En la cafetería de la facultad de Comercio, bajo un sombrero que no puede ocultar que se ha convertido de nuevo en un monstruoso insecto, Gregor sorbe café intentando aparentar normalidad. Una chica preciosa se acerca a él y le dice con dulzura: «tú no eres una cucaracha». Si los insectos llorasen, los ojos de Gregor se llenarían ahora de lágrimas. Por fin alguien lo reconoce como el humano que es, piensa, por fin alguien ve más allá de este aspecto horrendo. «¿No lo soy?», pregunta, henchido de felicidad. «Claro que no», sonríe ella: «eres un escarabajo».
1 comentario:
Estaba claro.
Pero oiga, que hay diferencias. Si diferenciamos un perro de un lobo, no me diga Usted que no merece la pena diferenciar un coleóptero de un blátido. Por Dios.
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