miércoles, 10 de abril de 2013
El hombre bala
Soy hombre bala y no sé hacer otra cosa. La vocación me viene de familia, pues mi padre también fue hombre bala y mi madre trabajaba como ayudante de un lanzador de cuchillos. Era lógico que se encontraran y de ese encuentro nací yo. Es común creer que esta disciplina se aprende por transmisión familiar, pero hay que formarse correctamente si uno quiere destacar en este arte. Yo estudié mucho: parábolas, física, leyes gravitatorias internacionales, etc. Me licencié con honores en Balística Humana por la universidad de Krupp. De nada me sirvió, claro, pues el mundo conspiraba contra nosotros. Primero, los pacifistas dijeron que había que abolir los cañones porque eran una imagen belicista y fálica. Probamos entonces con catapultas, pero no era lo mismo y encima seguían quejándose de que lanzar gente por los aires no era algo apropiado para los niños. Decidimos entonces hacer sesiones sólo para adultos, pero el público quería ver por los aires a alguna mujer ligera de ropa, no a un avezado hombre bala. Por otra parte, cada vez iba menos gente a los circos. Éramos fósiles de otra época, pero nos negábamos a verlo. Pronto estábamos todos en el paro (prueben a presentarse en la oficina de empleo y digan que buscan trabajo de hombre bala). He intentado desempeñar oficios criminales para subsistir: aprovechando la oscuridad, mis compinches dirigen el cañón contra un balcón al que me disparan para desvalijar el apartamento. Pero es todo demasiado aparatoso, siempre nos para la policía por llevar un cañón por la calle y no tener licencia de armas.
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2 comentarios:
Lo que se dice un bala perdida, vamos.
(Perdón por la ausencia, estaba de viaje de novios, cumpliendo con mi ceñora ezpoza).
¡Bienvenido de nuevo!
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