El lobo ha devorado a Caperucita y su abuela, pero un leñador ha oído los gritos y entra en la cabaña empuñando el hacha para rescatarlas. Golpea al lobo con el mango y lo deja fuera de combate. Ahora viene una operación delicada: sacar a las mujeres del estómago del lobo. Calcula cuidadosamente y levanta el hacha para realizar la incisión, pero de pronto entra un hombre por la puerta y grita:
—¡Deténgase!
—¿Por qué? —pregunta el leñador aún con el hacha en alto—. ¿Es usted de la protectora de animales?
—No, el lobo me trae sin cuidado.
—¿Entonces?
—Que quiere usted realizar un aborto.
—¿Qué?
—Y mi religión prohíbe los abortos.
—Vamos a ver: para empezar, estamos hablando de un lobo, no de una mujer.
—Lo sé, un lobo travesti. A mí me parece muy bien que se casen, pero que no lo llamen matrimonio.
—Esto es absurdo —protesta el leñador bajando el hacha debido al cansancio.
—Dios nos dice que tenemos que respetar la vida humana desde el mismo momento de la concepción.
—Aquí no ha habido ninguna concepción: este lobo se ha comido a una anciana y una adolescente. ¡No ha habido coito alguno!
—Mejor todavía, quizá nos encontramos ante un caso de sagrada concepción. Deme su opinión: ¿podría tratarse de un lobo virgen?
—¿Pero qué tonterías está diciendo?
—Es verdad, discúlpeme; la verdad es que el lobo tiene cara de vicioso. Pero eso no descarta una intervención divina en el asunto. Ya sabe, para redimir a este pecador con la semilla de nuestro Señor en su vientre.
—Mire, esto no es un aborto, sino una operación de cesárea —aduce el leñador en un momento de inspiración.
—¿Lo es?
—Por supuesto.
—¿Es usted doctor?
—Bueno, soy leñador y también me paso el día cortando seres vivos, al fin y al cabo.
—No me convence usted, no es lo mismo. Creo que tendríamos que esperar a que las niñas (de edades tan dispares) salgan por sí solas. Un parto natural.
—Saldrán por sí solas, sí: digeridas.
—Respeto su opinión, pero no es usted ningún experto en la materia. Yo he asistido a muchos partos y no me canso de ver uno. Así que lo mejor es que nos sentemos junto al lecho a contemplar el milagro de la vida y sólo intervendremos si es estrictamente necesario. Prepare café, que estas cosas a veces se alargan.
2 comentarios:
Es el momento de usar otra vez el mango del hacha.
¡Absurdamente genial!
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