La vida todavía estaba comenzando y al mismo tiempo parecía llegar a su fin cuando Alba me dijo que ya no estaba enamorada de mí. Con lo que me había costado acostumbrarme a ser su novio y no el eterno aspirante a su amor. Tocaba de pronto aceptar el fin de la anomalía y aprender nuevamente a ser nada, un extraño, un tipo raro al que la chica fascinante miraba con aprensión. Un papel hecho a medida. Veinte años después, nos encontramos a nuestro antihéroe en una librería. Tiene al lado a una pareja de veinteañeros: el chico le dice a la chica que el libro que sostiene en la mano ganó el premio Herralde hace unos años y luego añade con una mezcla de humor y suficiencia que él también lo ganará en un futuro. Estos fuimos nosotros, creo. En un pasado ya muy lejano, quizá sólo lo imaginé.
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