domingo, 31 de julio de 2011

En el manicomio

Hay un perro paseando, dice uno de los locos, lo que causa un revuelo considerable, pues de pronto todo el mundo quiere asomarse por la ventana para observar tal acontecimiento, ya que piensan que el perro está paseando vestido de hombre.

sábado, 30 de julio de 2011

Product placement

Con esta crisis, hay que sobrevivir como se pueda, de ahí que inserte publicidad en mis novelas. Pero no de cualquier manera, no se crea. No es que interrumpa la narración para meter un anuncio a toda página, no. Lo que hago es más disimulado. Por ejemplo, el protagonista siempre fuma esa famosa marca de cigarrillos que tiene usted en mente ahora (no digo el nombre aquí porque esto no me lo pagan). Y se para a reflexionar sobre lo baratos que son y lo bien que sientan a cualquier hora del día. Esas cosas. Pero engarzadas en la narración, ya le digo.

viernes, 29 de julio de 2011

La vida yonqui

El colchón en el suelo. La persiana bajada. Los horarios caóticos. La falta de dinero. No saber qué comeremos ni cuándo. El tiempo detenido. La lejanía del mundo. La vida yonqui, que te digo yo y tú sólo sonríes con tu mirada de Sophie Marceau.

jueves, 28 de julio de 2011

Claro

Hay muchas mujeres en tu vida. No, solo tú. Pero las hubo. Sí, antes, quizá. Pues eso. ¿Qué? Que yo no quiero ser una más. No lo eres. ¿De verdad? Claro: ninguna lo fue.

miércoles, 27 de julio de 2011

Anoche soñé que me matabas

Anoche soñé que me matabas. Con un beso, como hacen los amantes. Quemabas mis viejas ropas de vagabundo y me dabas un hogar. Cuando apenas había aprendido a vagar.

sábado, 23 de julio de 2011

Anoche soñé que me mataban

Anoche soñé que me mataban. A tiros, en un aparcamiento. Sin motivos, de forma absurda, por el pronto de un borracho. Y mientras silbaban las balas en el aire, pensaba sólo que la eternidad era tu nombre. Luego era demasiado tarde.

miércoles, 20 de julio de 2011

Vivir

Vivo en ese momento que hay entre el despertar y el salir del sol, cuando todo parece posible.

sábado, 16 de julio de 2011

Capítulo 2470

Porque el amor siempre me ha tratado mal. Nunca me ha contado entre los suyos. Siempre me he tenido que colar en sus fiestas, pero enseguida me descubría. Por eso te digo «te quiero» en un susurro y deprisa. Para disimular, para que no se entere.

viernes, 15 de julio de 2011

El tercermundismo literario




















Presentado en la periferia del libro.

jueves, 14 de julio de 2011

El arte de lo cotidiano

Tu tiempo ya ha pasado, me dicen. Qué tontería, pienso yo; si jamás ha sido mi tiempo.

miércoles, 13 de julio de 2011

Tipos de interés

Llaman a la puerta del señor Josef K dos hombres vestidos de gris que se presentan como representantes del mercado. Cómo que el mercado, pregunta el señor K, ¿es que son ustedes corredores de bolsa? No, sólo somos dos tipos, dice uno de los hombres de gris. Sí, somos tipos de interés, replica el otro, que ríe por su ocurrencia. Bueno, qué quieren, pregunta Josef K. Venimos a reclamar lo que es nuestro, contestan. ¿El qué?, pregunta K. El dinero, responden. Pero yo a ustedes no les debo nada, el dinero es mío, se defiende K. De eso nada, todos somos mercado, dice uno de los hombres. Somos una hidra de múltiples cabezas, apostilla el otro hombre gris, que saca una llave inglesa del bolsillo y golpea con ella a Josef K en la rodilla.

martes, 12 de julio de 2011

Conocimientos

Te quiero, pero sigo sin fiarme de ti porque en realidad no te conozco, le dice ella. Y él piensa: estoy a prueba; soy como un becario, un becario sentimental, y quizá me contraten más adelante, ¿pero cuándo? ¿Cuándo se conoce de verdad a alguien? De Julio César o Alejandro Magno se han escrito cientos de libros, pero no se puede decir que les conozcamos en realidad. Quién sabe lo que de verdad pasa por la cabeza de alguien. Si todos somos siempre desconocidos. Si para cada vivencia hay diversas respuestas y no podemos saberlas todas. Si todo el mundo miente siempre en el currículum.

