martes, 27 de julio de 2010

El verano

En coche con Adriana. Yendo a Málaga a mirar libros, aunque siempre ignora mis recomendaciones. Atravesando esta calurosa tarde (¿puede ser caluroso el tráfico?). Yo en realidad había quedado para jugar al fútbol con mis amigos, pero siempre me dejo enredar por las mujeres. La miro. Conduce con mucha más seguridad que la última vez. Trato de no distraerla, que morir en un accidente de tráfico no me parece la mejor manera de pasar el verano. Otro verano en el que volverse loco. Ahora que ya no escribo. Pasa un coche. Luego, pasa otro. Y así hasta el infinito, que uno ya no juega a contarlos como cuando era niño. Porque a los tíos sólo os interesa el sexo, va diciendo Adriana, como si esto fuera una serie mala de televisión. Bueno, tú eres distinto, añade enseguida, como si creyera que me ha molestado. Yo la miro con cierta incredulidad y rectifica: vale, no, pero veo que tú a veces te enamoras. Y qué gran idea es ésa, contesto yo. Luego me pregunto qué me interesa a mí de verdad. Me interesan los muslos de Babeth, es lo que se me ocurre ahora. Y hay un cartel junto a la carretera que me está diciendo algo, pero no le presto atención. Seguro que quiere mi felicidad, pero no le presto atención. Sólo me pide unos segundos de mi tiempo, de mi tiempo que se escapa en el interior de este coche, pero no le presto atención. No me interesa, pienso. Tampoco me interesan las playas, el sol en lo alto, la música que suena ahora. No sé.

No hay comentarios: