Me escriben de un premio; he quedado finalista y quieren publicar mi relato junto al de la ganadora. Yo acepto, aunque esto del finalismo está acabando con mi salud. Tres mil euros que habrían aliviado mi precaria situación económica. Pero no. Leo que la premiada, menor de treinta años, ha ganado más de una decena de concursos literarios. Yo, a casi mis cuarenta, sólo he ganado seis y eso incluyendo en la lista un segundo premio. Voy gastando balas. Voy quemando la vida. Voy cayendo en barrena. Se van agotando el tiempo y las excusas (que nunca me creí demasiado).
2 comentarios:
Aunque uno crea que no, uno va ganando su propio estilo y uno va eliminando errores a la hora de escribir un relato. Eso se llama "ir haciendo oficio". El peligro es volverse un escritor tallerero (o concursero), pero todo tiene su método.
¿No quiere probar, aunque sea por puro ejercicio, a escribir relatos consurseros, dejando (momentáneamente) al lado su propio ideario narrativo? Seguro que es capaz de hacerlo. El caso es si querrá.
Amoavé. Tengo un amigo (biólogo, como yo), que siempre ha sido más ateo que un rodaballo (por poner un ejemplo contundente). Bajo su ventana pasaban en semana santa las procesiones y él les gritaba "¡¡Idólatras!!". Pues bien, el destino ha querido que haya tenido que cambiar de trabajo y, para alimentar a sus dos shurumbeleh, ha acabado dando clase en una facultad... del Opus. No le obligan a ir a misa, pero se lo agradecen. El otro día mi madre (que no se caracetriza por su misericordia) me mandó una foto de mi amigo... procesionando, vara en mano.
Si mi amigo, que es un tipo fantástico, se ha tragado ese sapo con tiara, NO ME CREO que suted no sea capaz de bajarse unos días del burro color blanco inmaculado que supone su propio estilo literiario y, ya digo, aunque sea por puro ejercicio, hacerle una concesión al público y probar a escribir algunos relatos diseñados para ganar concursos (para atender a la bibliografía al respecto, léase, por ejemplo, los de Félix J. Palma. Hay un esquema, hay unas pautas).
Lo mismo se sorprende usted a sí mismo. No sé.
O mire, no, no me haga caso. Tampoco estoy yo como para dar muchos consejos literarios.
En la primitiva de este mes nos ha tocado el reintegro. Yúju.
La ganadora tres mil, publicar junto a ella milquinientos -dice mi calculadora-.
Publicar un comentario