miércoles, 13 de junio de 2012

Follar

Yo vivo para follar, doctor, es una obsesión permanente que me impide llevar una existencia tranquila como la del resto de los mortales. Para que se haga una idea: el otro día me presenté en una oficina en busca de trabajo y me tuvieron esperando en recepción un buen rato, rato durante el que fui incapaz de apartar la mirada de las manos de la secretaria que, con aire ausente, tecleaba frente al ordenador. Me decía a mí mismo: me follaría sus manos, que parecen vaginas. Y estoy seguro de que en realidad no lo parecían, pero yo veía clara la semejanza. No me dieron el trabajo, lógico, no suelen contratar a gente que se presenta a una entrevista laboral con una erección, no es serio. Pero hay más, doctor. El otro día iba en el autobús cuando subió una chica y la fortuna quiso que se situara a mi lado. La chica era muy bonita y llevaba una chaqueta roja; hacía algo de frío. El caso es que durante todo el viaje estuve pensando en meter el pene en el bolsillo de su chaqueta. No sé por qué, no sé si mi intención era follarme su chaqueta o bien que me llevara a su casa de esa guisa. Pensará usted que era una imagen de lo más ridícula, pero a mí me excitó hasta lo indecible. Y episodios parecidos de extravagante erotismo me suceden todos los días, lo que es terriblemente agotador y no me permite hacer nada más.

3 comentarios:

José Antonio Fernández dijo...

Vaya, el protagonista me recuerda alguien muy cercano.

Marc Verlén dijo...

Plausible. Muy plausible.

Imilce dijo...

Es perder el tiempo, lo doctores no tienen cura para cosas así...