonces no hay necesidad de ir al Cielo. Tengo una casa bastante acogedora, con jardín y piscina. Perfectamente puedo quedarme en ella. Y aparecerme a los vecinos, que siempre me han caído mal.
—No, necesita usted una residencia espiritual.
—¿Y no puedo firmar con ustedes después de muerto?
—No, hay que pagar unas cuotas.
—¿Cuánto es?
—Una vida entera de servidumbre al Señor. Cumplir con los diez mandamientos. No pecar. Obedecer a la Santa Madre Iglesia, en general.
—No entiendo que no hayan quebrado ya ustedes, sinceramente.

lunes, 30 de agosto de 2010

Los agujeros

Llevadme a un buen sastre —dijo el señor Belvedere—, pues tengo la cabeza llena de agujeros y necesito que me remienden la memoria con recuerdos importados del Lejano Oriente: zen, haikus y lecciones de viejos samuráis.

domingo, 29 de agosto de 2010

Fuimos tan felices

Fuimos tan felices, dice alguien en la habitación. Pero no es verdad, no lo fuimos. La melancolía es un ejercicio de imaginación, de fantasía. Fuimos felices quizá un momento, tal vez un día (o unos cuantos). Pero no es verdad que el pasado fuera mejor. Tan sólo teníamos más futuro por delante, todas esas oportunidades que finalmente quedarían en nada. Lo que echamos de menos, por tanto, son las oportunidades perdidas. Digamos por ejemplo que entonces teníamos cien opciones y ahora tenemos treinta. Fuimos tan felices, dice alguien en la habitación, pero sólo fuimos manirrotos con la vida.

sábado, 28 de agosto de 2010

Así

Lo que nadie entiende es que lo que hago yo tiene más mérito porque lo hago solo.

viernes, 27 de agosto de 2010

Coda

Todos los momentos decisivos han quedado atrás —dice ella—, ya ni siquiera queda el final, que ya ha sido, que ya ha terminado. La vida se ha marchado a la existencia de otros, otros que desconocen que nosotros todavía estamos por aquí, errabundos. Y qué hacer ahora que el tiempo se ha detenido, me pregunto yo, ahora que el futuro no puede llegar porque ni siquiera hay presente. Quizá somos ahora seres universales, pues no existimos en ningún lugar concreto y sin embargo aquí estamos tú y yo. Quizá somos ahora conceptos en la mente de alguien: de un borracho, de un loco. Recuerdos latentes de alguien que ha perdido la memoria. No sé, algo así.

jueves, 26 de agosto de 2010

El calor, la sed

El calor, la sed, el canto de las cigarras, la noche como espejismo, la piel ardiente, el desierto de tus ojos.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Estilo

—¿Qué llevas puesto?
—Nada.
—Siempre tienes buen gusto para vestir.

martes, 24 de agosto de 2010

El supermercado

En el supermercado, haciendo cola como en la Unión Soviética. Hace calor, mucho calor. Una alemana oronda se derrite ante mí, como si estuviera hecha de la mantequilla que aparenta. Una pareja joven discute con el encargado; quizá han intentado robar algo; quizá discuten por los precios; cómo saberlo. Una anciana paga con parsimonia, que no es una divisa, sino lentitud, como si cada moneda fuera un año de los que ha vivido y quisiera hacernos pagar a todos por las penalidades sufridas. Vivir como condena, que dijera no sé quién. Y este calor. Y esta cola eterna. Y de pronto comprendo que esto es el infierno. Y la cajera no me mira y yo sé que es el diablo, que me va a cobrar una barbaridad por mi alma, cuando yo sólo quería comprar helado.

