Sueño que estoy sentado en un banco esperando vete a saber qué (creo que a un amigo). Un hombre habla por teléfono frente a mí. Curiosamente, está describiendo mi última novela. Le dice a su interlocutor lo mucho que le ha gustado y que debería leerla. Una obra cojonuda, divertidísima. Cuando termina de hablar, me levanto eufórico para decirle que soy el autor. Él se muestra estupefacto ante esta coincidencia (ignora que nos encontramos en un sueño, supongo). Vamos a tomar algo para celebrar la literatura y las casualidades. No hay explicación alguna, pero, al rato, el hombre se ha ausentado del bar (despedida a la francesa) y ahora los clientes tenemos que abandonarlo en paracaídas, pues estamos a gran altitud. El admirador de mi obra me ha dejado un montón de papeles, veo que en uno de ellos me ha escrito que, por favor, le dedique en el futuro próximo alguna de mis novelas. Tengo los papeles bien sujetos, pero sé que voy a perderlos en cuanto me arroje en paracaídas. Por suerte, allí se encuentra un amigo, quizá la persona con la que iba a encontrarme en un primer momento, y tiene en su poder una carpeta mía de gran tamaño. Le pido que me la entregue, pero me contesta que abajo, cuando aterricemos. Le grito que no, pero salta mientras yo, como un gilipollas, no puedo ni hacer gestos amenazantes al estar sujetando los papeles.
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