¡Háblame, Musa, del calor férvido que azotaba las tierras de los hombres! Nuestro héroe, el de los pies ligeros ante las dificultades (aunque éstas siempre le daban caza), se abanicaba con gesto indolente en el cuarto donde de joven había soñado con hazañas que ya no conseguía recordar mientras por las ventanas abiertas el voluble Eolo no mandaba ni un mísero suspiro en forma de brisa.
1 comentario:
Es el tercer post que leo inspirado por el calor, quién iba a decir la cantidad de literatura que puede salir de los rigores del verano. Me gusta :)
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