lunes, 23 de agosto de 2010

La economía sentimental

—Cariño, vengo a romperte el corazón.
—Imposible, no puede ser.
—¿Cómo que no?
—Es que no tengo presupuestado ese sufrimiento.
—¿Y qué quieres que le haga? Es que no te quiero ya.
—Mira, para el sufrimiento tengo presupuestadas tres pequeñas discusiones y una grave, varias noches sin dormir por miedo a perderte, celos e incluso una ruptura temporal, pero nada más.
—Pero algo se podrá hacer, ¿no? ¿Qué hay del sufrimiento que no me atañe?
—Bueno, sí, pero eso lo tengo presupuestado aparte. Veamos, tengo aquí el sufrimiento por creer tener cáncer (no me mires así, podría pasar); el de verme fondón; el que me provocaría la muerte repentina de algún familiar o amigo; el dolor que me causaría algún pequeño accidente doméstico (como darme con el martillo en un dedo); y etcétera.
—¿Cómo que etcétera?
—Varios. Acontecimientos imprevistos. Es un cajón de sastre.
—Ahí podría entrar que te rompa el corazón.
—Me gustaría, pero no puedo hacer eso. ¿Cómo justifico sacar sufrimiento del presupuesto cotidiano para pasarlo al presupuesto sentimental? Así, de repente, sin una junta de accionistas.
—Mira, Valentín, te dejo porque estás loco y basta.

domingo, 22 de agosto de 2010

La batalla

Estalló la guerra porque era domingo y los ejércitos se aburrían en sus cuarteles. Uno de los generales contendientes carecía de todo oído musical, de forma que el estruendo de sus cañones resultaba muy desagradable: una sucesión caótica de explosiones que causó la crítica feroz de los futuristas. El general enemigo, por el contrario, era un compositor reputado y traía una sinfonía preparada de casa que la artillería ejecutó con gran maestría, con la colaboración desde las trincheras de granaderos trompetistas y francotiradores al violín.

sábado, 21 de agosto de 2010

La religiosidad

Estoy arrodillado frente a la Virgen del Orgasmo (representada con el Espíritu Santo entre las piernas), rezando. Rezo por mi hermano, que está en la cárcel. Bueno, no, es mentira. No tengo ningún hermano y además no creo en la cárcel, salvo como concepto sentimental. Me han contado que existen lugares donde encierran a la gente para que purguen sus delitos, pero yo nunca he visto ninguno de esos sitios. Creo en las panaderías, en los restaurantes chinos, en los hospitales. No en las cárceles, puesto que nunca las he visto. Creo que son un invento para meternos miedo. Como el coco o el hombre del saco. La cárcel, qué memez. No hay más cárcel que tus ojos, que le dije yo a una monja una vez. Se ofendió, claro. Las monjas no tienen sentido del piropo. Sólo saben rezar y menear la cabeza. Pero yo siempre me he sentido atraído por las mujeres religiosas, quizá por eso vengo por las tardes a la iglesia a inventarme historias mientras observo a las beatas y me excito disimuladamente.

viernes, 20 de agosto de 2010

Je me souviens (2)

Me acuerdo de una noche de verano en la que te llamé desde Lisboa y no me cogiste el teléfono.

jueves, 19 de agosto de 2010

Je me souviens

Me acuerdo de que la última vez que me acosté contigo era 18 de septiembre. Al día siguiente era mi cumpleaños.

miércoles, 18 de agosto de 2010

El actor

Ahí está, sentado en un rincón, mirándome con ojos caníbales. Sé lo que quiere. Quiere que vuelva a darle vida. Que lo interprete de nuevo. Es el fantasma de un personaje de una serie en la que trabajé hasta el año pasado, cuando me llegó una oferta para protagonizar una película e hice que los guionistas lo mataran en un episodio. Lo mandé al limbo de los personajes, a la nada de la ficción. Ya no existe, salvo para atormentarme con su mirada aterradora. Existe para perseguirme siempre, para decirme con su presencia que se lo debo, que soy yo quien le obliga a ser un alma en pena. Que si se sienta a observarme en silencio es porque no tiene donde ir, pues yo le he condenado a esto.

martes, 17 de agosto de 2010

Tener ansia de vida (fragmento)

Yo, por el contrario, he vivido mis amores como el que vive una alucinación. Tengo momentos y a partir de esos momentos he compuesto un remedo de vida. Exprimo los momentos todo lo que puedo. Cada detalle importa. Cada pequeña cosa, para mí, es algo capital. La vida dura lo que dura este momento, me digo. Y lo recuerdo. Y lo escribo. Y lo vuelvo a recordar. Y lo enfoco desde otro ángulo. Y así siempre. Todo esto es bastante idiota.

lunes, 16 de agosto de 2010

El concepto y lo concreto

«Pienso en ti cada vez que abro las piernas», le escribe ella. Él se pregunta si eso es algo bueno o malo.