lunes, 11 de julio de 2011

Conspiraciones

Yo sé que me controlan, doctor. Es algo evidente, no hay más que prestar atención a las señales, y no me refiero a las de tráfico, aunque también. Todo está escrito a la vista, pero hay que conocer el código. Y eso que lo cambian, ¿sabe? A diario, varias veces. Es cuestión de algoritmos, de algoritmos e inventiva. Porque los poderosos son muy listos, créame. Hacen guerras en las que luego mueren los pobres; crean crisis que luego pagan los pobres. Nosotros, los pobres diablos. Los que nunca entendemos nada, los que no vemos los hilos que manejan el mundo. Los que no entendemos las reglas del juego, cuando en realidad sólo hay una regla: tú no puedes jugar. Pero yo sé. Es evidente. Está ahí, escrito en todas partes.

domingo, 10 de julio de 2011

La locura

Pero yo no sé ser de otra manera, dice ella. Me da miedo la vida, que es siempre un misterio. La locura, en cambio, ya la conozco: somos íntimos, nunca me abandona. Y muchas noches es mi único consuelo.

sábado, 9 de julio de 2011

El amor en directo

Ella le pregunta si quiere verla por webcam, él le contesta que sí. Se carga la imagen y aparece vestida elegantemente, con el rostro serio y con unos papeles ante ella. Es un comunicado oficial, dice, y empieza a leerlo. Informa del momento difícil que vive el país: la crisis económica nos está llevando a la desesperación y el cinismo. Parece que ya no hay nada en lo que creer. Sin embargo, le quiere, dice, y puede que esto sea motivo de esperanza para todos. La primera señal de que el país se recupera. Y sonríe mirando a la cámara y despide la conexión. Él asiste a todo esto atónito, pero lo que tiene claro es que ha dado con una mujer muy especial.

viernes, 8 de julio de 2011

El mar perdido

Me quitaron el mar, se lo llevaron, repetía Otto von Bruckner, antiguo almirante de la armada austrohúngara, tras la conferencia de paz de París de 1919. Paseaba desolado (y desempleado) por las calles de Viena, entonando esta letanía. Me quitaron el mar, se lo llevaron. Y los transeúntes, inquietos, se apartaban del camino de von Bruckner, que así surcaba la multitud, a la deriva.

jueves, 7 de julio de 2011

El esplendor en la hierba

Suena el teléfono, pero no es Sonia, sino Alba. Qué querrá, pienso, aunque es una pregunta retórica, pues si me llama es porque está triste, ya que sólo se acuerda de mí cuando la vida no le sonríe. Efectivamente: se embarca en un largo soliloquio acerca de su insatisfacción. Por qué no habré hecho esto nunca, pienso. Lo de llamar a una ex para quejarme, quiero decir. Diferencias entre hombres y mujeres, una más. Pero centrémonos: la verdad es que todo esto es una pena. Porque quise tanto a esta chica y ahora es como hablar con una extraña. Una extraña con voz de camionero, lo que me hace pensar que vuelve a fumar, aunque ella asegura que es una afonía mal curada. Lo realmente grave es que empieza a joderme el recuerdo con las historias de su vida actual. Porque ella era el arquetipo, la primordial. ¿Será esto la decadencia? La vida es un proceso de demolición, que decía Scott Fitzgerald, pero yo no quiero revisionismos históricos de mi pasado. Yo quiero que me dejen el pasado tranquilo, porque puede que un día sea lo único que me quede y quiero regresar a él de vez en cuando y pasear por sus calles entrañables y sus parques y recordar el esplendor en la hierba del que hablaba Wordsworth y todo eso, joder. Pero no, ella tiene que venir a derribar el recuerdo, dándome a entender que esta chica que me cuenta historias de hombres separados y depresivos es la misma que me hacía escribir poemas y no dormir. A mí esta información no me sirve para nada. No me aporta nada. No la quiero para nada. Y no sé si manifiesto esto inconscientemente, pero se queja de los comentarios que voy haciendo a su discurso. Tu humor ha cambiado, dice, antes eras más divertido, ahora eres cruel. ¿Cruel, yo? No soy yo quien practica la filosofía del martillo con el pasado de los demás. Y no sé qué le digo, pero me cuelga, enfadada. Y yo suspiro, aliviado.

miércoles, 6 de julio de 2011

La ingenuidad

Ah, querida, pienso ahora en cuando nos conocimos. Éramos tan inocentes: tú tenías diecinueve años, yo tenía una mención especial.

