—Perdóneme, padre, porque he pecado.
—Dime, hijo mío.
—He adorado a otras divinidades.
—Muy mal. Sólo Dios es verdadero.
—¿Pero usted ha visto a las mujeres, padre?
—¿Qué?
—Son criaturas mágicas, se lo digo yo. Me he postrado ante ellas en muchas ocasiones. A veces, cuando tenía suerte, se arrodillaban ellas.
—Las mujeres son el mal, son el pecado con piernas.
—Y qué piernas, padre. No hay piernas así entre los hombres. Serán falsas profetas y todo lo que usted quiera, pero hay que seguirlas.
2 comentarios:
Y esa incómoda postura que está Usted adoptando, padre, ¿a qué se debe?
Amén, hermano.
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