Asistí el otro día a la presentación de la última novela de Fernando Luis Chivite y admiré con suma envidia su empaque y saber estar. Yo quisiera saber hablar así (tanto en público como en privado), pero me pierde siempre el bromear para romper la tensión que siento, como si fuera un estereotipo de sureño graciosillo. Supongo que soy así sobre todo por una cuestión de inseguridad: la risa es una respuesta pública que me permite conocer que estoy agradando a mi auditorio (aunque puede que sólo estén siendo amables conmigo), mientras que con la seriedad nunca sé si gozo del beneplácito del que me escucha.
1 comentario:
Curiosa disquisición. Y curioso motivo de la forja de un humorista, tal vez.
Publicar un comentario