martes, 5 de julio de 2011

Gorda

—Tengo que confesarte una cosa.
—¿Me la estás pegando con otro?
—No, peor que eso.
—¿Peor? ¿Me la estás pegando con dos?
—No, no tiene nada que ver con cuernos.
—¿Entonces?
—Pues que estoy gorda.
—¿Pero qué dices? ¿Tú te has visto? No te sobra ni un gramo.
—Te equivocas, estoy gorda.
—En un universo paralelo, tal vez.
—Estoy gorda, pero en secreto. Mi gordura es imperceptible para el ojo humano.
—Ah. ¿Y qué problema hay entonces?
—Pues que yo lo sé. Es muy estresante, siempre estoy temiendo que los demás lo descubran. ¿Y si alguien me estudia atentamente?
—¿Con qué instrumentos de medición? Has dicho que para el ojo humano pasa desapercibido tu exceso de peso.
—Qué sé yo. Quizá podría darse cuenta un topógrafo.
—Seguro que tiene cosas mejores que hacer que medir gordas.
—¡Ves! Estoy gorda, tú mismo lo admites. Tú también lo ves.
—¡Pero si lo dices tú!
—Y además ves mi gordura a ojo de buen cubero; ya ni siquiera hace falta método científico para darse cuenta. Es peor de lo que pensaba.

lunes, 4 de julio de 2011

El binomio

Del silencio no puedes dudar. Ni de la soledad. Claro que a veces viene una chica y enuncia una teoría: «Tú y yo», dice. Que no es realmente una teoría científica, sino más bien una fe. Pero vale la pena creer un rato, piensas.

domingo, 3 de julio de 2011

Capítulo 2457

Esa risa nerviosa cuando eres feliz. Esa falta de costumbre.

sábado, 2 de julio de 2011

El último señor con bigote

Llaman a la puerta. Gloria, que se llama así porque su padre era fan de Van Morrison, abre y se encuentra al cartero. Necesito que me firme aquí, es una carta certificada, dice éste. Yo te firmo si quieres un certificado de matrimonio, contesta Gloria, que ha quedado prendada (y casi prendida) del cartero, que le recuerda a su difunto padre y esto es así porque el cartero luce un frondoso bigote (concretamente, bajo la nariz). Ella siempre había creído que su padre era el último señor con bigote, pero ahora sabe que estaba equivocada y la vida se le presenta de súbito llena de posibilidades. Una vida con el cartero, que acaba de convertirse en el último señor con bigote. Le invita a pasar y tomar algo, pero él tiene dudas: ha de entregar muchas cartas todavía. Ella aduce que nada de eso es urgente, que es más importante desayunar bien (y el amor, piensa, pero no lo dice). El desayuno es la comida más importante del día, concluye. Bueno, sí, quizá podría tomarme un descanso, unas tostadas me vendrían bien, dice finalmente el cartero. Pasa, pasa, te voy a preparar el desayuno más largo del mundo, contesta Gloria.

viernes, 1 de julio de 2011

La muela del Juicio

Abra la boca, le dice el dentista. Y Edelmiro Bautista obedece y trata de mantener la mente en blanco mientras mira el techo, pues la verdad es que es un tanto incómodo que un desconocido se asome a la boca de uno y la examine detenidamente, por muy dentista que sea. Por suerte, el examen dura poco: el dentista se retira con el rostro lívido, cadavérico. Edelmiro se pregunta si su aliento resulta tan desagradable, pero, antes de que pueda decir algo, el dentista le explica la causa de las molestias que le aquejan desde hace unos días:
—Caballero, le está saliendo la muela del Juicio Final.
—La muela del juicio, querrá decir.
—No, no, la del Juicio Final. Las Sagradas Escrituras son claras: «y en el segundo semestre del año 2011, a un hombre anodino le saldrá la muela del Juicio Final, y ésta será una de las señales de que llegan los últimos días y blablablá».
—¿Eso viene en la Biblia?
—En un evangelio apócrifo. El de Apolonia de Alejandría, patrona de los dentistas.
—¿Y no puede extraer la muela y punto?
—¿Qué dice, insensato? Eso haría que el final fuera inmediato y no me he levantado hoy con la idea de provocar el fin del mundo en mi consulta. No, todavía podemos disfrutar del tiempo que nos queda, hasta que lleguen los Cinco Jinetes del Apocalipsis.
—¿Cómo que cinco?
—Sí: la Peste, la Guerra, el Hambre, la Muerte y la Caries.
—¿La caries?
—Pero no una caries cualquiera, sino una que hará que se nos caigan los dientes al suelo, que pasará a estar adoquinado a partir de ese momento con molares, premolares, incisivos y caninos. Y en el infierno no habrá rechinar de dientes, sino de encías, que es más asqueroso.