lunes, 15 de abril de 2013
La aventura de lo real
En otra realidad, todo salió según el plan: publiqué antes de los treinta, en una pequeña editorial que confió en mí. Ahí iba yo, paseando con orgullo en ese universo paralelo. Días de (pequeña) gloria. La satisfacción de encontrar mi libro en alguna oscura librería. Mamá, soy escritor. Yo haciéndome el interesante con alguna chica: porque mi libro esto, porque mi libro aquello. Ahora el libro estaría ya descatalogado y sería imposible de encontrar, lo que me parecería genial, pues pensaría: en el futuro será una obra de culto de lo más solicitada y se subastarán ejemplares por cantidades desorbitadas de dinero y blablablá (la imaginación desaforada tiene estas cosas). Pero esto es así en una realidad alternativa, repito. En la realidad oficial las cosas han salido de otro modo y ni siquiera voy a conseguir el objetivo de publicar antes de los treinta y cinco. No he convencido a nadie. A nadie le ha parecido lo bastante bueno mi rollo. O interesante. O comercial. Recuerdo ahora una cosa que hacía cuando me sentía solo en mis años de adolescencia y primera post-adolescencia: escribía y pensaba que, en fin, el talento podía salvarme. Porque yo era especial, claro. Artista. Y mi sufrimiento valía más que el de los demás, que para algo estaba mejor destilado. Qué consuelo más tonto, pero efectivo, encontraba en aquello. Ya no puedo engañarme con trucos baratos; he aprendido a tratarme como si fuera un borracho que aborda a los transeúntes para contarles delirantes hazañas: Claro, claro, ¿y después qué? Habrá que ir pensando en conseguirlo antes de los cuarenta, aunque sea por seguirme la corriente.
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4 comentarios:
Se rinda o no, ya no importa. La (su) calidad prevalecerá.
Viva las realidades alternativas donde a uno se le publica obligatoriamente por prescripción médica.
Lo importante no es lo que piensen las grandes editoriales, pues es un negocio de lo más ruin.
Lo importante es llegar al corazón y al alma de la gente. No... eso no llena la nevera, pero alimenta muchas mentes.
Yo acabo de rebasar los cuarenta y cinco y... y bueno tampoco lo intenté nunca, no sé de qué me quejo. Trabajo con microalagas. Tiene que haber de todo en esta vida.
¿Microalagas? Microalgas, coñe. Toda la vida y aún lo escribo mal. Tch.
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