jueves, 5 de mayo de 2011
Olvidarte me ha costado la vida
«Olvidarte me ha costado la vida», le escribe a la chica, pero de pronto se lo piensa: ¿Es esto cierto? La verdad es que todavía respira; si no fuera así, no podría estar escribiendo esta carta. Pero es que no lo dice de forma literal, se justifica: es una forma de hablar, quizá algo exagerada. Lo cierto es que antes, cuando no podía olvidarla, sí que no tenía vida. Aquello era un suplicio insufrible. Por eso se dijo entonces: o la olvido o me muero. Y no puede ser que le haya costado la vida igualmente, si la idea era olvidarla para seguir viviendo. Hay que ser coherente. Además, ¿cómo puede decir que la ha olvidado cuando se ha sentado ahora a escribirle una carta? Así que coge la carta y la tira a la papelera, sintiendo que la vida le ha costado la cordura. O la locura le ha costado la vida. O vaya usted a saber.
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5 comentarios:
Un cacho de la vida, podríamos decir, sin caer en hipérboles decimonónicas.
Que tampoco es moco de pavo, oiga.
Yo no olvido, aprendo a vivir así. Eso es vida? Mientras respire, sí.
La gilipollez intrinseca que revela este enredo es la prueba de que se está vivo, que se está muy vivo y que todo en verdad da ya igual.
Es una gilipollez renacentista.
O que a veces el amor nos cuesta la cordura, y la cordura nos cuesta el amor,y la cordura nos cuesta la vida.
Por eso a veces es mejor hacerse el loco...
Un abrazo
Vivo sigue. Ahora ya, es cuestión de darle vueltas a todo lo demás (lo que tampoco es la mejor opción)
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