Parapetada tras sus enormes pechos, la camarera asiste al inefable espectáculo del autor dipsómano que narra sus hazañas.
—Yo fui Premio de Narrativa Andalucía Joven, ¿sabe, señorita? En una edad muy temprana, cuando el mundo era nuevo y... vale, lo cierto es que no han pasado ni cuatro años. Ni una legislatura sentimental, oiga. Sin embargo, parece que haya transcurrido toda una vida. Seguramente porque después no he logrado nada más. Es esquiva, transitoria y veleta la fortuna. Cuesta acostumbrarse a la ramplonería de la cotidianeidad después de saborear un triunfo. Sobre todo porque un triunfo te dice: recuerda que eres un dios. Pero es mentira, qué vas a ser tú un dios, si llevas gafas. ¿Dónde se ha visto que Apolo llevara anteojos? Ni siquiera Odín usaba monóculo. Ay, querida, yo a las cabañas bajé, los palacios los vi sólo de lejos, cuando mendigaba por los caminos de la literatura y únicamente me encontraba fantasmas (que quizá fueran mi reflejo en los charcos, todo es posible). Lo peor es que ni siquiera estoy borracho de verdad porque carezco de dinero para ello; todo esto forma parte de una ficción. Nada más triste que embriagarse en la ficción, se lo aseguro. Pero brinde conmigo por estos catorce años de blog y los próximos catorce, cuando Google invente blogs que se escriban solos.
1 comentario:
Pues bien podía escribir algún post en el mío, que lo tengo abandonaíto. La paternidad me atenaza.
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