Bajo la sombra ominosa de las murallas, se arrastra una figura encorvada. Es un novelista prematuramente envejecido que pide audiencia. Va a reclamar justicia, dice el brillo orgulloso de sus ojos. Ya es hora de exigir lo que es suyo, ha llegado el momento de romper las cadenas. Sin embargo, cuando lo llevan ante el gran señor, lo único que sale de sus labios es esto:
—Señor editor, le traigo un pollo, mi único pollo, para darle las gracias por tantos años de justo gobierno. ¡Me ha concedido tantas oportunidades! Mi mujer pregunta todos los días por usted.
3 comentarios:
La ingrata vida del escritor...
Un beso.
Derecho de pernada + síndrome de estocolmo = mal rollito, Maese Noguera. Mal rollito.
A esas alturas ya no sería el pobre novelista, como mucho guionista de Telecinco.
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