domingo, 7 de julio de 2013

La vida de Pinocho

Yo quería ser un niño de verdad, pero de ser un adulto de verdad nunca dije nada. Sin embargo, la infancia pasó enseguida, tan deprisa que casi ni me di cuenta y de pronto tenía ya dieciocho años y tenía que realizar el servicio militar. Me despedí de mi padre con lágrimas en los ojos, pero lo cierto es que encajé a la perfección en el ejército. Mi idea era servir en la Marina, pues conservo algo de maderabilidad en mí y floto muy bien, pero tuve que hacer la mili en el ejército de tierra, donde destaqué sobre todo por mi habilidad para permanecer en la posición de firmes. Por otra parte, los oficiales me dijeron que obedecía muy bien las órdenes. Unos días antes de licenciarme, me llegó un telegrama que me informaba de que Geppetto había muerto. Geppetto había muerto, cuando parecía inmortal. El golpe fue duro, durísimo, pero de repente era un buen partido para las jóvenes casaderas del pueblo. Joven, apuesto (aunque un tanto envarado) y con un negocio de carpintería. Antes de darme cuenta me casé con una mujer que todavía hoy me desprecia por mi carácter pusilánime. Claro, yo no puedo explicarle que soy un ex títere. «De pequeño estaba hecho de madera» es una frase que difícilmente se puede meter en una conversación normal. Tampoco entiende mi ecologismo heterodoxo: para mí, el único destino aceptable para los árboles es la manufacturación de títeres, pues usar la madera para otros fines me parece una forma de aborto.

1 comentario:

Microalgo dijo...

El pobre.