Siempre se me ha dado fatal dormir, ya desde pequeño, cuando me aseguraban que medianoche era la hora de las brujas y que se llevaban a su castillo a los niños que encontraran despiertos (paradójicamente, esto hacía que me entrara ansiedad y me costara pegar ojo). Y los años no han mejorado mi relación con el sueño, algo natural para la mayor parte de las personas se convierte en una labor titánica para mí. Dar vueltas en la cama en busca de la postura adecuada, ejercicios de respiración, tisanas relajantes... Nada funciona, salvo el agotamiento extremo (a veces, ni eso).
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