Mi médico es judío, algo que según las películas estadounidenses siempre es sinónimo de calidad, aunque afortunadamente a mí me sale gratis porque es el que me ha tocado por la Seguridad Social. Voy a verlo para que me recete una crema efectiva para la dermatitis y me lo encuentro completamente solo en su consulta, mirando con aire aburrido el ordenador. Enseguida se anima al verme y me atiende con su presteza habitual. Me fijo en que lleva la kipá puesta y quizá eso explique su situación de ostracismo, por la coyuntura actual con Israel, aunque qué culpa tendrá un médico malagueño de la política de un país extranjero.
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