El problema no es sólo que ella se engañe contigo, sino que tú también participas del engaño. Te ves reflejado en sus ojos brillantes y piensas que sí, que eres ese que ella cree. Escapas del laberinto de tus dudas en alas del amor, pero luego ardes por creerte invulnerable y acabas estrellándote contra las olas mientras ella se aleja planeando gracias a una suave corriente de aire.
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