—Nuestro país merece un programa espacial propio —dice el primer hombre—. No es tan caro, lo he estudiado al detalle: nuestros astronautas podrían entrenarse en la montaña rusa y otras atracciones. De esa manera experimentarían los efectos de la fuerza G.
—Yo nunca se lo encuentro a mi mujer. Si hubiera sabido que bastaba con llevarla a la montaña rusa...
—No, usted se refiere al punto G.
—¿Qué punto del día es el G? Pensaba que usábamos un sistema numérico en nuestras reuniones—interviene un tercero.
—Da igual, dejémoslo.
—¿Y qué tal la noria? —pregunta el segundo hombre.
—Hombre, como entrenamiento es bastante ligero.
—Pero podría contar como ascensiones. Horas de vuelo. Qué sé yo, órbitas. Así podríamos maquillar los informes oficiales y, de paso, ahorrar.
—Visto así...
—Podríamos contratar a algún hombre bala del circo, que ya tienen experiencia y eso que nos ahorramos también en entrenamientos.
1 comentario:
Habla de España, ¿verdad? ¿A que sí que habla de España?
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