domingo, 15 de agosto de 2010

Muy humillados y ofendidos

Una isba en algún lugar de Rusia. Junto a la chimenea están LEV y KATIA. Suenan explosiones en el exterior.
LEV: El bombardeo de las siete.
KATIA: Menos mal que gracias a los alemanes sabemos la hora.
LEV: Sí, son gente puntual y responsable. Oye, ¿qué hay para cenar? Espero que no otra vez gachas.
KATIA: Se han acabado las gachas.
LEV: Menos mal. ¿Qué tenemos entonces?
KATIA: Pues nada. ¿No te acabo de decir que se han acabado las gachas?
LEV: ¿No hay nada para comer? Tengo mucha hambre.
KATIA: Dice el camarada Stalin que el hambre es contrarrevolucionaria.
LEV: Pensándolo bien, sólo tengo algo de apetito.
KATIA: Eso está mejor; no quisiera que te pasara lo que al barbero.
LEV: ¿Qué le pasó al barbero?
KATIA: Lo deportaron a Siberia por realizar cortes de pelo subversivos.
LEV: Ah, sí, algo he escuchado, pero pensaba que habían sido cortes de pelo germanizantes.
KATIA: En cualquier caso, nunca te puedes fiar de alguien con tantas navajas.
LEV: Bueno, volviendo a la comida: tengo dos piedras en el bolsillo. ¿Y si hacemos una sopa con ellas? Algo de jugo tendrán.
KATIA: Podemos probar.
Calientan agua en la chimenea. Lev echa las piedras en la olla. Con un cucharón, Katia remueve la sopa hasta que está lista. La prueban.
KATIA: Esta sopa está insípida.
LEV: Serán pocas piedras.
KATIA: ¿Y si vas a buscar algo de gravilla?
LEV: Es que están bombardeando ahora los alemanes y no quiero molestarles.
KATIA: Es verdad, sí.
LEV: Deja las piedras un rato más al fuego, quizá están poco hechas.
KATIA: Bueno. ¿Qué hacemos mientras tanto?
LEV: Podríamos hacer el amor.
KATIA: Si no te importa que nos vea el público…
LEV: No, eso es intolerable. ¿Qué pasa con nuestra intimidad?
KATIA: Los límites de la intimidad los determina el autor.
LEV: El autor es un voyeur. Igual que el público.
KATIA: Piensa que los desnudos siempre gustan al público, es normal que el autor los deje en la obra.
LEV: ¿Y si apago la luz?
KATIA: Quizá si sobornas al tramoyista.
LEV: Así que ni comida ni sexo: ¡vaya con el paraíso socialista!
Llaman a la puerta. Katia abre y entra un soldado. Es BORIS, su hermano.
BORIS: ¡Hermana! ¡Lev! Traigo un hambre atroz.
LEV: Espero que también traigas piedras.
BORIS: ¿Qué?
KATIA: No le escuches, está enfadado con el público.
BORIS: ¿Y eso por qué? ¿Es un público contrarrevolucionario?
LEV: Y germanizante, seguro.
BORIS: Si tuviera balas, fusilaría a alguno, para dar ejemplo.
KATIA: ¿No tienes balas? ¿Y cómo pretenden que hagas tu trabajo?
BORIS: Bueno, tengo un fusil. Si demuestro valor en el combate, me darán balas. Son las normas.
LEV: Pues es una pena que no tengas balas; seguro que la pólvora le daba sabor a la sopa.
BORIS: ¿Hay sopa? ¿De qué?
KATIA: De piedras.
BORIS: Ah, no, eso ya lo como todos los días en el frente.
LEV: No tendrás gravilla, ¿verdad?
BORIS: No, la última se la arrojé a la cara a un alemán. Un gasto terrible, pero es que el alemán tenía intenciones homicidas. Y eso que yo no le había hecho nada.
KATIA: Son gente metódica, pero rara.
BORIS: Tengo algo de barro en las botas, por si sirve.
LEV: Déjame ver. Sí, es barro en buen estado. Podemos usarlo para untar las piedras. ¡Katia, aviva el fuego!
Boris toca el fusil como si se tratara de un violín y suena música. Se apaga el rumor de las bombas.
Telón.

