lunes, 27 de febrero de 2012
La madurez
He madurado, dice el hombre. Hace un momento, mientras esperaba el autobús. Ha sido como si la madurez me golpeara de pronto, pero en realidad era un señor que quería colarse. Le he dado un codazo, pero desde la madurez que ya se había apoderado de mí. De hecho, le he mirado de forma severa, como un padre que recrimina en silencio a un hijo travieso. El hombre ha musitado perdón, quizá intimidado por mi recién adquirida madurez, y ha vuelto a su sitio. Aunque nadie ha dicho nada más, me ha parecido que todos en la cola me admiraban en ese momento, pero he apartado tal pensamiento enseguida, ya que era volver al infantilismo que acababa de abandonar.
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1 comentario:
Alcanzar la madurez puede tener la dolorosa consecuencia de caerse del guindo.
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