El escritor tercermundista vive casi siempre sometido al silencio. Primero al de las editoriales, que no contestan a los ruegos incesantes del autor (como el silencio de Dios, pero peor). Después, cuando por algún giro extraño del destino consigue publicar, el autor ha de afrontar el silencio de los críticos, que no pueden reseñar algo que ni siquiera saben que existe. También sufre el del público y, por supuesto, el más terrible y doloroso de todos los mutismos: el silencio abrumador de las
groupies.
1 comentario:
Si, hombre. Encima se iba a meter en problemas y todo...
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