Los muertos siempre quieren justificarse ante mí, como si yo pudiera interceder ante ellos en su juicio. Es como si la muerte les hubiera sorbido el seso y no entendieran la función de un barquero. Claro, conocen el nombre de Caronte y eso les basta para contarme sus vidas. «Yo fui esto y aquello», me confían, «y tuve muchos sueños que ya no podré cumplir, ¿qué me espera ahora? ¿Hay vida después?». Y yo callo y sigo remando, pues sólo me compete llevar a buen término la travesía.
1 comentario:
Un día se comprará un motor fuera borda y se acabará la cháchara.
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