Como Guybrush Threepwood, yo también volví al Caribe, que en mi caso era un bar de Granada donde quedaron sumergidos los pecios que guardaban los brillos dorados de la juventud (quizá era de latón, que bien nos quejábamos entonces) en aquellos días lejanos en los que logré interesar a una atractiva artista que no paraba de fumar.
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