miércoles, 20 de febrero de 2013

La chica del rellano

Alberto, que es nombre de vecino, sale por la puerta de su piso (pues salir por la ventana sería suicidarse) y baja las escaleras cargado con dos bolsas de basura. Son bolsas negras, como mandan los cánones basuriles, y están llenas de desechos, aunque él preferiría que estuvieran llenas de billetes como en las noticias de corrupción. De pronto se encuentra en el rellano a Elena, la del quinto, fumando. Durante un momento loco siente el impulso de peinarse, pero tiene las dos manos ocupadas, así que sonríe para atraer la atención a su boca y no a su pelo. Elena apaga el cigarrillo en el tacón en un movimiento que deja ver buena parte de sus torneadas piernas y le saluda.
—Hola, vecino. ¿Te acompaño?
—Acompáñame a la cama —responde Alberto, pero en su imaginación—. Claro, si no te importa el olor —contesta en realidad.
—Estaba fumando en el rellano porque a Mario le disgusta mucho mi tabaquismo —le cuenta ella mientras descienden.
—Puedes venir a fumar a mi piso cuando quieras.
—Qué gracioso eres —contesta ella sin sospechar que él hablaba en serio—. La verdad es que le he cogido gusto. A fumar en el rellano, quiero decir. Es un lugar solitario, aunque esté rodeado de viviendas ocupadas por individuos. Individuos, la vida individual. Es raro todo, ¿no te parece?
—Es raro, sí.
—Me gusta pensar que velo por vosotros. Que mientras fume en el rellano no os puede pasar nada. «¡Fumo por vosotros!», tengo ganas de gritar a veces. Pero eso os alteraría y sería hacer mal mi trabajo.
—Gracias. Me siento más tranquilo ahora que sé que vigilas desde el rellano.
—Cuidado, en ese escalón me maté.
—¿Qué? —grita Alberto dejando caer las bolsas, que ruedan escaleras abajo como por la ladera de una montaña.
—Vecino, que es broma —se ríe Elena—. ¡Tendrías que verte la cara!
—No tiene gracia —dice él mientras recoge las bolsas. Una de ellas se ha abierto y parte del contenido ha quedado esparcido. No es como él soñaba que le viera Elena: recogiendo basura del suelo. La suya, además. «Qué basura más triste tengo», piensa. «Seguro que otros hombres tiran desperdicios que muestran una vida fascinante».
—Claro que tiene gracia. Pero la verdad es que los escalones son peligrosos, no era una advertencia de más. Tendrías que estarme agradecido por pensar en tu salud. Puede que no me haya matado en ese escalón, pero podría haberme matado. Es una posibilidad. De hecho, seguro que en algún universo paralelo me he matado en ese escalón.
Él se pregunta si en algún universo paralelo estará ahora con ella en la cama, pero no dice nada. Termina de recoger la basura en silencio, salen al exterior y tiran las bolsas en el contenedor.
—Es extraño tirar la basura —dice ella.
—Qué va, yo lo hago a menudo.
—No me refiero a eso. A lo largo de su vida, el ser humano crea más basura que cosas útiles. Es decir: todos producimos desechos, pero no todos producimos algo de valor. Por ejemplo, yo en el rellano genero colillas. Se podría decir que también pensamientos, pero esos pensamientos no llegan después a nada. Más importante: nadie tiene que recogerlos luego. Estaría bien que los pensamientos consumidos fueran como colillas en el suelo. Al fin y al cabo, la mayor parte de lo pensado no deja de ser humo.
—Te pones muy poética a la luz de las farolas.
—Es que tengo mucho tiempo libre para pensar, ya te lo he dicho.
Alberto piensa que sería buen momento para besarla, pero le puede la cobardía. Enseguida encuentra excusas para no hacerlo: la basura, por ejemplo. Cómo va a besarla junto a la basura, con cucarachas y ratas de público. No, una princesa así se merece que la besen en el parque o en algún otro sitio con flores. La escenografía no es la adecuada para un beso romántico. Además, él está sin peinar.

4 comentarios:

Ficticia dijo...

Es tan cotidiano que resulta sumamente tierno...
Pobres hombres locos por la vecina, sorprendidos sin peinar y cargados de basura... la convivencia vecinal es muy cruel.

Un beso.

Anónimo dijo...

Que bonito,me da pena,son los dos tan ...cotidianos,si eso,que me los imagino a los dos,sonriendo como tontos,pero calladitos,que bonito,me a gustado.Yo no pensaria tanto en el entorno,si la situación es real,que importa el emboltorio,si lo precioso esta dentro?

Javier dijo...

La escena es cotidiana pero la conversación no lo es en absoluto.

Microalgo dijo...

Esa relación habrá que trabajarla, aunque sea a costa de los pulmones de uno.