domingo, 15 de agosto de 2010

Muy humillados y ofendidos

Una isba en algún lugar de Rusia. Junto a la chimenea están LEV y KATIA. Suenan explosiones en el exterior.
LEV: El bombardeo de las siete.
KATIA: Menos mal que gracias a los alemanes sabemos la hora.
LEV: Sí, son gente puntual y responsable. Oye, ¿qué hay para cenar? Espero que no otra vez gachas.
KATIA: Se han acabado las gachas.
LEV: Menos mal. ¿Qué tenemos entonces?
KATIA: Pues nada. ¿No te acabo de decir que se han acabado las gachas?
LEV: ¿No hay nada para comer? Tengo mucha hambre.
KATIA: Dice el camarada Stalin que el hambre es contrarrevolucionaria.
LEV: Pensándolo bien, sólo tengo algo de apetito.
KATIA: Eso está mejor; no quisiera que te pasara lo que al barbero.
LEV: ¿Qué le pasó al barbero?
KATIA: Lo deportaron a Siberia por realizar cortes de pelo subversivos.
LEV: Ah, sí, algo he escuchado, pero pensaba que habían sido cortes de pelo germanizantes.
KATIA: En cualquier caso, nunca te puedes fiar de alguien con tantas navajas.
LEV: Bueno, volviendo a la comida: tengo dos piedras en el bolsillo. ¿Y si hacemos una sopa con ellas? Algo de jugo tendrán.
KATIA: Podemos probar.
Calientan agua en la chimenea. Lev echa las piedras en la olla. Con un cucharón, Katia remueve la sopa hasta que está lista. La prueban.
KATIA: Esta sopa está insípida.
LEV: Serán pocas piedras.
KATIA: ¿Y si vas a buscar algo de gravilla?
LEV: Es que están bombardeando ahora los alemanes y no quiero molestarles.
KATIA: Es verdad, sí.
LEV: Deja las piedras un rato más al fuego, quizá están poco hechas.
KATIA: Bueno. ¿Qué hacemos mientras tanto?
LEV: Podríamos hacer el amor.
KATIA: Si no te importa que nos vea el público…
LEV: No, eso es intolerable. ¿Qué pasa con nuestra intimidad?
KATIA: Los límites de la intimidad los determina el autor.
LEV: El autor es un voyeur. Igual que el público.
KATIA: Piensa que los desnudos siempre gustan al público, es normal que el autor los deje en la obra.
LEV: ¿Y si apago la luz?
KATIA: Quizá si sobornas al tramoyista.
LEV: Así que ni comida ni sexo: ¡vaya con el paraíso socialista!
Llaman a la puerta. Katia abre y entra un soldado. Es BORIS, su hermano.
BORIS: ¡Hermana! ¡Lev! Traigo un hambre atroz.
LEV: Espero que también traigas piedras.
BORIS: ¿Qué?
KATIA: No le escuches, está enfadado con el público.
BORIS: ¿Y eso por qué? ¿Es un público contrarrevolucionario?
LEV: Y germanizante, seguro.
BORIS: Si tuviera balas, fusilaría a alguno, para dar ejemplo.
KATIA: ¿No tienes balas? ¿Y cómo pretenden que hagas tu trabajo?
BORIS: Bueno, tengo un fusil. Si demuestro valor en el combate, me darán balas. Son las normas.
LEV: Pues es una pena que no tengas balas; seguro que la pólvora le daba sabor a la sopa.
BORIS: ¿Hay sopa? ¿De qué?
KATIA: De piedras.
BORIS: Ah, no, eso ya lo como todos los días en el frente.
LEV: No tendrás gravilla, ¿verdad?
BORIS: No, la última se la arrojé a la cara a un alemán. Un gasto terrible, pero es que el alemán tenía intenciones homicidas. Y eso que yo no le había hecho nada.
KATIA: Son gente metódica, pero rara.
BORIS: Tengo algo de barro en las botas, por si sirve.
LEV: Déjame ver. Sí, es barro en buen estado. Podemos usarlo para untar las piedras. ¡Katia, aviva el fuego!
Boris toca el fusil como si se tratara de un violín y suena música. Se apaga el rumor de las bombas.
Telón.

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