Publicado originalmente en el segundo número de Obituario
El doctor Jacquemort llama a la puerta, que se abre enseguida.
—Buenos días —dice—, ¿necesita usted un psiquiatra?
—¿Qué manera es esa de hablarle a una dama?
—Pero si es usted un hombre.
—Sólo en este universo. Pero pase, pase y cuénteme lo que la psiquiatría puede hacer por mí.
Jacquemort entra en la habitación destartalada, retira del sofá una cucaracha muerta (lo que entorpecerá la investigación criminal) y se sienta.
—Yo es que fui envasado al vacío de pequeño, ¿sabe? Pero no todo el rato, sólo cuando mis padres salían. Eso ha afectado a mi desarrollo, aunque trato de leer a Jean-Sol Partre para formarme.
—La filosofía es malísima para la salud mental —responde Jacquemort.
—¡No me diga! Entonces es Jean-Sol Partre el culpable de mis problemas. ¿Usted cree que podría querellarme contra él?
—Iba a proponérselo ahora mismo. Si quiere, puedo testificar en el juicio.
—Es usted muy amable. ¿Cuánto me costaría?
—Cien doblezones.
—Sólo tengo tres.
—Trato hecho, pero me debe noventa y siete.
—Se los sacaremos a Jean-Sol Partre, junto con los años perdidos de la infancia. ¿Usted cree que me los devolverá?
—Ya no le sirven de nada, que es adulto.
—Pero puedo especular con ellos. Negociar con niños que no quieren crecer. Peterpanear.
—Sí, eso sí.
3 comentarios:
Vaya par de locos.... me he debido perder algun capitulo verdad? O quieres desorientar a tus lectores. ..
Peterpanear... moooola
Besos
Cita
No trate de seguir una línea argumental sólida de post a post, Dama Cita. Le costará la cordura.
Por cierto, el nombre de Jacquemort, guárdeselo para la novela. Le hará falta.
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