Interior. Noche. Una habitación en penumbra. Un HOMBRE de mediana edad bebe whisky junto a la ventana. Dirige la mirada al horizonte mientras cavila en silencio. De pronto entra en plano la MUERTE.
MUERTE: Ha llegado tu hora, Anton.
HOMBRE: ¿Qué? Si precisamente hoy me ha hecho un análisis completo el médico y gozo de una salud perfecta.
MUERTE: Yo sé más que ese matasanos de la salud y la enfermedad.
HOMBRE: Bueno, es verdad que tengo el colesterol un poco alto.
MUERTE: Eso no ha sido la causa de tu muerte, aunque ha contribuido algo. Es la peste negra la que te lleva a la tumba.
HOMBRE: ¿La peste negra? ¿En 2013?
MUERTE: No le discutas a la Muerte. Vamos, te llevo al Tártaro.
HOMBRE: ¿Ahora? ¿Sin poner en orden mis asuntos? ¿No puedes darme algo más de tiempo? ¿No podemos llegar a un acuerdo?
MUERTE: ¿Qué propones?
HOMBRE: ¿Qué tal si nos jugamos mi vida al ajedrez?
MUERTE: De eso nada, que eres Gran Maestro. Ahí en la repisa tienes varios títulos internacionales.
HOMBRE: Vaya, sabía que tenía que haberlos escondido. ¿Y a piedra, papel o tijera?
MUERTE: Eso no es serio y la Muerte tiene una reputación que mantener.
HOMBRE: ¡Y yo una vida que mantener!
MUERTE: Cállate de una vez y muere con dignidad, hombre.
HOMBRE: Para ti es fácil decirlo, que ya estás muerta.
MUERTE: Y no es tan terrible, ¿ves? Venga, baja las persianas a modo de telón y vámonos ya.
El hombre suspira y obedece. Se hace la oscuridad.
2 comentarios:
Errata: "Escondidos".
(De paso, me ofrezco como corrector de sus cien próximas novelas) (y gratis).
Es verdad, gracias.
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