Siempre he existido en tierra de nadie, atrapado en el fango entre dos fronteras o entre dos trincheras enemigas. Lo mío es la total indefinición, el no poder alcanzar ningún lugar. Me miro en el espejo los ojos, como dos charcos de mercurio en algún planeta deshabitado (¿quién podría habitarme?), y pienso en lo que la vida me ha dado y luego en lo que yo le he dado a la vida. Invertí en ella toda mi desesperación y sólo recibí lo mismo. Con ganancias. Y que esta desesperación se pierda aquí y no pueda llegar a buen puerto.
1 comentario:
¿Solo recibió desesperación? Ya. Mire al ladito de la cama y no se nos ponga supermaldito (a no ser que tenga gripe, y en ese caso se lo perdonamos).
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