Sentado a mi lado en el tren, va un soldado. Un poco estereotipado, que lleva un cinturón con la bandera española y lee un periódico ultraderechista. Le preguntan su destino y balbucea que va a Sevilla y luego a Madrid. Le informa la camarera de que entonces sólo tiene derecho a aperitivo, no a almuerzo. El soldado asiente. A mí me parece que ha metido la pata: en Sevilla no hace transbordo, sino que continúa en el tren, hacia Madrid. Sin embargo, no dice nada. Pasa hambre antes que discutir. Obedece. Durante unos segundos pienso en decirle algo, pero quién soy yo para meter duda y libre albedrío en su mundo.
2 comentarios:
Me ha gustado mucho como has pintado la vida y lo efímero de ésta, los sentimientos encontrados que se tienen cuando uno vive intensamente desde el mundo de las emociones.
Es realmente bella la reflexión y las letras que dan cuerpo a ésta.
Mi más sincera enhorabuena.
Besos
Se le quedaron las neuronas en la banderita del cinturón. Es lo que tiene la instrucción.
Yo, habiendo comida de por medio, no conozco ni a mis progenitores.
PS.: ¿Mona, la azafata?
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