Fue en la adolescencia cuando el joven Gregor vivió el segundo episodio de metamorfosis. Al despertarse una mañana y verse convertido en un monstruoso insecto, empezó a llamar a gritos a su madre, que acudió rauda, sospechando lo que iba a encontrarse. «Mamá, mírame, soy una enorme cucaracha», sollozaba Gregor. Su madre, intentando calmarle, le aseguró que en la pubertad se sufren cambios. «Yo no quiero cambiar; no así», gritó él. «¿Ves?», contestó ella con un hilo de voz, «la rebeldía también es algo propio de la adolescencia».
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