domingo, 4 de marzo de 2012
Tribulaciones de un escritor tercermundista
Empieza el año convencido de que ha llegado su momento: por fin servirá de algo robarle horas a la vida para dárselas a la literatura. Escribe un relato en el que vierte todo su buen hacer y se promete que sobre él edificará su gloria. Lo presenta a diversos certámenes literarios y fantasea con ganar alguno. De forma inconsciente, da por hecho un premio. Deja de preocuparse por su economía, pues pronto ganará un concurso. Uno grande. Pero van fallando los jurados y no gana ninguno. Se va diluyendo su confianza. Peor aún, piensa: se va diluyendo la fantasía que había montado y qué es un escritor sin fantasía. Pero bromear no hace que le salgan las cuentas. Ha dilapidado el dinero que no tenía en un exceso de confianza. Ha comprado sus propias mentiras en vez de vendérselas a otros. Y termina el año sin nada y decide que ya está bien, que esto no es lo suyo, que es hora de dedicarse de una vez a otra cosa. Y así todos los años.
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