Porque nunca fuiste la joven promesa de la literatura que un día creíste ser. Llegaste tarde, demasiado tarde a todo. Siempre con aspecto de despistado e, incluso, desvalido. Esperando que alguna mujer cuidara de ti. Creyéndote un antihéroe trágico y encantador. Sospechando siempre la verdad y enfureciéndote cuando alguien hablaba de ello. Todo para nada. Todo. Para. Nada. ¿Y ahora qué? Hace tiempo que agotaste las excusas. «Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde», que decía Marguerite Duras. Apenas te queda ya el gesto estético para ocultarte, como un telón raído que baja en una obra sin espectadores.
1 comentario:
Ande, no se me desanime. Que no va mal. Ya va haciéndose un n(h)ombre.
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