—Buenas, quiero ser infiel.
—¿Tiene experiencia?
—No, pero estoy lleno de entusiasmo. Estoy deseando aprender el oficio.
—La infidelidad no es para cualquiera, caballero. Hacen falta redaños. Arrestos (y no policiales). Es muy complicado llevar una doble vida, no puede cualquiera; la mayor parte de la gente ya tiene problemas con llevar sólo una.
—Dispongo de mucho tiempo libre y creo que sabré organizarme bien.
—De acuerdo, pero necesitamos saber más. ¿Quiere a su mujer?
—¿Yo? No estoy casado.
—¿Entonces? ¿Cómo pretende formar parte de nuestro club de infieles?
—Pensaba que la mujer me la proporcionarían ustedes, así como la amante.
—¿Es que acaso nos ha tomado por una agencia matrimonial? Nosotros lo único que hacemos es poner en contacto a los miembros del club, pero no proporcionamos matrimonios. ¿Es que quiere que hagamos nosotros todo el trabajo?
—¡Facilitaría tanto las cosas! Tengo una gran vocación de infiel, pero me faltan las oportunidades. ¿No podrían ustedes darme una? Confíen en mí, no se arrepentirán.
—Apreciamos su interés en engañarnos, pues va perfectamente con la filosofía de nuestra sociedad, pero me temo que no podemos aceptar.
—¿No podrían tenerme una temporada a prueba? Sin cobrar.
—No, lo siento, no funcionamos así.
—¡Si sólo me dieran una oportunidad! —suspira el hombre—. Yo podría ser un gran infiel, pero las circunstancias lo impiden.
2 comentarios:
Vengo aquí recomendada por Pedro y me ha hablado no sólo tu blog sino también de tus libros. Este texto en concreto me parece buenísimo.
Un saludo.
Métase el protagonista a acérrimo sarraceno. Es otra manera, dsde el punto de vista de un papista.
(Qué sonoro, mi comentario).
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