—Ya somos una pareja consolidada, es hora de que adoptemos un gato.
—¿Qué extraña lógica es ésa? ¿Para qué necesitamos nosotros un gato?
—Para entrenarnos. Un día tendremos hijos, ¿no?
—No son la misma cosa, ¿eh? Un bebé no se pone en celo ni se sube en los armarios.
—No seas tan literal. La idea es entrenarse en cuidar un ser vivo.
—Yo es que soy de perros, detesto a los gatos.
—Pues yo no soporto a los perros.
—De todos modos, cuidar de otro mamífero es un salto muy grande, ¿por qué no empezamos con otra forma de vida?
—Que no sea una tarántula.
—No. Había pensado en una planta.
—¿Una planta? ¿Te parece que el paso que tiene que dar una pareja consolidada es cuidar de una planta?
—Claro. Es una responsabilidad: hay que regarla, podarla, cuidar que no tenga bichos... Y piensa en las ventajas: está en un rincón sin molestar, no hace ruido...
—Sí, tiene sentido.
—Podríamos empezar con un cactus.
1 comentario:
Eso de que los niños no se ponen en celo ni se suben a los armarios... espérese a que cumpla catorce años y luego me lo cuenta.
Le recomiendo una chinchilla. Es un término medio, ni gato, ni perro, y además muy exótico, y no da alergia (dicen).
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