—Buenos días, me gustaría alquilar un apartamento encantado.
—Tenemos muchos apartamentos encantadores. Con vistas a la playa.
—No, no, yo lo quiero encantado.
—¿Quiere decir embrujado? ¿Para pasar las vacaciones?
—Sí.
—No sé si tenemos pisos endemoniados, déjeme buscar en la base de datos.
—No, con demonios no. Yo lo quiero con fantasmas.
—¿Poltergeists?
—No, yo busco uno con algún fantasma civilizado. Con estudios universitarios, a ser posible.
—Hace usted unas peticiones muy raras.
—Hago peticiones concretas porque sé exactamente lo que busco. Verá, yo soy escritor, ¿sabe? Y estoy pasando por un bloqueo creativo, lo cual es un problema gordo, ya que se me echa encima la fecha de entrega. Se me ocurrió que podría contar con los servicios profesionales de un negro literario, pero estas cosas cuestan dinero y, admitámoslo, el negro podría irse luego de la lengua. Luego pensé que el término que utilizan en inglés para esta labor es la de ghostwriter: escritor fantasma. Y me dije: ¿por qué no probar con un escritor fantasma de verdad? Uno que no me cobre. Uno que tuviera una muerte violenta y le quedaran cosas por decir.
—Bien. Deme un minuto para mirar en la base de datos.
2 comentarios:
Certero post.
Saludos.
Pero hombre (iba a decir "hombre de Dios" o "alma de cántaro", pero eso me obligaba a duplicar o contraponer en mi siguiente párrafo):
¿Por qué se complica tanto la vida? No busque soluciones enrevesadas, es más fácil venderle su alma al diablo... nada, nada, una firmita y listo. Firme aquí. Aquí abajito.
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