martes, 23 de febrero de 2010

La vieja dialéctica

Hace una tarde primaveral de lo más agradable y vamos siguiendo una ruta muy bonita, una carretera junto al mar y campos verdes que a saber de dónde han salido. Todo muy idílico; también el tener la mano puesta en su muslo, muy arriba.
—No sé si ponerme tetas —dice ella de pronto.
Ya empezamos, pienso yo. Otra que quiere ponerse tetas falsas. Y luego dicen de nosotros.
—No lo hagas, yo soy hombre de culos —contesto.
—Sí, tú sí. ¿Pero y si me enamoro de un hombre de tetas?
—Entonces le gustarán naturales, digo yo.
—Pero yo las tengo pequeñas.
—Sí, pero son muy bonitas. Y firmes.
—¿Pero y si las quiere grandes?
—No creo que las quiera operadas. ¿O es que eres capaz de enamorarte de un cutre al que le gusten las tetas de silicona? Vale, olvida que he sido tan ingenuo como para preguntarte eso.

No hay comentarios: