martes, 31 de agosto de 2004

Carta al doctor

Querido doctor Kerenski:

Le escribo debido a que creo que la medicación no me hace todo el efecto que quisiera. Y esta mañana estuve tosiendo sangre. Hice un dibujo humorístico en el suelo con los grumos sanguinolentos que salían despedidos de mi boca. Luego llamé a los vecinos para enseñárselo, pero todos me miraron como si estuviera loco (lo cual, si nos atenemos a las convenciones sociales, es totalmente cierto). Así que se puede asegurar que tengo el encanto social de la mierda. ¿Están experimentando con algún medicamento que te haga ser un éxito en tu comunidad de vecinos? Porque, la verdad, me interesaría mucho. Si tienen alguna droga que me haga más guapo, no dude en comunicármelo.

Las viejecitas paseando a los perros o los perros paseando a las viejecitas. He fracasado como artista conceptual y como padre. Es que no tengo hijos, doctor. Aunque siguiendo esa regla de tres... entonces también he fracasado como mujer. Digamos que me he limitado a fracasar como ser humano (o sucedáneo). He pensado acercarme al bar de la esquina, pedir un café, sacarme el ojo derecho con la cucharilla, meterlo en el café, removerlo tranquilamente, bebérmelo y luego despedirme con una sonrisa. Eso les haría reflexionar.

He empezado a escribir una novela. Se titulará "Historia de los dos pepinos felices en la tierra de la tristeza". Trata de un hombre que encuentra el amor haciendo surf en un bol de cereales. He escrito 200 páginas, aunque 199 están en blanco. El problema es que me distraigo con cualquier cosa y así no hay quién escriba. He pensado en atarme a la silla, pero luego ¿quién me desataría? ¿Vendría usted? ¡Es que no podría llamarle por teléfono! Nadie me dijo que la vida fuera tan complicada.

Había una mujer paseando por la calle con "El proceso" de Kafka bajo el brazo. Eso me conquistó (su culo y sus tetas también contribuyeron), así que la seguí durante una hora. Cuando se dio la vuelta y me miró, caí al duro suelo. Ella entonces vino a ayudarme y me preguntó con qué había tropezado. Contesté que sus hermosas pestañas me habían golpeado violentamente. Como lo dije con una seriedad total, pensó que era una especie de colgado o, peor aún, un violador. Así que salió corriendo. Y yo detrás de ella. Imagínese la escena, doctor: una mujer joven y hermosa corriendo por la calle y pegando gritos y un hombre con cara de perturbado persiguiéndola. Por algún motivo la gente se puso de su parte. Recorrí 300 metros antes de que me pararan dos policías y me pegaran una paliza. Y ella les jaleaba.

Doctor Kerenski, echo de menos las sesiones de terapia de grupo. Lo he intentado con los borrachos de la calle, pero no es lo mismo: me escupen y me insultan, pero no siento el mismo cariño.

Espero que me escriba pronto, doctor. Sabe que aprecio sus sabios consejos. Aunque sé que ahora debo cuidarme solo y empezar a pensar como una persona normal. He de ser positivo: el mundo es una anciana que se sienta en su mecedora y contempla su jardín, donde un par de niños regordetes se asan a fuego lento y... No, no, no. El mundo es un lanzador de cuchillos con parkinson que... Tampoco es eso. Vamos a ver... El mundo es una esfera azul que flota en un vacío negro donde todo tiene mucho más sentido.

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