sábado, 14 de agosto de 2010

Esposas rusas

—He encargado una esposa rusa. Creo que llegará el viernes.
—¿Te ha costado mucho?
—Es un poco cara, pero es que viene de Minsk.
—Minsk está en Bielorrusia.
—Bueno, no empecemos con tecnicismos. Es una esposa eslava, que es lo que importa. Se llama Natasha.
—Es un bonito nombre.
—Sí. Es una chica muy guapa. La escogí por sus ojos.
—¿De qué color son?
—En realidad, puede que fuera por sus tetas.

viernes, 13 de agosto de 2010

Las cosas clandestinas que hace uno sin consultar con nadie

Uno se pregunta por qué hace esas cosas tan absurdas. Algún motivo habrá, pero a mí no se me ocurre ninguno. Y además de repente, sin meditarlo en absoluto. Por el gesto estético, quizá, pero gesto estético para quién. Para el público imaginario, que es otra forma de decir: para mí, lo hago para mí. El gesto estético de ser narcisista una vez más.

jueves, 12 de agosto de 2010

Contigo

Todo contigo parece embebido de cierta irrealidad, como si uno estuviera fabulando en un sueño intranquilo o en ese estado de duermevela propio de un proceso febril. Recuerdo noches extrañas que fueron ciertas y días calurosos bajo este sol africano. Recuerdo tu piel helada en agosto por culpa de dormirnos con el aire acondicionado puesto. Recuerdo tu vestido de verano, como un faro en la noche. Recuerdo una discusión sobre cine frente a un mar de una negrura insondable. Recuerdo ensoñaciones contigo, delirios contigo. En resumidas cuentas, amor, que la vida contigo es como visitar un fumadero de opio.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Todo esto va mal

Me la encuentro en el tren o, para ser exactos, ella me encuentra a mí, pues yo voy distraído, como siempre, pensando en vete a saber qué, como siempre, como si la vida no fuera conmigo, como siempre. Y es la nuestra una conversación muy civilizada, también como siempre, pues no vale la pena reprocharse nada. Me pregunta si estoy con alguien y yo le digo que no; no sé si espera que le pregunte lo mismo, pero no lo hago: hay información que a uno no le sirve para nada, salvo para hacerse daño y yo nunca he tenido ánimo masoquista. Me da las gracias por mandarle el libro cuando le digo que sólo me dieron cinco ejemplares. «Sí, no sé», digo yo, «se lo he mandado a las chicas que han sido importantes en mi vida, aunque yo no lo fuera para ellas». Ella decide ignorar la última parte y se centra en la primera: «así que chicas; ¿son muchas?». «Se lo he mandado a B y a ti», zanjo yo la cuestión, o eso creo, porque siempre tiene motivo de queja: «¿ves?, si estuviera contigo, tendría celos de B». Yo suspiro, siempre la misma mierda, pero no tengo ganas de discutir. Siempre tienes alguna excusa, podría decirle. No estarías conmigo porque hoy es jueves, por ejemplo. Cualquier cosa vale. Y sé que todo esto es una pérdida de tiempo. Todo esto va mal. Lo sé cuando me dice que el otro día estuvo leyendo las cosas que escribí hace media vida. «Tendrías que hacerme un favor y quemarlo», le digo yo, pero ella no lo entiende. Ella nunca entiende nada y todo esto es desolador. Porque yo a esta chica la quise más que a mi vida y ella nunca fue capaz de dedicarme ni un pensamiento de verdad. Porque me lee como quien oye llover. Porque cree que estoy ahí, no sé, para amenizar su vida de vez en cuando o algo así, como un secundario que aparece de tanto en tanto en la obra. «¿Te das cuenta de que eres el mal absoluto?», le pregunto en un momento dado, pero ella cree que bromeo y sonríe.

martes, 10 de agosto de 2010

Autosuficiencia

Fuiste muy importante para mí, pero en realidad no tuviste mucho que ver en ello.

lunes, 9 de agosto de 2010

Rumores

En la calle Larios hay gente haciendo ruido, pero es como un rumor que está ahí sólo para acompañar la escena; no le prestamos atención. Es nuestra última noche y pronto se hará de día. Nos decimos adiós como es debido en la cama de matrimonio de nuestra pequeña habitación de burdel de los años cincuenta.
Quizá la gente de la calle nos escuche, pero como un rumor que está ahí sólo para acompañar la escena de bullicio nocturno. Rumor de parejas que follan en habitaciones mientras en la calle los alcohólicos de fin de semana gritan incoherencias.

domingo, 8 de agosto de 2010

La grieta

Por esta grieta se ha ido mi vida. Por esta rendija entre la realidad y la fantasía he perdido el sueño y la calma. En ella, en esta angostura, he ido depositando todas mis esperanzas.
—Oye, pero deja de mirarme el coño y métemela ya de una vez —dice la chica.

sábado, 7 de agosto de 2010

Una noche de verano

Una noche de verano con Susana en la playa. Una botella de cerveza medio hundida en la arena. Dimes y diretes. Su cuerpo junto al mío. Esa sensación de que las piezas del universo por una vez están en su sitio.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Fiebre

Desperté y la vida todavía no había terminado.

martes, 3 de agosto de 2010

La agresividad de los tiempos

Tengo fiebre. Fiebre en agosto, como si el cuerpo no estuviera sometido ya a una temperatura bastante alta. Estoy enfermo, me digo, y por una vez no hablo del corazón o de la mente, aunque también. No. Tengo fiebre. Ponerse malo en verano, qué cosa más tonta. Casi tanto como el amor. Aunque yo no quiero a nadie y todo eso y menos ahora que deliro. Inventarse el amor. La salud sentimental. Algo así. Y me acuerdo ahora de una cosa que escribí una vez: «sólo dejo de pensar en mí cuando pienso en ti; eres lo que necesitaba para curarme el egoísmo». Pero nunca se lo dije a ella.

lunes, 2 de agosto de 2010

Hablar del tiempo

Me apetece hablar del tiempo.
Del tiempo meteorológico o del paso de las horas, me es igual. Ambos temas me resultan ahora mismo interesantes, aunque no pueda hablar con nadie en este oscuro rincón en el que me oculto de las miradas de las personas de la cafetería. Quizá ni siquiera me habrían servido la taza que con dificultad me llevo a mi inexistente boca si supieran que soy un traje sin persona dentro. Un traje de excelente calidad, eso sí; lo que se llevará este otoño, como indica la etiqueta que pende todavía de mi manga izquierda. Y no es sencillo levantar una taza cuando no se dispone de manos, por si se lo están preguntando: hay que juntar ambas mangas y atenazar a la taza dentro. Y es verdad que sólo inclino la taza hasta cierto punto, para simular beber, pues como ya he dicho no tengo boca y no quiero mancharme con el café.
Si me oculto aquí es porque me he escapado de la tienda. He aprovechado un descuido del dependiente, que hablaba por teléfono con su mujer. Creo que su mujer está embarazada o quiere tener hijos o algo así, no he prestado apenas atención. Yo lo que hacía era mirar la calle. La calle, que en ese momento estaba vacía. Pero había sol y pájaros y árboles y cielo. En la tienda no hay nada de eso. Sin pensármelo mucho, me he visto en la calle, pero entonces me ha entrado miedo. ¿Qué hace un traje paseándose vacío?, he pensado. Quizá vaya contra las leyes de este país, quizá haya normas estrictas sobre los trajes sin persona. Así que me he apresurado a meterme en esta cafetería, que desde el exterior parecía tan pobremente iluminada como ha resultado ser.
Y ahora hago tiempo, que es todo lo que puedo hacer con él. Me planteo qué hacer con mi vida, ahora que soy un prófugo. Podría buscar un empleo honrado, ganar dinero y volver a la tienda a pagar lo que piden por mí. Tal vez entonces sería un traje libre, un ciudadano de pleno derecho. Es difícil saberlo. Por ahora, me oculto en este rincón y simulo ser un traje con persona dentro. Hago como que bebo, observo a la gente y escucho sus conversaciones. Es todo tan interesante. Me gustaría sentarme con alguno de ellos y preguntarle, por ejemplo, cuándo llega el otoño.

domingo, 1 de agosto de 2010

Consejos por teléfono

—Lo que tienes que hacer es pasar de las personas que no te aportan nada.
—Vale, adiós.
Y colgó.

