De las largas horas anhelando la gloria, que no buscándola porque no teníamos ni la menor idea de su paradero, cómo íbamos a saberlo, no frecuentábamos los mismos ambientes, pensábamos que bastaba con adoptar una postura lánguida, poner ojos soñadores y suspirar muy fuerte, lo bastante para que la gloria pudiera oírte allá donde se encontrara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario