miércoles, 5 de junio de 2013
El ego de escritor
Me hicieron una oferta para trabajar de negro literario en una importante editorial, pero antes tenía que desembarazarme de mi ego de escritor, pues era un obstáculo para esa profesión. Para hacerlo, fui a un bar y me emborraché como Hemingway, Dylan Thomas y otros escritores de renombre. Aturdido por el alcohol, mi ego no sospechaba nada de lo que maquinaba y pude deslizarme fuera del bar, donde esperé hasta que salió y le pegué un par de tiros. Ya está, era un escritor sin ego: de pronto era como Kafka. Pero no, esto no podía ser, era un pensamiento muy engreído por mi parte compararme con el genial escritor checo. Algo había ido mal, ¿a quién había asesinado yo? Y esto, señor juez, fue más o menos lo que pasó.
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1 comentario:
¡Sesenta años y un día!
Que un escritor sin ego es como un jardin sin flores, como una noche sin luna, como una ensaladilla rusa sin mahonesa. Y Kafka lo tenía, lo que pasa es que disimulaba tela.
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