sábado, 31 de julio de 2010

Guerras interminables

Sale de la ducha, tapada con una toalla. Me grita. Me dice que por qué he hecho eso. Me explico. No sirve de nada. Se abalanza sobre mí y mete la mano en uno de mis bolsillos, pero se encuentra con la cartera. Lo que busca es el teléfono móvil. Intenta ahora alcanzar el otro bolsillo, pero ya estoy preparado. Me muerde en la mano. Con todo el ajetreo, se le sale una teta de la toalla, pero no estoy para prestar atención. Me levanto y le digo que no tengo tiempo para sus locuras. Me marcho. Me pierdo en el edificio (sospecho que fue diseñado por un esquizofrénico). Opto por meterme en el ascensor. Me llega entonces un mensaje suyo al móvil, pidiéndome que vuelva. Hoy necesito un sitio donde esconderme de un mal mayor. Vuelvo a su puerta y llamo.

viernes, 30 de julio de 2010

Felaciones

—Me siento poderosa con tu polla en la mano, como si tuviera una pistola.
—Una porra.
—No, que dispara. Sobre todo cuando la tengo en la boca. Es como una metáfora del suicidio.
—Sí, pero en este caso la pequeña muerte la tengo yo.
—Oye, ¿Hitler se pegó el tiro en la boca o en la sien?
—Creo que en la sien.
—Qué pena. Se me había ocurrido: «la felación como símbolo de la caída del nazismo».
—Suena a título de conferencia.
—No, para eso bastaría con «Las habilidades orales», que hay que disimular. O «Recuerdos de una felatriz», si fuera una obra de teatro.
—De una felactriz, y podría ir sobre la vida de Marilyn Monroe.
—Ay, ya estamos con el mito, con la rubia.
—Los caballeros las prefieren rubias, dicen.
—Pensaba que tú las preferías pelirrojas.
—Yo no soy un caballero.

jueves, 29 de julio de 2010

La facilidad de la felicidad

Si usted también quiere ser feliz, no se preocupe: es fácil. Ha de saber tan sólo que en la vida hay cuatro situaciones, en orden descendente de satisfacción:
1 - Creer que todo es verdad y tenerlo.
2 - Creer que todo es mentira y tenerlo.
3 - Creer que todo es mentira y no tenerlo.
4 - Creer que todo es verdad y no tenerlo.
Que son estados naturales, pero no inmutables. Se puede pasar de uno a otro, no es ninguna quimera. Todo depende de la cantidad de droga en el cuerpo.

miércoles, 28 de julio de 2010

A una fumadora

Dejar de verte le vino bien a mis pulmones, pero a mi corazón no tanto.

martes, 27 de julio de 2010

El verano

En coche con Adriana. Yendo a Málaga a mirar libros, aunque siempre ignora mis recomendaciones. Atravesando esta calurosa tarde (¿puede ser caluroso el tráfico?). Yo en realidad había quedado para jugar al fútbol con mis amigos, pero siempre me dejo enredar por las mujeres. La miro. Conduce con mucha más seguridad que la última vez. Trato de no distraerla, que morir en un accidente de tráfico no me parece la mejor manera de pasar el verano. Otro verano en el que volverse loco. Ahora que ya no escribo. Pasa un coche. Luego, pasa otro. Y así hasta el infinito, que uno ya no juega a contarlos como cuando era niño. Porque a los tíos sólo os interesa el sexo, va diciendo Adriana, como si esto fuera una serie mala de televisión. Bueno, tú eres distinto, añade enseguida, como si creyera que me ha molestado. Yo la miro con cierta incredulidad y rectifica: vale, no, pero veo que tú a veces te enamoras. Y qué gran idea es ésa, contesto yo. Luego me pregunto qué me interesa a mí de verdad. Me interesan los muslos de Babeth, es lo que se me ocurre ahora. Y hay un cartel junto a la carretera que me está diciendo algo, pero no le presto atención. Seguro que quiere mi felicidad, pero no le presto atención. Sólo me pide unos segundos de mi tiempo, de mi tiempo que se escapa en el interior de este coche, pero no le presto atención. No me interesa, pienso. Tampoco me interesan las playas, el sol en lo alto, la música que suena ahora. No sé.