domingo, 25 de marzo de 2012
El horizonte blanco de la pared
Jamás publicaré. Esto es lo que teme siempre el joven escritor. Yo, que ya no soy tan joven, lo pienso ahora mientras miro el horizonte blanco de la pared, que es una metáfora de la literatura tercermundista. Tendría que escribir algo en la pared, pienso. Sentencias grandilocuentes que me animaran a cambiar el mundo y blablablá. «Recuerda que eres inmortal», por ejemplo. Aunque sea mentira, pues la inmortalidad me queda bastante lejos, eso lo tuve muy claro el otro día, cuando sostuve en las manos una novedad editorial que costaba veinte euros. Veinte euros, ¿cómo podría yo vender un libro a ese precio? ¿Qué editorial iba a realizar esa apuesta suicida? Necesitaría un Ministerio de Propaganda para vender. No, todo este tiempo me he dejado llevar por mi ego, que es tan grande como el Titanic y por fin se ha estrellado contra el iceberg de la realidad. El iceberg de la pared, que para algo es blanca.
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1 comentario:
Ni tanto ni tan calvo. No se canse de la labor de soldado, que también hace falta y forma parte del lote.
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