Siendo adolescente, allá en el siglo pasado, mi padre me regaló para navidad o mi cumpleaños, no lo recuerdo bien, un disco de música. Como no tenía idea de mis gustos, se dejó asesorar por algún dependiente de El Corte Inglés que le aseguró que aquello triunfaba entre la juventud del momento. Quizá fuera directamente falso y era un intento de colocar un disco que se vendía poco o tal vez fuera cierto, pero a mí no me iba ni entonces ni ahora la música de discoteca. La intención es lo que cuenta, pero me ofendió mucho aquello. Por un lado, demostraba saber poquísimo de mí. Por otro, parecía creer que tenía un gusto pésimo, pero esta apreciación mía tampoco era justa: no es que él estuviera al tanto de la actualidad musical. De hecho, seguramente sentía desprecio por toda la música noventera, sin hacer distinciones.
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