Qué mentiroso eres, me dice ella. ¿Por qué, cuándo te he mentido?, le pregunto yo. Y me contesta: ahora, cuando has dicho que estás muerto por dentro. Y no sé qué contestarle. Porque tengo que callarme que su dulzura puede más que yo. «De tu voz de niña y otras heridas», le he escrito antes en un billete de autobús, como recuerdo. Porque me está matando tener que irme, pero también me callo esto.
4 comentarios:
La voz puede ser enormemente poderosa. A veces en el recuerdo queda la voz... Ni el olor, ni las tetas...
...la voz.
Pues sí. A veces me intento decir a mí mismo que esa voz aguda (ergo infantil) está diseñada para causar una respuesta en el centro del cerebro del hombre, en lo más antiguo...
Pero qué va. No me sale. Acabo no haciéndome caso.
esta entrada me parece especialmente bonita
Preciosa. Sí.
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