—¿Por qué escribes siempre de las cosas que te cuento? —le pregunta ella.
—Porque eres mi musa —responde él.
—Sí, vale, muy bonito eso, pero no eres un reportero, no tienes que deslumbrar al público con las exclusivas de mi vida privada. No quiero que miles de extraños lean las cosas que escribes de mí.
—No son miles.
—Como si es sólo una persona. No quiero. Forma parte de nuestra intimidad. Tengo una relación contigo, no con unos extraños. Es una cuestión de complicidad.
«Es una cuestión de complicidad», termina de anotar mentalmente él.
3 comentarios:
Como no sabemos quiénes sois, la complicidad se convierte en algo masivo y enriquecedor.
estoy de acuerdo con Advenedizo.
Se va a buscar un problema, él.
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