sábado, 24 de mayo de 2014

MálagaCrea

Desde 2005, seguí el rito anual de presentarme a MálagaCrea. Todo empezó cuando me animaron a participar tanto mi ex como mi novia de entonces (la ex siguió siéndolo). No gané, claro, pero me dieron una mención especial y eso me llevó a pensar que me había quedado cerca. Lo que se convirtió en un veneno de larga duración, una obsesión. Cada año lo empezaba pensando qué escribir para MálagaCrea. Sin éxito, cada nueva edición era otro fracaso (hasta tres menciones especiales llegué a acumular). Lo cierto es que no era un concurso tan importante en el inmenso océano de los certámenes literarios, pero era mi concurso. Era una tradición perderlo. Era una tradición bromear sobre las menciones especiales. Era una tradición, también, relacionarlo con alguna mujer. Con Babeth, que me prometió que vendría a verme si me llevaba la que sería mi segunda mención especial (ahora que me paro a pensarlo, sólo era la cuarta ocasión en la que participaba), pero nunca vino. Con María, a la que vi por primera vez en una presentación de MálagaCrea el año en que fue jurado una ex amante mía, lo que me sirvió luego para bromear con la idea de que eso sería lo más cerca que estaría del premio: haberme acostado con una ganadora y con la ex de un ganador. Comentarios chorras para alimentar una mitología. Finalmente gané en 2012, a la octava. Qué raro fue todo. Y estaba allí Sonia para dedicarle una victoria tan inesperada. Y de pronto pensar que esto no tendría que haber sido tan difícil, joder. Era un mito engordado artificialmente, con hormonas de gilipollez. Y es que siempre hay motivo de queja. Señorías, ¿por qué tuve que esperar tanto para reclamar lo que era por derecho mío? Altos jueces, ¿por qué yo no tuve antes el cariño y amor incondicionales de las mujeres (también incondicionales)? ¿Por qué no soy un tipo alto y con voz de trueno, caballeros? Todo esto es injusto y en ningún momento a la altura de mi ego desquiciado. Pero gracias por el dinero, ¿cuándo me lo ingresarán?
Ayer fue mi última final (he llegado ya al límite de edad). Era finalista en la categoría de microrrelato, que no podía volver a presentarme en narrativa breve al haber ganado en una edición anterior. Estaba relajado, como si la cosa no fuera conmigo. Ya había cazado a Moby Dick, esto era sólo el epílogo. Como era de esperar, no gané; volví a los orígenes. Pensé en quedarme un rato en la sala al finalizar el acto, como el futbolista que se retira y pasea una última vez en silencio por el césped. Pero no lo hice. Me marché tranquilamente, sintiendo que había pasado el testigo. A partir de ahora, lo perderán otros.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Al final, supongo, que el concurso no era en verdad más que un pretexto como cualquier otro para tener que enfrentarse a la necesidad de escribir ficción. En ese sentido, usted habrá ganado todos los años en que se presentó. Hay escritores premiados en multitud de certámenes que nunca componen una obra memorable y, a la inversa, escritores que nunca fueron premiados y logran sus objetivos literarios, a veces con una sola obra, otras con una pequeña "multitud" de ellas. Mucho ánimo y a seguir escribiendo, pues ¿qué clase de jurado podría definir o avalar sus inquietudes?

Microalgo dijo...

Hay más concursos, Maese Noguera. Félix J. Palma se presentaba a todos con una pulsión de coleccionista. Como, además, se lo tomaba como un trabajo a tiempo completo (ocho horas al día dale que te pego), le salían unos relatos de orfebre y ganaba muchos de aquellos a los que se presentaba.

Y hoy ya ve dónde anda. Donde quiere, podríamos decir...

Microalgo dijo...

Ah, y por cierto: el comentario anterior al mío me parece de lo más acertado. Y muy amable. Me cae bien la gente amable.